De 2023 a 2024: un mundo en llamas (y cómo navegarlo). Por Paz Zárate

Abogada internacionalista
Créditos: Agencia Uno (ensayo de los fuegos artificiales en Valparaíso)

En 2023, se hizo difícil enumerar las crisis internacionales, y el horror se hizo a menudo intolerable. El ejercicio de escapismo de la Revista Time en su nominación de persona del año resulta fútil: ni Taylor Swift ni nadie puede aplacar la brutalidad y desolación del 2023. Por el contrario, las sombras del 2023 amenazan con extenderse al 2024. El panorama es desolador.


En Ucrania, la guerra no tiene prospectiva de salida. La contraofensiva ucraniana tuvo escaso resultado en 2023, y la existencia de otro conflicto en Medio Oriente complicará aún más las cosas, pues sólo hay una cantidad limitada de atención y armamento que Occidente puede dispensar a aliados. Además, Rusia logró usar el agua como arma de destrucción masiva mediante el ataque a una represa, China y otros países continúan ayudando a evadir el efecto de las sanciones, y la insurrección del grupo Wagner tuvo un final feliz para Putin. En efecto, éste se prepara para ser “reelegido” como Presidente otra vez: un eufemismo para anunciar que su dictadura se extenderá al menos seis años más, completando ¡31 años! a la cabeza del gobierno o del Estado (desde 1999). El tiempo juega en favor de Putin: a casi dos años de la invasión rusa, la fatiga global puede traducirse en presión a Ucrania para aceptar la pérdida de parte de su territorio como salida al conflicto.

Si alguien ganó con la guerra en Ucrania ha sido Venezuela, que ha visto suavizarse las sanciones en su contra como consecuencia del aumento de los precios mundiales del petróleo; y se apronta para una elección, en un proceso que nuevamente no dará garantías. Venezuela declara encontrarse en “transición hacia el modelo chino” (probablemente no sólo económico), y tal es la seguridad de sus alianzas (con China, Irán, Rusia y Corea del Norte, entre otros), que el dictador Maduro se permitió recientemente desafiar en grande al sistema internacional. Ha anexado administrativamente dos tercios del territorio de Guyana, su vecino, el mismo donde se han descubiertos amplios depósitos de petróleo de alta calidad, y no obstante estar en curso un proceso judicial ante La Haya sobre la frontera. Que esta anexión administrativa se vuelva militar no es descartable. Hoy, el silencio de los presidentes latinoamericanos ante la anexión por decreto de gran parte del territorio de un vecino, es ensordecedor, pero no extraño: un rifirrafe con Maduro podría significar que éste se niegue recibir de vuelta a algunos de los más de siete millones de migrantes venezolanos que circulan en otros países.

Al otro lado del mundo, Arabia Saudita es otro beneficiado de la crisis energética. Hace un mes, y no obstante el potencial de expansión de la guerra en Medio Oriente, 119 países (de un total de 182) favorecieron la opción saudí para organizar la Expo Mundial 2030. Que un evento global destinado a abordar desafíos universales se realice en un país caracterizado por la tutela masculina sobre las mujeres y la represión de la sociedad civil (incluyendo el asesinato a periodistas), a pocos parece importar. Como pasó con el último Mundial de fútbol (Catar 2022), o las Olimpíadas en Rusia (Sochi 2014), es posible comprar voluntades para que eventos culturales o deportivos laven un historial de violación de derechos esenciales. Todo eso, sin contar que Arabia Saudita lleva a cabo – junto a Emiratos Árabes- una campaña militar en Yemen, donde ataques aéreos ilegales han matado a miles de personas.

En China, Xi Jinping, el gobernante más poderoso desde Mao, está reforzando su autoridad a todo nivel. Esto se traducirá en el 2024 en actitudes más belicosas que las habidas en 2023: incluso a sus diplomáticos se les ha pedido formar, literalmente, un “ejército de hierro”. La “lucha” contra Occidente es una expresión cada vez más usada por la dirigencia. El terreno para el “no alineamiento” (la vista gorda) se irá reduciendo a medida que esta lucha se amplía a terrenos que exceden lo comercial (por ejemplo, el riesgo de utilización de datos de ciudadanos de terceros países, obtenidos mediante celulares o apps, o el control ejercido mediante estaciones de policía creadas en terceros países).

En este escenario, la posible invasión de Taiwán sería un hito, abriendo otro conflicto en el Pacífico. A ello podría colaborar, desde la perspectiva china, una nueva presidencia de Trump en Estados Unidos, cuyo conocido desprecio por la legalidad nacional e internacional se ha profundizado.  Trump parece cercano no sólo a ser el candidato Republicano sino Presidente, no obstante los múltiples procesos judiciales en su contra por ilícitos graves. El daño que haría al Estado de Derecho y a la reputación del país el que un condenado por atentados contra la democracia y la seguridad nacional llegara a la Presidencia y se perdonara a sí mismo, es inconmensurable.

Y finalmente en Israel, durante todo el 2023 la agenda de reformas impulsada por Netanyahu encontró amplia resistencia popular, pero fue igualmente aprobada por el Parlamento. La polarización ha debilitando el funcionamiento del Estado de Derecho y también las alianzas: incluso se temía que el país fuese sacudido por una guerra civil. Lo que vino fue mucho peor: una guerra con el grupo terrorista Hamás, que ha involucrado por un lado la mayor masacre de judíos desde el Holocausto y el mayor secuestro de rehenes civiles de la era moderna, y por otro, 20.000 muertos en Gaza como resultado de la campaña de bombardeo más destructiva en un siglo. La oposición a Netanyahu debiera empujar su salida, siquiera porque con él a la cabeza apoyos estratégicos importantes se están diluyendo. Además, la posibilidad de que el conflicto se amplíe regionalmente continúa, partiendo por el Líbano.

El 2024 podría ver una creciente volatilidad donde instituciones multilaterales, alianzas y cadenas de suministro se fragilicen por embates populistas a medida que la incertidumbre económica insufla nuevos bríos a conflictos subyacentes (Egipto, separatismo en España y Reino Unido), influye en elecciones fijadas este año para 64 países más la Unión Europea (casi la mitad de la población mundial), y gatilla golpes de Estado (como los habidos recientemente en Níger, Gabón, Burkina Faso y Mali) y/o flujos migratorios (ojo con Argentina, donde además del shock económico el nuevo gobierno aspira a gobernar por decreto o plebiscito, y criminalizando la protesta).

Frente al convulso panorama global y regional, la situación de Chile, pese a todos sus problemas, puede generar un poco de esperanza. Con el proceso constitucional cerrado, las dirigencias políticas deben poner todos sus esfuerzos en luchar contra el crimen organizado y la corrupción, prepararse para las emergencias que cada tanto impone la naturaleza telúrica de nuestro suelo, atacar la profunda crisis post-pandemia de los sistemas educativo y de salud, y dinamizar la economía mediante el provecho de todas las oportunidades que nos ofrece nuestra red de tratados de libre comercio e inversión, diversificando mercados y reduciendo vulnerabilidades ante factores de riesgo geopolítico internacional que se están extendiendo en el tiempo. Y gracias al retorno en marzo 2023 de nuestra Cancillería a su línea histórica de trabajo, esta red -orgullosamente la más amplia del mundo- ya no es cuestionada en su legitimidad (como lo fue el 2022), sino que ha sido reforzada mediante nuevos acuerdos.

Una línea histórica de política exterior exitosa como motor de desarrollo genera un liderazgo a ser imitado entre pares (y ese ha sido el caso de Chile), además de un cierto sentido de identidad nacional. Y la política exterior que caracteriza a Chile no ha sido “fenicia”, únicamente de apertura económica al mundo, sino de apego a principios fundamentales apoyados como política de Estado por todos los sectores políticos.

Estos principios, como el apoyo al sistema internacional, el respeto a la soberanía territorial, y el compromiso con los derechos humanos, han sido la brújula de Chile para navegar el mundo, con seriedad y prudencia, desde el retorno a la Democracia. Con el mundo crecientemente en llamas, alimentadas por los cantos de sirena del populismo, con más fuerza debe guiarnos la misma brújula: nuestra historia.

Feliz 2024, querido Chile.

Lea también. Año 2023: Podría ser peor. Por Rafael Gumucio

 

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