Crimen organizado (N° 1): El Tren de Aragua en Arica y cómo la PDI los infiltró con agentes encubiertos
Carlos Basso
La instalación del grupo mafioso venezolano Tren de Aragua en Chile, cuyas características y el uso de extrema violencia los diferencia de las bandas de delincuentes nacionales, se ha convertido en un fuerte desafío para las autoridades. Para detener a los miembros del grupo en Arica, tres detectives pasaron varios meses disfrazados como vendedores de chatarra en el cerro Chuño de la ciudad nortina. En la siguiente investigación, realizada en conjunto entre Ex-Ante y Canal 13, se narra el impacto de la llegada del grupo a Chile, como operan y se logró detener a los integrantes de la organización criminal en Arica. Este es el primer capítulo de una serie de tres.
Hasta mediados de 2022 la vida le sonreía a Mervin Yoger Fagúndez Garrido, un joven venezolano de 27 años. Un video lo muestra cantando feliz de la vida junto a otros tres sujetos al interior de un auto.
Se le escucha bastante entonado y si no fuera por un detalle, él y sus amigos parecerían un inofensivo grupo de jóvenes de fiesta durante un fin de semana. Sin embargo, tanto Mervin como el sujeto que va al lado suyo marcan el ritmo de la salsa con sendas pistolas semiautomáticas.
Claro. Todos quienes salen en dicho video eran miembros de la banda de Los Gallegos de Caracas, uno de los brazos de la organización criminal Tren de Aragua en Chile, que se enquistó hace unos tres años en Arica.
La estructura: La Fiscalía de Arica y la Prefectura Antinarcóticos y contra el Crimen Organizado Norte de la PDI comenzaron a investigar a Los Gallegos de Caracas a fines de 2021 e inicios de 2022. Una escucha telefónica, en marzo, fue la primera señal concreta de la presencia del grupo como tal. Se trataba de un llamado efectuado por un narco local, el cual decía que otro traficante había sido secuestrado y torturado por los del Tren de Aragua.
Durante varios meses, los detectives no solo estuvieron vigilando de cerca sus movimientos con el fin de determinar su real composición y los “negocios” a los que se dedicaban, sino que además instalaron tres agentes encubiertos en el sector.
Del mismo modo, se dieron cuenta que el modus operandi era muy distinto de lo habitual en Chile. No había, de hecho, un solo modus operandi, pero con una violencia extrema. A algunas víctimas, por ejemplo, las amenazaban enviando videos donde se ve a miembros de la banda quemando vida a una persona.
En el curso de la investigación se ha encontrado a lo menos nueve cadáveres que se cree corresponden a víctimas de ellos.
Así, los policías establecieron que Los Gallegos de Caracas (el nombre original del grupo) es una facción del Tren de Aragua que se estableció hacia 2019 en Lima y cuyo líder máximo era el venezolano José Angel Ortega Padrón, más conocido como “Armando”, quien vivía en un departamento ubicado en el acomodado sector de Miraflores, y que fue detenido el 14 de noviembre de 2022 en Lima.
A tal punto Los Gallegos de Caracas en Arica estaban supeditados a Perú, que desde allá enviaron a uno de sus hombres a tomar el control del grupo. Se trataba de Yoneiker Paredes Fagúndez, más conocido como “Enano”, el que comenzó a cogobernar con el líder inicial, Jorve Galavis García, apodado “Culito”.
Sin embargo, como explica un investigador, es difícil concebir al Tren de Aragua como una sola estructura piramidal, por lo que hay que entenderlo más bien como un sistema reticular formado por distintas células, como Los Gallegos de Caracas, Los valencianos, Los orientales, La mafia del norte o El desastre, todas presentes en el país.
Una calavera y dos AK-47. Todos estos grupos poseen características que les son propias en Chile, al menos. Los Valencianos, por ejemplo, ofrecen servicios de sicariato por medio de redes sociales, mientras que Los Gallegos de Caracas son más discretos en ese sentido. Lo mismo puede decirse de los representantes del Tren de Aragua “original” (por llamarlo de algún modo), que actualmente se encuentran en prisión preventiva por una investigación que lleva en contra de ellos la Fiscalía Local de Iquique.
Asimismo, hay diferencias culturales importantes: mientras “Estrella” (Carlos González Baca), el máximo líder de la organización ilícita “original” en Chile, vivía en un buen departamento ubicado en Quilpué, Los Gallegos de Caracas vivían en condiciones sociales y sanitarias deplorables, incluyendo a sus líderes, convencidos todos ellos -como dice un investigador- de que deben sacrificarse al máximo por “la causa” (como llaman a la búsqueda de dinero para la organización).
A los miembros de las distintas facciones los une un tatuaje que no solo indica su adhesión a la organización criminal, sino también su nivel dentro de la escala jerárquica del mismo. Aunque en Venezuela es frecuente que ese tatuaje sean una o más estrellas en los hombros, lo que se ha observado en Chile es que los soldados, los de más bajo nivel, poseen por lo general un tatuaje que solo muestra un fusil AK-47, el que se tatúan en alguna pantorrilla, en el cuello o en un brazo.
Los de nivel medio llevan el mismo AK-47, pero sobre este figura una calavera que posee una suerte de máscara antigás. Los de mayor nivel, por lo general, llevan la calavera y dos fusiles como tatuaje.
Otro elemento distintivo de Los Gallegos de Caracas es su secretismo. Ninguno de ellos habla con la policía o los fiscales, pero en las audiencias efectuadas vía zoom (pues todos los detenidos están repartidos en distintos penales) los fiscales y policías se dieron cuenta de que algunos de los imputados efectuaban movimientos con sus manos en frente de las cámaras, como si estuvieran usando una especie de lenguaje de señas propio, que los llevó a concluir que se estaban transmitiendo información de un penal a otro.
La violencia es un sello de todos quienes forman parte del Tren de Aragua y sus satélites y esta se expresa de distintas formas: por medio del sicariato, del tráfico de drogas o de la trata de mujeres con fines de explotación sexual, que es el negocio base de Los Gallegos de Caracas.
“Allí donde están, hay mujeres que son obligadas a prostituirse y a entregar una ‘vacuna’ semanal a los encargados de ellas” relata una fuente policial.
La “vacuna” es, en efecto, una suerte de impuesto, un cobro semanal que cada una de las explotadas debía entregar. Si no pagaban, eran secuestradas y llevadas a la casa de torturas que el grupo mantenía en el cerro Chuño, donde eran amarradas, amordazadas y amenazadas con armas de fuego, si es que no recapacitaban, como sucedió con una de ellas, quien estuvo secuestrada e intimidada toda una tarde en dicha vivienda, hecho que quedó grabado en video.
En el caso de Los Gallegos de Caracas el sujeto a cargo de captar a las mujeres y cobrar la “vacuna” era Mervin Fagúndez.
Aunque en el organigrama del grupo figura un poco más abajo que Jorve Galavis García y que Yoneiker Paredes Fagúndez, su importancia era capital. Por cierto, aún no ha sido posible establecer si Mervin y Yoneiker son parientes. Todo indica que sí, pero ambos (que actualmente están presos) no han cooperado en lo más mínimo. Tampoco ayudan las autoridades venezolanas, las que simplemente no entregan mayores antecedentes de los sujetos detenidos en Chile.
Sepultado vivo. El 17 de junio del año pasado la PDI comenzó a ejecutar las detenciones de los distintos miembros de Los Gallegos de Caracas allanando varios inmuebles del cerro Chuño. Tal como lo señaló en su momento el Fiscal Regional de Arica y Parinacota, Mario Carrera, “encontramos aquello que veníamos a buscar: armas, granadas, un cadáver, municiones”.
En efecto, en una de las mediaguas, ubicada en calle Morrillos, los policías y fiscales encontraron sepultado el cuerpo de uno de los miembros del grupo, José Alejandro Niño Graterol, de 21 años, crimen que ocurrió algunas semanas antes del hallazgo de su cadáver. Niño fue golpeado y sepultado vivo, como un mensaje ominoso de lo que sucedería con cualquiera que se escapara de la disciplina casi militar que se imponía al grupo.
Además, encontraron numerosas armas de fuego, balas, todo tipo de drogas, así como un laboratorio artesanal destinado a producir drogas y muchos teléfonos celulares.
Cuando detuvieron a Galavis este, al verse rodeado, no intentó huir ni nada parecido, sino que dedicó los escasos segundos de libertad que le quedaban a partir en dos su smartphone, consciente de que allí la PDI encontraría evidencia incriminatoria.
De hecho, no se preocupó por deshacerse de los 3.6 millones de pesos que escondía en su rancha, distribuidos en sobres, ni de los tres cuadernos en que, como cualquier empresa, había un detallado registro de los ingresos y egresos del grupo, no solo por la trata de mujeres o el tráfico de drogas, sino también por conceptos como “viáticos”, “insumos” y otros. En el ruco de Galavis se encontraron, además, municiones, más de 600 gramos de pasta base y un chaleco antibalas.
Un homicidio, un dron y una fuga. Yoneiker Paredes fue ubicado un mes más tarde, debido a su participación en un homicidio. Este ocurrió cuando el chileno Marco Antonio Peña Olivares, de 50 años, llegó hasta uno de los pasajes del lugar a adquirir drogas. Sin embargo, según versiones policiales, se encontró con un grupo de venezolanos que le exigieron la consabida “vacuna” para poder comprar, lo que derivó en una discusión, la que culminó con el crimen.
Uno de los agentes encubiertos de la PDI que seguía residiendo en el cerro Chuño averiguó rápidamente que los autores eran miembros de Los Gallegos y que en el asesinato había actuado Paredes, junto a otros dos sujetos. A esas alturas, la PDI ya había instalado tres GPS que rastreaban los movimientos de algunos de los autos que usaba el grupo, en este caso un Mazda, al cual siguieron telemáticamente y también con drones, hasta que llegó al motel “Cabañas del Río”, ubicado en el sector de Azapa.
Allí estaba Yoneiker Paredes, en compañía de Jorvis Parra Viloria. Junto a otros dos individuos abordaron otro automóvil Mazda (un Demio) y la PDI los comenzó a seguir hasta el sector norte de Arica. Allí los intentaron detener con una barrera de vehículos policiales, pero los sujetos chocaron a dos de ellos y de paso intentaron arrollar a un detective, que resultó con diversas lesiones.
Luego de una larga persecución, tres de los ocupantes del Demio se bajaron e intentaron deshacerse de un bolso que portaban (en el cual había cuatro pistolas, dos de ellas Glock), pero todos terminaron arrestados.
A partir de ese momento solo restaba por detener a algunos miembros de menor entidad de la banda, así como a Mervin Fagúndez, pero la PDI tenía claro que no sería sencillo, pues en los seguimientos que le habían hecho lo habían detectado custodiado hasta por 12 sujetos, lo que daba cuenta de la importancia que tenía dentro de la organización criminal.
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Consultor e Investigador internacional de Crimen Organizado. Autor de “Un virus entre sombras”. La expansión del crimen organizado y el narcotráfico en Chile.
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