Hace apenas 13 años, en 2009, Gabriel Boric era el presidente del centro de estudiantes de Derecho de la U. de Chile, y ganó notoriedad al encabezar la toma de la escuela, en alianza con algunos profesores, entre ellos Fernando Atria y Davor Harasic, para presionar la salida del decano. Dos años después, se convirtió en presidente de la FECH. De las marchas estudiantiles de entonces, surgió el Frente Amplio, en el que confluyeron neomarxistas, chavistas, filoanarquistas, feministas de última ola, ecologistas, etc.. En marzo de 2014, Boric llegó a la Cámara de Diputados, donde permaneció 8 años. Junto a Giorgio Jackson y Beatriz Sánchez, se convirtió en líder de una izquierda que se mostraba iconoclasta y dueña del futuro, y cuyo propósito visible era enterrar a la Concertación.
Es posible que, en los últimos años, Boric haya pensado que, después de pasar por el Senado y ganar mayor experiencia, podría llegar su oportunidad de aspirar a la Presidencia de la República. De ninguna manera imaginó que esa oportunidad iba a llegar tan pronto, teniendo él la edad justa para cumplir con la exigencia constitucional. Incluso, cuando inscribió su postulación en la primaria con Daniel Jadue, el candidato del PC, Boric parecía convencido de que su candidatura era testimonial, puesto que la centroderecha y la centroizquierda parecían mantener la primera chance en la disputa presidencial.
La victoria sobre Jadue, en julio del año pasado, acrecentó sus posibilidades. En noviembre, la centroderecha y la centroizquierda quedaron fuera de carrera, y Boric, con solo 25% de los votos, pasó a segunda vuelta. Al final, José Antonio Kast terminó despertando mayores recelos en el electorado, lo que permitió que Boric triunfara en diciembre. Demostró entonces una impresionante capacidad de adaptación electoral: de líder revolucionario a postulante socialdemócrata en pocas semanas. Ricardo Lagos y los partidos de la despreciada Concertación llamaron a votar por él. Y ahí está ahora, listo para iniciar la travesía.
En la Moneda, tendrá que demostrar que el perfil de equilibrio de la segunda vuelta no era pura táctica. Cada día deberá hacer opciones sobre el rumbo de su gobierno. Y siempre surgen dificultades no previstas. Necesitará probar en los hechos que desea gobernar efectivamente para todos los chilenos. Ello le exigirá dejar atrás el izquierdismo de agitación y los gestos rupturistas. Suena rara su declaración de que encabezará un “gobierno feminista”, pero, en fin, habrá que ver de qué se trata.
Si opta por una línea que favorezca la inversión y el crecimiento, como seguramente le ha aconsejado Mario Marcel, el nuevo ministro de Hacienda, Boric deberá seguir un curso de acción que no les gustará a los agitadores del anticapitalismo que estarán dentro y fuera del gobierno, y sobre todo a la izquierda anarco/octubrista. Una orientación prudente y gradualista podría representar la diferencia entre el éxito y el fracaso. Boric necesita comprometerse con la disciplina fiscal, los equilibrios macroeconómicos y la cooperación público/privada.
Si asocia la suerte de su gobierno a lo que pase o no pase en la Convención, cometerá un error estratégico. Se trata de una embarcación que hace agua. El radicalismo refundacional está generando enorme inquietud en el país, y no queda sino reconocer el hecho rotundo de que la Convención ya fracasó como proyecto nacional, y considerar por lo tanto la posibilidad de que el pacto constitucional venga por otro lado, específicamente el Congreso. Por su propio bien, Boric debe apostar por la estabilidad institucional y los grandes acuerdos. Al fin y al cabo, si el país avanza hacia una Constitución consensuada, esta llevará su firma.
El nuevo mandatario no tendrá un gran partido a sus espaldas, y es sabido que el Frente Amplio dista de ser una estructura nacional sólida. Las fuerzas que lo apoyan no tendrán mayoría en el Congreso, y eso lo obligará a buscar apoyos aquí y allá para sacar adelante las principales iniciativas, lo cual siempre obliga a efectuar concesiones. Solo le servirá actuar con estricto sentido de la realidad. Cualquier reforma ambiciosa, por ejemplo, la tributaria, le exigirá negociar y pactar.
¿Qué papel jugará el PC? Es posible que, en la primera etapa, sus dirigentes procuren mostrar una actitud colaborativa y eviten exponerse más de la cuenta, pero si se encrespan las aguas y emerge una especie de oposición de izquierda con presencia callejera, sus lealtades oscilarán. Entrevistado por la revista SÁBADO (El Mercurio, 5/03/22), Daniel Jadue dijo: “El único riesgo que veo es que no se cumpla el programa y que volvamos a defraudar a la ciudadanía y termine siendo un gobierno más de los que prometió atender los dolores de Chile y no lo pudo hacer. El riesgo es que la gente se vuelva a desilusionar”.
El reto más duro para Boric es, ciertamente, el terrorismo en la Araucanía. Será, además, una prueba de fuego para Izkia Siches, ministra del Interior, quien, más consciente de los problemas, relativizó el viernes 4 la idea de levantar el estado de excepción en la macrozona sur al decir que “nada está escrito en piedra”. Sobre lo que sucede en la Araucanía, Jadue aportó una perla en la entrevista mencionada: “Lo que hay en el sur es la invasión de un país hacia otro país y teníamos tratados internacionales”. No serán tiempos tranquilos los que vienen. Para sobrevivir, Boric debe convencerse de que tiene que encarnar el Estado de Derecho, y eso implica no vacilar respecto del uso de la fuerza. Aunque esto no suele decirse, él necesita inspirar confianza en las fuerzas militares y policiales, que tienen la compleja tarea de dar eficacia al Derecho y, llegado el caso, defender al gobierno legítimo.
Los medios de comunicación internacionales destacarán seguramente que llega a la Presidencia el gobernante más joven en la historia de Chile. Y no faltarán las referencias al presidente Salvador Allende, debido a la supuesta condición de heredero suyo que tendría Boric. En realidad, es indispensable que él tenga presente la experiencia de Allende y la Unidad Popular: allí se concentra todo aquello que no debe hacer.
Está entrando en la historia. Lo que no podemos saber es cómo saldrá.
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