El domingo pasado muchas de nosotras despertamos con ricos desayunos a la cama, cartas declarándonos amor infinito, preciosos collares de tallarines, dibujos y toda suerte de manualidades que con mucho cariño y esfuerzo nuestros pequeños prepararon para celebrar nuestra maternidad. Otras, recibieron la visita de sus hijos más grandes, quizás con nietos incluidos, y algunas se sintieron igualmente satisfechas de la video-llamada recibida de esos hijos que viven lejos.
Sin embargo, mientras celebraba con mis dos pequeños, no pude evitar reflexionar sobre un fenómeno que tiene implicancias profundas para nuestra sociedad: la maternidad va en franca caída. Mientras que en 1960 el promedio mundial era de cerca de cinco hijos por mujer, hoy ese número ha caído a 1,7 y las proyecciones son aún más bajas.
Chile no escapa a esta realidad. En 2023, la tasa de fertilidad del país fue de apenas 1,59 hijos por mujer, una cifra muy por debajo del nivel de reemplazo poblacional (2,1) y que representa una disminución sostenida durante la última década. Datos del Censo 2024 muestran que la población de 14 años o menos viene reduciéndose: mientras que los noventa este grupo representaba 29,4% del total de la población, actualmente es 17,7%. Otro dato más: en 2024 el país registró sólo 135 mil nacimientos (la mitad de los que había hace 30 años).
Este fenómeno se relaciona con múltiples factores: mejor acceso a la educación y a métodos anticonceptivos, la incorporación de las mujeres al mundo laboral, el creciente costo de vida, y la dificultad –a veces casi imposibilidad– de conciliar la maternidad con el desarrollo profesional.
Esta realidad no solo tiene serias implicancias económicas —como, por ejemplo, el desafío de financiar los sistemas de pensiones—, sino que también profundas consecuencias sociales. Transitamos hacia una sociedad donde ser madre se ha convertido en “un sacrificio”, que implica una serie de renuncias, sobrecargas y costos que muchas no están dispuestas —o no pueden— asumir. A modo de ejemplo, un estudio de la Fundación ChileMujeres y Cadem (2025), muestra que ocho de cada diez mujeres creen que su carrera laboral se vería afectada si tuvieran hijos. Ello exige una reflexión profunda sobre las condiciones que ofrece nuestra sociedad para formar y sostener una familia.
Las políticas públicas en Chile —y en América Latina en general— aún no están a la altura del desafío. La falta de salas cuna universales, la brecha salarial de género, la escasa extensión del postnatal masculino, y la falta de flexibilidad laboral, son parte de los factores que desalientan la maternidad. No se trata de romantizar la maternidad ni de imponerla como propósito de vida. Se trata, más bien, de garantizar que quienes elijan ser madres puedan hacerlo en condiciones que les permitan mantener su desarrollo personal y profesional. Para ello, necesitamos crear una cultura donde criar sea una tarea socialmente valorada, respetada y compartida.
La baja natalidad no es solo un dato estadístico: es un síntoma de una sociedad que ha hecho cada vez más difícil elegir ser madre. Urge repensar nuestras prioridades como sociedad y apostar por medidas que hagan de la crianza una opción viable, de lo contrario, la celebración del Día de la Madre va camino a la extinción.
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Beneficios impositivos para las familias. Por José María Diez. https://t.co/XTD5ZK1QDq
— Ex-Ante (@exantecl) May 8, 2025
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