Calle histórica. En la zona oeste de Santiago tiene una presencia importante la calle San Pablo, que cruza cuatro comunas. Pocas vías exhiben una impronta tan histórica y variada como ésta en la capital: en el siglo XVIII fue el principio de la ruta que iba hacia Valparaíso. Se conocía como Sendero de las Dos Cuestas y era apreciado porque no era tan peligroso como otras opciones para viajeros y caballos. Luego lo llamaron Camino de San Pablo.
Por aquí escapó Marcó del Pont durante la Guerra de la Independencia en 1817. En esta calle se encontraba el mítico bar El Jote, donde se reunían escritores como Humberto Díaz Casanueva y Ángel Cruchaga. Hoy, una parte del sector tiene fama de zona ruda, de vida en los márgenes. “Durante el día es una taza de agua”, dice una señora que tiene una florería. “Pero en la noche hay que cuidarse. Se ha puesto muy peligroso, sobre todo por bandas de criminales extranjeros. Yo no salgo después de las 6 de la tarde”.
Dos clubes. San Pablo ha vuelto a los noticiarios por un reportaje de Canal 13 sobre dos discotecas clausuradas. En la esquina con La Estrella, otra calle brava, en las noches crece la presencia de narcos, que dominan el sector desde la oleada de migración irregular en el último lustro. Muchos grafitis denotan la presencia de bandas, que marcan su territorio con dibujos coloridos. Son la firma de cada grupo criminal.
Zion Club, en el número 8730, con un notorio grafiti en la puerta, es uno de los locales cerrados. El nombre significa lugar encumbrado, hito o señal. Y también ciudad de dios. El letrero de clausura dice 25 de junio de 2024. El jueves pasadas las 9 pm llegaron el alcalde Italo Bravo y el delegado presidencial Rodrigo Durán junto a un apreciable contingente policial. “Hemos tenido oportunidad de verificar, a través de registros audiovisuales, riñas, uso de armas de fuego y múltiples dificultades”, apuntó Durán.
Los vecinos. “Es un show”, es lo que dicen muchos vecinos, varios de ellos víctimas de atracos en el último año. “Estaba cerrado hace tiempo, pero seguían haciendo fiestas”, asegura un comerciante informal sentado justo en la esquina con La Estrella. Al lado de Zion, hay un negocio que vende pollo frito. Igual que todos los locales del sector, está cubierto de sendas rejas, cerradas día y noche. Su dueño, Daniel, pregunta: “¿El delegado presidencial cuándo había estado por estos lados? Jamás. El alcalde sí. Vienen elecciones a fin de año”, ironiza.
Recuerda que anoche “llegaron numerosos furgones llenos. Nunca había visto tanto carabinero. Aquí a todos nos han asaltado. Pero no hay presencia policial. Desde la pandemia el ambiente se puso muy malo. Nos dimos cuenta que era mejor trabajar a puerta cerrada todo el día”.
“La venta ha bajado mucho”, añade. “El trabajador no tiene dinero. Si antes una familia se compraba un pollo entero, hoy la misma familia pide medio pollito o un cuarto. El estallido fue muy duro. El supermercado del frente lo saquearon y sigue cerrado, al igual que la farmacia y la ferretería. Venían bandas de otros lados a destruir”. La discoteca Zion, describe, lleva dos meses clausurada. “El ambiente era a puerta cerrada, a veces con invitaciones. Muchos extranjeros. Hacían eventos particulares, en los que casi nadie podía entrar”.
La otra discoteca cerrada se llama Infinity Night, a poco metros de Zion, pero no tiene ningún cartel que la identifique. Una gruesa reja plateada la cubre. Una persona que vive al lado dice que “desde que la arrendaban colombianos, se puso muy turbia, había peleas constantes”.
Sin permisos. Las razones del cierre se basan en que los locales carecían de permisos legales y no cumplían con las normativas de seguridad exigidas por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC). En su interior existían construcciones precarias, irregulares, que eran un riesgo para la población. Para empeorar las cosas, las discotecas no contaban con vías de escape adecuadas ni patentes comerciales. Datos policiales consignan que los robos con violencia en el perímetro han subido de 140 casos en 2023 a 168 en lo que va de 2024. Los robos con fuerza este año suman 86. La experiencia del robo violento es común entre los vecinos.
José Ortiz es dueño de la botillería “La Movida” hace 33 años, justo a un costado de Zion. A él lo asaltaron en su casa dos veces y la botillería sufrió un atraco hace poco tiempo. “Poco después robaron a unos clientes y se llevaron su auto. El ambiente de las discotecas era muy malo. Mira, Cecilia es amiga mía y dueña de uno de los locales hace más de 20 años. Se lo arrendó a un colombiano y se echó a perder por el asunto de los extranjeros, porque los chilenos no entraban. Eran puros colombianos y venezolanos. Y había muchas peleas de bandas, cosas así”.
Mal ambiente. “La noche se pone complicada”, afirma. “Después de las cuatro de la mañana suele haber altercados. Este barrio era más tranquilo antes. Antiguamente la gente no trabajaba con rejas. Usted caminaba a las 2 o 3 AM y no pasaba nada. Ahora te asaltan en el paradero, hay motochorros”. Ortiz siente molestia, porque en otras ocasiones no ha habido la misma reacción policial. “La forma en que se dio la acción del jueves para mí fue aparatosa, porque habían clausurado hace tiempo las dos discotecas. Claro, hubo ciertas normas que a lo mejor los arredantarios no cumplieron después y por eso fue el operativo”.
Cuenta que el negocio ha bajado un 30% las ventas. A él lo han asaltado dos veces en su casa. La última vez fue el 2 de marzo de este año. “Entraron cinco extranjeros con pistola. Había uno que se parecía mucho al que mató al carabinero aquí en San Pablo. De hecho puse los antecedentes en la Fiscalía”
Asfixia. Sigue el relato: “Llego a mi casa despues de las 10.30 pm y encuentro a mi señora con una amiga. Las tenían amarradas. Los tipos eran muy violentos. Estuvieron dos horas. Se llevaron mi camioneta, televisores y algunas mercancías que valían 2 millones de pesos. A mi hijo lo dañaron psicológicamente porque le tenían puesta la bolsa en la cabeza y a oscuras, asfixiándolo. Le dijeron que lo iban a secuestrar y a cortar los dedos de las manos. Desde entonces tiene pesadillas”.
Al dueño de la botillería “La Movida” le pegaron con una pistola en la cabeza y lo amarraron. Cuando los delincuentes se fueron, logró liberarse y llamó a los carabineros. Era cerca de la 1 am. Llegaron un par de uniformados, pero -según su testimonio- no pasó nada. “El problema es que no hay personal en la comisaría. Antiguamente aquí había una patrulla de motorizados. Ahora no hay seguridad en la noche. Y si hay un conflicto, la policía no se mete. Este barrio empeoró”.
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Opinión | “Cada vez que se produce un incidente delictual de importancia, el Gobierno entra en pánico y la oposición busca sacar dividendos políticos. [Así] La verdad es que el crimen organizado llegó para quedarse”, escribe @jschaulsohn.
— Ex-Ante (@exantecl) August 23, 2024
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