Concluyeron los años de los procesos constituyentes. Terminó así un largo tránsito donde finalmente nuestra elite no logró ofrecernos, en dos oportunidades, un texto que lograra reunir a las mayorías. Y aunque los procesos electorales continuarán marcando la agenda el 2024 y 2025, existen temas que nos continúan generando ruidos de forma paralela, por ser parte de las demandas sin responder, la más importante la de nuestro sistema de pensiones. Para mí, es la última oportunidad que tiene nuestra dirigencia política para reivindicarse frente al país.
Para nuestro sistema político es su prueba definitiva. Se ha instalado, sin que nadie los presione para aquello, como un conjunto de personas que se encuentran día a día interactuando bajo sus propias dinámicas endógenas. Sabemos que el oficio de la política es la búsqueda del poder, y para lograrlo deben mostrar sus diferencias. El problema radica en que esto último lo han llevado a situaciones poco decorosas, mostrando facetas alejadas de civismo mínimo.
Sin embargo, la política también se trata de ofrecer resultados sobre los temas que interesan a los ciudadanos, y en esa tarea están al debe. Durante un tiempo fueron autocomplacientes porque lograron habilitar dos procesos constituyentes que a la postre fracasaron.
El sistema previsional es una situación particular. Existe un diagnóstico transversal sobre el agotamiento de este, e incluso sobre cuáles serían las modificaciones, no obstante aquello seguimos más o menos igual. Tres Gobiernos con sus respectivos proyectos de ley y tres legislaturas diferentes no han logrado diez años después hacer carne ni siquiera esos puntos mínimos.
Es cierto, estoy haciendo referencia a un tema en lo técnico complejo, que es árido de entender en sus distintas dimensiones, que además ha estado en revisión incluso en países que tienen distintas necesidades cubiertas, pero es insólito el tiempo que nos hemos tomado. No solo eso, hemos visto cómo se ha banalizado el debate, haciéndonos creer que todo se basa en si la plata es mía o no.
Si hay un concepto al cual nuestra elite una y otra vez ha apelado, es el de los acuerdos. Lo han hecho tanto que este ha perdido su efecto, porque a priori entendemos que no es más que una herramienta retórica. Pareciera que no existe conciencia real sobre la falta de confianza que existe en nuestra institucionalidad. Olvidan que existen ejemplos -y no pocos- donde por falta de diálogo y acuerdos, las personas optan alternativas no tradicionales, sin ir más lejos Argentina.
Seguramente el debate sobre la reforma al sistema de pensiones sea la última oportunidad que tienen para convencernos que ese deseo de acuerdos no sea solo una ilusión. Por último, deberían verlo por su propia supervivencia; el tiempo no les juega a favor y la pulsión ciudadana tampoco.
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