Es posible que el mayor error de la Convención Constitucional vaya a ser violar sus propias reglas, discutidas ampliamente durante casi seis meses, a propósito del rechazo del pleno a la insistencia por 4/7 por parte del Congreso de diputadas y diputados frente a una discrepancia con la Cámara de las regiones.
El resquicio de llevar un tema que ha sido rechazado en el pleno a otra comisión para que vuelva a proponerlo en el plenario, representa una burla a la buena fe con que debe desarrollarse el debate constitucional y sienta un peligroso precedente para la continuidad del proceso por cuanto la mutua confianza entre los convencionales acerca del respeto de ciertas reglas mínimas dadas por ellos mismos, queda quebrada.
Es particularmente importante buscar ciertos consensos cuando se entra en la fase final y se van a proponer las normas transitorias, que como sabemos pueden llegar a ser más importantes que las permanentes.
No obstante lo anterior, es evidente que el rechazo de la insistencia del Congreso de diputados por 4/7 deja un vacío en la dinámica legislativa ya que si no hubiera acuerdo entre ambas cámaras o en una comisión mixta, no habría un método de resolución para seguir adelante con la tramitación del proyecto de ley.
La cuestión entonces tiene que definirse, pero conforme a un mecanismo aceptado por todos y no uno impuesto unilateralmente por quienes perdieron en el pleno su propuesta original. Probablemente el mejor camino sea que la Comisión de Armonización identifique esta y otras incongruencias que hayan quedado abiertas y proponga al pleno soluciones que sean aprobadas por 2/3 de la asamblea.
La convención constitucional arriesga, lo sabemos todos, un gran fracaso en el plebiscito de septiembre. Ello sería el resultado, por una parte, de las conductas de los propios convencionales que no han dejado pulsiones por satisfacer y por otra, de normas excesivamente radicales o refundacionales que desprecian o desconocen la tradición, la cultura institucional del país y el sentido común. Resolver mal este incordio puede ser fatal para la propia el proceso constituyente.
Los chilenos estamos frente al dilema de aceptar o rechazar la propuesta constitucional de la convención. Sería verdaderamente temerario que la mayoría de la Convención se diera un nuevo gusto cuando todos los estudios de opinión muestran una gran desconfianza en ella y el rechazo a su propuesta parece ser mayoritario.
La descomposición política y el sombrío panorama económico están detrás del cambio de la retórica del gobierno boliviano respecto de Chile, explicitado en la reciente celebración del Día del Mar. La reiteración discreta de la aspiración histórica de los últimos años ha dado paso al chantaje.
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