-El Gobierno ha cometido una seguidilla de errores bastante notorios, con un costo alto. Acaba de renunciar Ana Lya Uriarte, que tenía un papel clave en la Ley de Inteligencia. ¿Cómo has visto el manejo de esta crisis?
-El Gobierno ha reaccionando muy mal. De las tres fases de cómo se enfrenta una crisis (que son mirar los hechos, interpretarlos y luego actuar sobre ellos), La Moneda ha fallado en todas. La interpretación que hizo de la situación fue muy mala, muy errónea y antojadiza. Imaginaron que podían minimizar los efectos de lo que está pasando.
-En particular, ¿Cómo afecta al Gobierno la salida de Ana Lya Uriarte?
-Es una esquirla más producto de los errores del Gobierno. Profundiza la crisis, en el sentido de que se empieza a desarmar el gobierno. Y esta crisis, que se pudo manejar de otra manera, que se pudo prever, va a terminar instalando la idea de un gobierno pato cojo. Con un presidente más debilitado, porque su capacidad de acción va a quedar muy disminuida.
-En otro error, la ministra Orellana dijo que la salida de Monsalve era compleja, porque “no estamos hablando de un portero de un servicio público”. ¿Esto contradice el concepto de igualdad del Gobierno?
-Esta crisis se ha agudizado y se ha profundizado porque de alguna manera ha desnudado una gran avería en la promesa original del gobierno. En estos días hemos visto un patrón de abuso de poder, incluso del presidente. Cuando decide hablar 53 minutos sin una pauta y sin una claridad respecto a lo que estaba haciendo, eso también es una suerte de abuso de poder.
-La gente puede percibir que hay privilegios, porque ahora mismo está el caso de Jorge Valdivia, parecido al de Monsalve.
-De alguna manera el discurso moralizante se empezó a desarmar hace un rato (con el Caso Convenios) y esto también es una nueva palada de tierra sobre la credibilidad de un gobierno que venía a quitar privilegios y no a mantenerlos. Lo de Valdivia puede tener implicancias legales distintas, pero la comparación hace que Monsalve se vea como alguien mucho más privilegiado, con un tratamiento distinto.
-En ese discurso largo que mencionaste, Boric abrió flancos. Por ejemplo, cuando habla sobre el tema de las cámaras. ¿Podría haber un caso de omisión de denuncia? Algunos han pedido que tenga que declarar ante el Ministerio Público. ¿Eso sería muy grave para la imagen del presidente?
-No es lo ideal ver a un presidente declarando aunque sea como testigo. Boric alargó y agrandó aún más una crisis, que tiene una profundidad mucho mayor que la crisis de los indultos. Puede tener implicancias legales que atentan directamente contra la autoridad presidencial y contra la dignidad de la Presidencia en un país que tiene un régimen presidencialista. Este conflicto se va de lleno a la Moneda, y pone en una posición de interdicción, muy compleja, a todo su equipo ministerial.
-Han habido una serie de contradicciones entre Tohá, Boric y Cordero, respecto de quién supo primero o el tema de las cámaras. ¿A qué crees que se debe esta descoordinación tan profunda que hemos visto?
-Hubo una interpretación completamente errónea de la magnitud del problema. Entonces, la crisis no solo se agranda, sino que las versiones empiezan a contradecirse, porque cada cual quiere salvar su pellejo.
-Boric ha bajado en las encuestas. ¿Va a seguir cayendo a niveles históricos para su mandato?
-Es probable que siga bajando el presidente, pero también es cierto que estamos en un ambiente muy polarizado y eso, paradójicamente, ayuda a sostener la aprobación. Uno podría haber esperado que el presidente frente a un hecho como este hubiera bajado incluso más de cinco puntos. Su aprobación va depender de si el presidente es capaz de ir recapitulando. La primera forma de empezar a recuperar la agenda es que él no siga incendiándose y por lo tanto que ponga los cortafuegos adecuados.
-¿Es el momento de un cambio de gabinete o habría que esperar que decante un poco la situación?
-Hay que esperar a la vuelta de las elecciones, pero claramente el presidente si quiere recuperar agenda y no ser solo un pato cojo, va a tener que hacer algún cambio importante que le permita recuperar terreno y demostrar que hay un tercer o cuarto tiempo. Pero hoy día está absolutamente empantanado y entrampado.
-¿Ha habido cierto dejo de amateurismo?
-Hay un problema de gestión profundo. Subestimaron y no interpretaron adecuadamente lo que era un cierto movimiento de tierra que terminó siendo un terremoto.
-La presidenta del Partido Regionalista Verde dijo que esto podía tener un vuelco, que podría haber dos víctimas, no solo una. ¿Qué te parecieron esas declaraciones?
-Eso ya es parte de la comedia del absurdo. Nada va a producir un vuelco respecto del hecho mismo de que el ministro de Seguridad en la semana más crítica que tenía el Gobierno, haya estado solo en la calle un domingo en la noche, dejando sus guardias afuera y tomando, comiendo. Despreocupado de su principal función pública. Además, cuando el presidente estaba fuera de Chile y él estaba ejerciendo como Ministro del Interior. Y además con una violación. Le agregamos la vulneración de la ley de Inteligencia. No sé qué vuelco podría haber en esto en términos de percepción. Es una soberana lesera lo que está planteando. Nuevamente agrega más distorsión comunicativa.
-¿Qué es lo más grave?
-El principal foco está en los temas penales. Pero al mismo tiempo, esto es una crisis de orden no solo legal, sino que es una crisis de orden moral, ética. Eso es más complejo, incluso pensando en el mediano plazo, para la coalición gobernante. Porque lo penal tú puedes acotarlo a los responsables de los hechos. Pero la lógica moral de los privilegios, de los abusos, de una suerte de encubrimiento, de medias verdades, etcétera, apelan a una dimensión más de orden moral. Y eso atenta mucho más fuertemente contra las bases fundantes del mundo del Frente Amplio y la Nueva izquierda.
-O sea, hay una crisis moral también.
-Te deja frente a una coalición que no cumplió lo que prometió. Al revés, rápidamente instaló prácticas similares a las que criticaba. La seguidilla de cosas que vimos, demuestran que acá hubo un abuso potente de poder, un abuso de autoridad, un abuso de la función de gobierno. Y eso atenta claramente contra una dimensión de orden moral y valórica. Totalmente en contra de lo que dijo el Frente Amplio: que ellos eran moralmente superiores.
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Jorge Schaulsohn y Caso Monsalve: “El gobierno queda como inconsecuente en dos frentes. Primero en cuanto a su doctrina de que a la víctima siempre hay que creerle. Tampoco se cumple el mandato de que hay que tomar medidas inmediatas”. https://t.co/ItwvyP508I
— Ex-Ante (@exantecl) October 19, 2024
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