De la grandiosa superproducción medieval de Ridley Scott a la intimista película de Claudia Llosa y de allí al Chernobyl relatado por rusos anónimos hay tantas diferencias de estilo como los kilómetros y años que separan a unas de otras.
Columna de Ana Josefa Silva:
Visualmente espléndida, es evidente que Ridley Scott se esmeró en filmar como en sus mejores tiempos, cuidando con rigor los detalles de época y añadiendo algo inédito: un punto de vista femenino. Ambientada en Francia, en 1386, El Último Duelo se basa en un libro de investigación que recoge un hecho real acaecido en esa época y lugar.
Siguiendo el esquema narrativo de Kurosawa en Rashomon, Ridley Scott divide la historia en tres puntos de vista (en el filme del maestro japonés son cuatro), pero a diferencia de ese gran clásico, que es puro escepticismo, esta historia establece tres “verdades”, para cerrar con “LA verdad”.
La primera secuencia es un prólogo que anticipa el final: el duelo. De ello vemos sus preparativos y desde allí, el gran raconto que relata cómo se llegó a ese momento. El caballero Jean de Carrouges (Matt Damon), ha demostrado gran valentía en las batallas que libra para su señor feudal, el conde Pierre D’Alençon (Ben Affleck).
Con el escudero Jacques Le Gris (Adam Driver) son amigos y compañeros de aventuras
Pero el Capítulo 1 es “La Verdad de Jean de Carrouges”.
Tras participar en luchas sangrientas, a su regreso llega a acuerdo para casarse con Marguerite (Jodie Corner): la discusión son las tierras que ella aporta como dote. Luego, Jean perderá las tierras de su padre, cuando este muere.
Por ahí comienza la enemistad con LeGris, quien se ha convertido en la mano derecha de D’Alençon.
Una invitación a una fiesta de bautizo, a la que Marguerite lo alienta a asistir, parece ser la oportunidad para que los amigos se reconcilien.
Posteriormente, tras ausentarse del castillo, a su regreso, su mujer le cuenta que estando sola, ha llegado LeGris y la ha violado.
La segunda parte será la historia desde el punto de vista de LeGris y la tercera, será la de Marguerite, La Verdad.
Más que grandes cambios en las versiones, en cada capítulo se agregan algunos hechos y sobre todo se va subiendo el voltaje de la violencia. No solo aquella visual —a la que Scott le dedica primeros planos— sino aquello que tiene que ver con la barbarie medieval en torno a la fe y su retorcida interpretación del cristianismo y sobre todo el trato hacia la mujer.
Este es un punto relevante que atraviesa la película pero que explosiona y le añade mucha tensión a los tramos finales.
El caso llega a la Corte del Rey Carlos VI y se organiza un juicio en el que una mujer tiene mucho que perder, algo con lo que la propia Marguerite no contaba. En realidad, lo que está juzgándose es “un caso de abuso contra la propiedad”, por cuanto ella es una pertenencia de Jean.
La cruenta secuencia del duelo es lo mejor logrado de la película: consigue grandes momentos de tensión y suspenso.
Si Ridley Scott no nos ha ahorrado sangre —humana y animal— en todo el filme, acá la crueldad se vuelve explícita. Y también escalofriantemente sugerida.
El horror del Medioevo en toda su esplendorosa oscuridad.
El Último Duelo | The Last Duel
Lo que ha hecho Claudia Llosa es a lo menos una hazaña: llevar a la pantalla una novela que es casi pura atmósfera, reflexiones, voces en off.
Distancia de Rescate, de la muy premiada escritora argentina Samanta Schweblin, es un relato que se mueve entre lo onírico, lo fantasmagórico y el reclamo real del desastre ecológico.
La cineasta peruana —que escribió el guion junto a la autora— consigue plasmar el espíritu que circula por esas páginas y que tiene que ver también con la maternidad.
“Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo ‘distancia de rescate’, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola, aunque siempre arriesgo más de lo que debería”. Es uno de los párrafos de la novela.
El resultado es una película profundamente perturbadora, que transita entre la realidad y lo fantástico sin aviso. Una fábula que es un thriller y un drama intimista, con elementos del género de terror, pero aquel sugerido, el que es capaz de inquietar a un espectador atento y sensible.
Filmada entre Puerto Varas y Pucón, sigue a Amanda (María Valverde), quien llega con su pequeña hija Nina a un tranquilo sector rural en Argentina. En esa casa rodeada de naturaleza bucólica, de pronto va notando que nada es lo que parece. La realidad se desdibuja hasta hacerse inasible, mientras se agigantan los miedos internos que han estado allí, al acecho.
En el lugar conocerá a otra madre, Carola (Dolores Fonzi), con quien comparte esos temores difusos que no son sencillos de nombrar.
Distancia de Rescate en realidad no tiene casilla donde insertarla ni motes con que rotularla.
Eso mismo que la hace única y asombrosa le resultará inasible a no pocos espectadores.
Distancia de Rescate | Fever Dream
Sobre el desastroso accidente nuclear sucedido el 26 de abril de 1986 en la Central ubicada al norte de Ucrania (en ese entonces, parte de la URSS) se han hecho varias producciones.
La más conocida, la premiada miniserie Chernobyl que estrenara HBO en 2019.
Allí se intentó reconstruir lo más fidedignamente posible qué y cómo había ocurrido; seguir las pistas de las responsabilidades —tanto individuales y colectivas como políticas—, exponer las dramáticas consecuencias y examinar las decisiones que se tomaron.
Aunque tras su éxito mundial se suscitó una cierta polémica y se dijo que ya llegaría la “versión rusa”, lo cierto es que nadie desmintió la exposición de hechos relatados en la serie.
Es más, un sobreviviente entrevistado por la BBC, el ingeniero Oleksiy Breus, quien llegó a la planta la mañana siguiente a la explosión del reactor nuclear, corroboró, en términos generales lo que allí aparecía (hizo reparos menores).
Ahora se estrena Chernóbil, la película y su director, el también actor ruso Danila Kozlovskiy, ha dicho que la suya no es en absoluto una respuesta a la miniserie, por cuanto es un proyecto que tenía en mente antes de que saliera al aire la producción de HBO.
Se trata de una ficción que pone el foco en el drama humano, en las personas comunes y corrientes que vivieron esta tragedia.
Es la épica de los seres anónimos.
En este sentido se complementan con la serie.
Ya en su inicio queda de manifiesto esta vocación: Olga, una peluquera de la ciudad, se reencuentra con Alexei (encarnado por el mismo Kozlovskiy), un bombero que viene llegando al lugar y con quien hay una historia pendiente. No se ven hace 10 años.
Es un prólogo luminoso, con paseos al aire libre en parques arbolados.
Pasado un tiempo, Alexei pide su traslado a Kiev. Pero el destino dirá otras cosa: el día que debe abandonar la ciudad, se produce el desastre.
Hay un buen manejo del suspenso y en varias secuencias el director recurre al montaje rápido, que pasa de primeros planos que capturan emociones en los rostros, a planos generales, aún en espacios cerrados.
Lo que predomina es aquella cámara que captura lo íntimo, lo que están experimentando y sintiendo las personas.
Cuando ya se ha desatado esta tragedia cobra relevancia y mucho sentido aquel prólogo, como un reflejo de esa vida normal que de un día para otro se transforma en un infierno.
Chernóbil, la Película finalmente nos relata una historia personal y nos refiere a ese destino ineludible que hay en toda tragedia.
El filme cierra con un poema/canción que alude a ello:
“Nunca hagas promesas/ porque el destino decide tu vida.
“En esta vida no hay vuelta atrás.
No puedes retroceder el reloj”.
Como ficción que es, se permite ciertas licencias.
Dato: el director Danila Kozlovskiy, nacido en Moscú, tiene 35 años. Ha participado en más de 20 filmes y estuvo en una de las temporada de Vikingos (The History Channel).
Chernóbil, La Película
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