–Boric tiene un alto nivel de desaprobación. ¿La población es más exigente o su gestión ha sido deficiente?
-Sobre el gobierno de Boric, tengo una mirada menos lapidaria. Creo que varias de las cosas que están ocurriendo ahora, eran bastante predecibles. Mi impresión es que Boric ganó porque genero una reacción contra Kast. No lo eligieron por la economía, ni por su manejo en La Araucanía ni por su destreza en orden público. Esos temas tienen mejor respuesta por la derecha.
-La llegada de Ana Lya Uriarte al equipo de Siches, ¿cómo la evalúas?
-Creo que se necesita peso específico en el gobierno. Es evidente que el gobierno es inexperto, muy joven. Este elenco no tenía preparado su debut en el ejercicio del poder en esta vuelta sino para después.
Entonces, me parece que es normal que estén reclutando aliados en la generación X. No puede ser un gobierno de puros millennials.
-El FA ha sido muy dura con la concertación. ¿Por qué ahora recurre a ella?
-Hay muchos elementos de la cultura concertacionista, partiendo por Marcel, y los subsecretario que están en interior, segpres, que son buenos reciclajes. Entiendo que Pedro Güell tiene cierta comunicación con el presidente, hay un mundo cercano al bacheletismo que está colaborando. Cuando se cuente la historia del FA, Bachelet será quien hizo posible el nacimiento de este mundo de una manera un poco involuntaria. Es una paradoja.
-¿Vas a votar rechazo?
-No he tomado la decisión todavía. He tratado de analizarla de la forma más imparcial posible. Voy a aprobar si la nueva Constitución se saca un 4.
-¿No es muy poco?
-Pero es suficiente. Más que un artículo, me parece que hay poner acento en la manera que se produjo el diálogo político. Cuando leí los preámbulos, los encontré de un nivel de maximalismo tan disparatado, que si cualquiera de esos preámbulos queda, me veo inclinado a rechazar. Estamos acostumbrados a la dinámica de los disparates originales terminan siendo moderados en el pleno.
En la Convención se enfrentan dos comprensiones distintas, una más consensual, que dice que la Constitución es un punto de encuentro, por lo tanto refleja un mínimo común denominador de todas las fuerzas políticas relevantes. Y una comprensión más agonista o adversarial, que dice que la legitimidad no se funda en el consenso, sino en el conflicto. Esta segunda concepción es la que se ha impuesto.
Hoy día curiosamente es la izquierda la que está representando esa concepción agonista, y la derecha la que está pidiendo una visión más conceptual, donde la constitución no sea un programa de gobierno. Es irónico.
-¿El PC tiene un poder sobrevalorado en el Gobierno y la Convención?
-Del gobierno es muy luego para hablar, pero la mejor ministra hasta ahora ha sido Camila Vallejo, comunista, que ha andado impecable. En la Convención, el PC ha jugado un rol tremendamente relevante en delinear esta estrategia antagónica o de adversarios. El momento clave fue cuando se discutió el reglamento. Ahí Barraza y compañía, con los pueblos originarios y movimientos sociales, fueron capaces de articular un tercio, antes de que la centroizquierda y la derecha pudiesen hacer lo propio. Luego el PC notifica al FA, a los socialistas, a los INN, que los acuerdos son con ellos o no hay acuerdos. Dice: si ustedes hacen tratos con la derecha, nosotros tenemos los números suficientes para vetar.
El gran error político de la izquierda fue no haber aprovechado una eventual fractura que se estaba produciendo en la derecha. Fue poco estratégica. Finalmente ese acercamiento no ocurrió, y hoy tienes a mucha gente en la derecha liberal, moderada, en un estado de ánimo de decepción, frustración. Además quedan como los tontos útiles, porque confiaron en la buena voluntad de sus adversarios. El rol del PC en la Convención ha sido crucial. Han sido claves en consolidar esta visión menos consensual, de la política como conflicto.
-¿Qué aspectos te harían aprobar?
-Estoy evaluando todos los elementos. En especial me interesaban libertad de expresión y estado laico, dos cuestiones cuyo texto quedó bastante cercano a lo que yo habría querido. Libertad de expresión quedó bien expresada, minimalista, sucinta; nada contra los discursos del odio y negacionismo. Todas esas tonteras salieron.
-¿Y la a sala de máquinas o sistema político?
-Yo prefería un sistema parlamentario.
-Muchos dicen que querían un sistema parlamentario. ¿Por qué no prosperó?
-El PC y la UDI hicieron causa común para mantener el presidencialismo. Los argumentos de Arturo Fontaine permearon en esa comisión.
-Pero tiene mucho poder el congreso de diputados.
-Es cierto, hay cuestiones que son delicadas pero se pueden ir arreglando sobre la marcha. Una cosa es el texto mismo, como dijo Sol Serrano, que puede movilizarnos a votar apruebo o rechazo, pero también es importante el espíritu que trasmite el proceso. Me hubiera gustado que fuera consensual. Cierta dosis de antagonismo democrático era necesaria, porque una de las grandes críticas a la institucionalidad vigente era que la democracia de los acuerdos marginaba a muchos actores y pasaba de contrabando los intereses de los incumbentes.
El antagonismo era necesario para que esto no fuese una pelea de payasos. Eso sí, yo hubiese preferido una geometría variable: es decir, que en algunas materias, se juntaran el centro y la derecha, y en otras el centro y la izquierda. El centro es el FA, lo que refleja que la Convención giró a la izquierda. No hubo geometría variable, en parte por el mérito del PC.
-Los de derecha no eran pocos, ¿por qué no pesaron más?
-Salvo 4 o 5 convencionales, la verdad es que el resto me pareció súper débil: débil argumentativamente, débil en visión política. La derecha no pudo ser un aporte, o no quiso serlo. Y los que trataron de hacer un diálogo con la izquierda salieron trasquilados. Ha hecho un papel para olvidar.
-¿Qué te parece esta decisión de los republicanos de lanzar una acusación contra Izkia Siches?
-Una niñería. Si hubieran pensado políticamente bien, se habrían dado cuenta que una acusación a Siches solo la refuerza. Es un buen gesto que Chile Vamos no haya apoyado la idea, quizá fue la moneda de cambio por salvar a Allamand. Pero las acusaciones constitucionales han sido tremendamente banalizadas en el último tiempo, cuando son excepcionales.
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