-Juan Luis Ossa convocó a un grupo de intelectuales y académicos a armar un relato para Sichel y la derecha. ¿Cómo fue esa experiencia?
-La experiencia con el grupo que convocó Juan Luis fue muy positiva. En parte, porque su invitación fue pensar no sólo en lo inmediato, sino también en el mediano y largo plazo, a partir de una convergencia de tradiciones conservadoras, liberales y socialcristianas. El resultado fue un breve libro, “La sociedad de bienestar”, donde se articula un diagnóstico con algunos ejes de acción y de reforma social, a partir de una reivindicación crítica de los últimos 30 años. Ahora, otra cosa es cuánto logró impactar ese trabajo en el mensaje político del candidato. A mi entender, poco y nada, por desgracia. Pero en eso yo también hago una autocrítica.
-¿Haces un mea culpa?
-Quizá hubo un exceso de optimismo. Me explico. Con el Frente Amplio y el PC bien posicionados, con una centroizquierda que ha abdicado de su obra y con un gobierno en el piso, a mí me pareció lógico intentar apoyar desde los contenidos al candidato que ganó la primaria de la centroderecha. Pero, aunque siempre fue un apoyo acotado al trabajo de contenidos y condicionado al respeto de las diversas tradiciones del sector, hay personas que leen estos apoyos como si fueran un cheque en blanco. Y el problema es que, para quienes participamos del debate público en calidad de observadores comprometidos, eso sencillamente no es posible. Desde ese rol uno es fiel a ciertas tradiciones políticas e intelectuales, pero no a una candidatura, no a cualquier costo, al menos.
-Con el giro de la campaña de Sichel hacia un discurso más duro contra Kast y el mundo conservador, hubo molestia entre gente del IES como tú. ¿Por qué?
-Mis críticas a Sichel y su comando no tienen que ver con el intento de diferenciarse, eso es lógico en una campaña. Pero una cosa era diferenciarse del proyecto de JAK y otra muy distinta atacar a quienes abrazan ideales diferentes al progresismo ambiente: lo primero era sensato, lo segundo dispararse en los pies, considerando que es el candidato de una coalición de centroderecha. Su problema fue precisamente olvidarse que es el candidato de una coalición y, sobre todo, el confundir ser conservador con ser extremo. En ese sentido, a ratos su mensaje ha recordado el frustrado proyecto de Amplitud. Ya sabemos cómo terminó esa historia.
-¿Sigues pensando que Sichel es la mejor carta del sector? ¿O Kast identifica de manera más asertiva o clara los valores del mundo conservador?
-Creo que se terminó produciendo un vacío, muy perjudicial en las circunstancias que vive el país. El proyecto de la centroderecha no debiera ser ni abiertamente progresista (para eso está la izquierda), ni nostálgico de un pasado que no volverá. Lo que falta aquí es articular una mirada cultural propia con un proyecto comprometido con la democracia constitucional y con las reformas sociales que demanda la sociedad chilena. Eso aún no aparece.
-¿Y qué opinas, en concreto, de la candidatura de Kast?
-En términos coyunturales, su programa tiene problemas muy graves, como las ideas de cerrar Flacso, clausurar el INDH o ampliar el Estado de excepción de emergencia. Quien quiera que se tome en serio los límites del poder político debe mirar con recelo ese tipo de agendas. Ahora, en términos más de fondo, la narrativa del Partido Republicano recuerda el proyecto histórico de la UDI o, incluso más, de la UDI de los 90, para ser precisos, tanto en temas económicos como en su visión de la dictadura y de la historia reciente. Es cierto que hay personas o grupos de oposición que caricaturizan en exceso, o que niegan incluso la posibilidad del disenso político. Pero también es indudable que esos problemas y esos rasgos están presentes en el proyecto del Partido Republicano.
-La derecha tiene en la práctica dos candidatos, uno de los cuales (Kast) no participó en las primarias del sector. Sin embargo, la regla era clara: quien gana (Sichel) recibe el apoyo de la coalición. ¿Crees que esto evidencia cierto desdén por la institucionalidad de parte de la derecha?
-Sin duda. Es evidente que Sichel ha cometido errores graves en su relación con los partidos, pero las culpas son compartidas y los compromisos hay que cumplirlos. Lo contrario puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Por lo demás, si algo tiene hundido a la centroderecha partidaria es el cortoplacismo
-¿Piensas que los que se han ido hacia Kast en la UDI y RN son oportunistas?
-Quizá más de alguno lo hace por convicción, eso nunca puede descartarse. Recordemos que Sichel y su entorno han denostado sistemáticamente el impulso conservador inherente a la centroderecha. Pero ni los parlamentarios ni los dirigentes de partido son meros votantes. Ellos deberían ser los primeros en cumplir sus obligaciones. Al ignorarlas sólo erosionan aún más la situación de la coalición.
-Sichel ha moderado sus críticas a Kast. ¿Te parece suficiente?
-Me parece que el ánimo de todos los candidatos, no sólo de cara al balotaje, sino para la primera vuelta, debería ser justamente lo que más ha faltado en esta campaña, que es poner sobre la mesa los aspectos programáticos. No se trata sólo de ser más amigable o más duro. Lo que permite un diálogo, y también un debate de verdad, es poner las ideas por delante. En términos futbolísticos, ir a la pelota y no al jugador. En eso, creo que todos siguen al debe.
-Sichel se ha mostrado cambiante, a veces muy crítico hacia el mundo conservador, luego conciliador. ¿Revela inconsistencia?
-Creo que ese fue su principal error. Al confundir ser extremo con ser conservador, Sichel no sólo desconoció las ideas y las bases propias de su coalición, sino que perdió la oportunidad de articular una renovación política y generacional como la que se requiere para enfrentar al proyecto del PC y el Frente Amplio.
-Kast niega o subvalora el malestar ciudadano. ¿Sería un presidente débil, con una compleja gobernabilidad?
-Así como están las cosas todo indica que cualquier candidato va a tener problemas de gobernabilidad. Ahora, dicho eso, es curioso lo del mundo de JAK en este plano. Por un lado, parecieran haber captado mejor que otras candidaturas las percepciones ciudadanas en materia de migración u orden público, pero esa misma variable suele perderse de vista en su entorno a la hora de pensar en la crisis de octubre. El estallido tuvo un componente de violencia, saqueo y vandalismo injustificable, pero también una inédita movilización social, una protesta pacífica, que no surge de la nada. No advertirlo revela un punto ciego muy preocupante.
-¿Crees que Sichel ofrece mayor gobernabilidad en tiempos convulsos?
-Más que Sichel, que ni siquiera ha podido manejar bien las relaciones con su coalición, me parece que en el contexto actual, ante la abdicación de la centroizquierda, la centroderecha tenía la oportunidad de ofrecer un proyecto político se tomara en serio todas las prioridades ciudadanas al mismo tiempo, y no sólo algunas de ellas en forma selectiva: pensiones y salud, pero también orden público y delincuencia. Certezas en todos los planos, por decirlo así, lo que suponía un auténtico reformismo como alternativa ante los afanes refundacionales. Pero eso, por desgracia, ha quedado en entredicho. Al parecer falta mucho tiempo para estar en presencia de un proyecto que logre ofrecerle estabilidad al país.
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