Esta semana el ministro Giorgio Jackson sugirió que la escala de valores y principios de su generación es superior a la que le antecedió. En corto, dio a entender que su coalición es mejor que las demás. Así de simple, así de sencillo. Y aunque el ministro después se tuvo que retractar, por la conmoción política que causaron sus dichos, para nadie es sorpresa que lo que dijo es exactamente lo que piensa.
Es evidente que Jackson y los suyos están convencidos que ellos, y nadie más que ellos, son la salvación que el país necesita.
Si bien la sensación siempre ha permeado, es imposible negar que no fue hasta el estallido social que adquirió fuerza. Pues fue solamente tras el socavón institucional que la naturaleza mesiánica del Frente Amplio salió a la luz del día. La coyuntura no solo les permitió exacerbar la crítica contra el modelo que venían haciendo hace años, sino que también darle tracción por medio de la individualización de responsabilidades. Es el caso del manoseado “no son treinta pesos, son treinta años”, que atentó directamente contra la obra de la Concertación.
La coyuntura le permitió al Frente Amplio ganar masa crítica. Con eso, los partidos de la coalición pudieron salir, capturar y convencer a buena parte de lo que hoy es su base dura: jóvenes y minorías a las cuales se les prometió el cielo, el mar y la tierra. Vulnerables, y probablemente persuadidos por la idea de que, “si no tenían nada, no tendrían nada que perder”, se sumaron a la causa, izando banderas políticas de un grupo de estudiantes que por esos días aún ensayaban los argumentos que luego usarían para tomarse el poder.
Eso explica por qué el Frente Amplio encontró tanto éxito tras el estallido social y la pandemia: como oposición, no necesitaban un plan, solo requerían orientar su estrategia a criticar todo lo que se les cruzara por delante: a los gobiernos de la Concertación, a la derecha, a las AFP, a las Isapres, a los Carabineros, e incluso los tratados de libre comercio. Se hicieron expertos en criticar todo lo que no hicieron. Increíblemente, criticaron hasta la forma en que se negoció la salida de la dictadura, y la manera en que se reconstruyó la democracia.
Hoy, se desnuda el truco. Las críticas eran para llegar al poder, no para mejorar los problemas de los chilenos. Todo lo que hicieron como oposición lo hicieron con el solo fin de retirar a quienes habían ocupado legítimamente el poder antes que ellos. Todo lo que hicieron lo hicieron solo por ambición. Permitieron que se destruyera el centro de la ciudad, que se reventará el fondo de ahorros previsionales, que se instalará la idea de presos políticos y que se facilitara la entrada de migrantes ilegales, solo para ganar una elección.
Hoy, en el poder, demuestran que tienen serias dificultades para hacer hasta lo más mínimo. Si no fuera por una saludable y sólida base de administradores públicos y funcionarios de planta, el país estaría absolutamente descarrilado. La banda de Jackson es experta en identificar problemas que no saben como solucionar. Hoy, en el gobierno, con suerte se logran hacer cargo de las cosas que transversalmente les importan a los chilenos: la delincuencia, el narcotráfico, el alto costo de vida y los alimentos, y la crisis migratoria.
La mediocridad tiene un costo. Hoy, solo la izquierda dura y la base del Frente Amplio apoya unitariamente la gestión del presidente. Todos los demás han pasado a desaprobarlo o derechamente a la apatía política. Y con justa razón, si todo lo que hace el gobierno parece ser improvisado. Los errores -no- forzados son increíblemente frecuentes, y no hay señales de que el gobierno quiera corregirlos. Basta ver a la ministra del Interior para entender lo que es tropezar una y otra vez con la misma piedra.
Solo esta semana cuatro ministros de gobierno tuvieron que pedir flagrantes disculpas públicas; la jefa política Izkia Siches tuvo que disculparse por decirle a los diputados que “se pegaron en la cabeza”, el ministro de Hacienda Mario Marcel tuvo que pedir perdón por comprar flores sin boleta, el ministro de Economía Nicolás Grau tuvo que disculparse por sostener que la inflación beneficia a las Pymes, y el mismo Giorgio Jackson, ministro de la Segpres, tuvo que pedir perdón por declararse de mayor estatura moral que sus pares.
Aunque son muchos los que ya se han dado cuenta del desenmascaramiento, hay tantos otros que siguen presos de los compromisos que hicieron con la otrora oposición. Y es que, por lo mismo, ellos también son cómplices del desgaste de la sociedad civil y la erosión de la democracia que en que se está incurriendo. Es el caso, por ejemplo, del Colegio de Periodistas, que se cuadró con el Frente Amplio para la elección presidencial, pero que cuando tuvo que salir a defender la libertad de prensa, por lo ocurrido con Matías del Río en TVN, brilló por su ausencia.
Lo mismo va para el Colegio Médico, el Colegio de Profesores, y todas las ONG que se ocupan de temas políticos, económicos, migratorios, y de seguridad. Todas ellas siguen en silencio ante la desgracia que tiene secuestrada al país. Hoy los chilenos no están mejor que antes. Da lo mismo el indicador que se escoja, hoy, todos los datos apuntan a que los chilenos se sienten más inseguros, con más preocupaciones de salud, con peores prospectivas de jubilación, y en decadencia generalizada.
Quienes piensan que tienen superioridad moral suelen pensar que tienen chipe libre para equivocarse y pedir perdón cuantas veces quieran, y que se les perdonará. Lamentablemente, no es así. Llegará el momento en que los chilenos digan basta. Si el gobierno no enmienda su rumbo inmediatamente, estará avanzando derecho hacia ese abismo. Por mientras, seguirán sumando errores y disculpas. Al menos ya han dejado en claro que no son moralmente superiores. Tras la máscara del autoengaño, había solo un truco.
Siempre habrá movilizaciones y protestas -no sólo si gobierna la derecha-, y estará latente la posibilidad de que en algún momento converjan en algo masivo. Pero apostaría que difícilmente se darán las condiciones para excesos de violencia, por el descenso vertiginoso del apoyo social a todo lo que signifique desafiar el orden público.
¿Es mayor la chance de Tohá que la de Jara de pasar a segunda vuelta, lo que implicaría desplazar a Matthei o a Kast? Mayor, sin duda. Le favorecen sus credenciales concertacionistas y la experiencia como parlamentaria, alcaldesa y ministra. Está en condiciones de debatir con solvencia sobre el futuro del país. Si, además, no […]
Mientras Kast avanza con paso firme, Matthei navega entre múltiples registros, sin terminar de consolidar un perfil presidencial reconocible. En tiempos de definiciones, los electores no premian la ambigüedad calculada: tienden a votar por la coherencia. Quizás sea tiempo de un cambio de estrategia, porque en el pasado la centroderecha ya ha pagado caro la […]
No hay una meta específica o un indicador cuantitativo con el que se pueda medir el desempeño de un eventual gobierno del Partido Comunista. Menos aún algún indicio de cómo se pretende hacer lo que Jara propone o cuánto costaría. Los únicos números en el documento son el 1 de la primera medida, el 2 […]
Si gana Tohá, es más probable que el PC se arrime a su lado, para no tener que enfrentar una competencia legislativa incierta. Pero si gana Jara, el Socialismo Democrático saldrá con todo a tratar de recuperar lo que ha perdido en los últimos años, sin más ánimo de colaborar o proveerle cobijo a un […]