Diciembre 30, 2022

El Presidente Boric y el síndrome Peter Pan. Por Jorge Schaulsohn

Ex-Ante

Durante los primeros diez meses de gobierno Boric parece estar bajo los efectos de este síndrome exhibiendo una cierta reticencia e incapacidad para asumir y aceptar plenamente la circunstancia de ser el jefe del Estado; aquella persona de la cual la ciudadanía, más allá de sus diferencias políticas, espera que sea el “adulto en la habitación”, capaz de dar certezas en los momentos difíciles, de mostrar un camino, de tener un plan.


Dan Kiley, psicólogo clínico definió el Síndrome de Peter Pan como “Menwhonevergrowup”; traducido como hombres que nunca quieren crecer o, en otras palabras,” conjunto de rasgos que tiene la persona que no sabe o no quiere renunciar a ser hijo para empezar a ser padre”.

Durante los primeros diez meses de gobierno Boric parece estar bajo los efectos de este síndrome exhibiendo una cierta reticencia e incapacidad para asumir y aceptar plenamente la circunstancia de ser el jefe del Estado; aquella persona de la cual la ciudadanía, más allá de sus diferencias políticas, espera que sea el “adulto en la habitación”, capaz de dar certezas en los momentos difíciles, de mostrar un camino, de tener un plan.

Hay aspectos aparentemente inocuos en su conducta, como su informal y desordenada vestimenta, que puede ser interpretada como una especie de rebeldía adolescente, un desafió simbólico al orden preestablecido que contrasta con el estilo y tradición sus predecesores de todos los colores políticos y que forma parte del protocolo de la presidencia; un gesto que lo mimetiza con el resto de la población pero que no necesariamente es lo que Gabriel Boric necesita para suplir su falta de “gravitas”.

También está la abrupta eliminación del cargo de primera dama que forma parte de la institución de la presidencia desde principios de siglo y que fue exhibida como un gesto liberatorio feminista; pero que también puede ser vista como otra manifestación de lo incómodo y difícil que le está resultando a Boric adaptarse al cargo y aceptarlo con todas sus prebendas y cargas.

A eso hay que añadir el estilo horizontal que se impone en la toma de decisiones donde el presidente no se ve a sí mismo como el líder que toma las decisiones, sino como parte de un proyecto colectivo donde el poder queda radicado en un comité político que diluye la importancia de la figura del presidente. La consecuencia ha sido un gobierno desordenado que comete errores frecuentes y sufre derrotas parlamentarias innecesarias o por lo menos evitables.

El presidente incluso ha sentido la necesidad de conceptualizar la incapacidad de asumirse en plenitud como lo que es con la teoría de que él solo “habita la institución de la presidencia” tratando de poner máxima distancia entre su persona y el cargo que ejerce; como si eso le sirviera de excusa por las decisiones que debe adoptar y que sus compañeros de ruta pueden considerar fuera de la ortodoxia.

Una especie de mecanismo de auto defensa, de licencia ética, para decir y hacer todo el tiempo exactamente lo contrario de lo que dijo e hizo antes, lo que naturalmente debe tener un costo psicológico y político muy alto para quién llego al poder con la promesa de cambiarlo todo.

Nadie nunca pensó en Gabriel Boric como la persona más idónea para asumir la presidencia de un país sumido en la más profunda crisis social, política y económica; ni siquiera el mismo y lo dijo en varias entrevistas en las que reconoció que no estaba preparado.

Pero terminó siendo el candidato a presidente más votado de la historia con un 55.6 por ciento de los votos, aunque ese resultado siempre fue engañoso pues muchos ciudadanos votaron por Boric como el mal menor y para evitar el triunfo del ganador de la primera vuelta José Antonio Kast.

Lamentablemente para Boric los presidentes ejercen el cargo (no habitan una institución) debiendo asumir personalmente los costos de sus inconsecuencias y transacciones que muchas veces por razones de Estado deben adoptar, viéndose obligados a romper con su pasado.

Otra manifestación de la dificultad de Boric de crecer o asumir su rol de “padre” o de líder, que viene a ser lo mismo, ocurrió durante la convención constitucional. Se trataba de una cuestión existencial para él que definiría el éxito o el fracaso de su gobierno. Hacer todos los esfuerzos para que de ella surgiera un texto susceptible de ser aprobado por amplia mayoría de la población era fundamental.

Sin embargo, no fue capaz; fracasó porque nunca entendió que era su deber como presidente intervenir durante el desarrollo de la convención, extremando los límites de su autoridad, poniendo todo el peso de su cargo sobre la mesa para impedir que los partidos políticos de su coalición concurrieran con sus votos a aprobar los artículos que condujeron a la derrota del Apruebo, un desastre monumental para su gobierno.

Todo indica que no aprendió la lección; no veo aún al presidente como un líder empoderado, posesionado del cargo, capaz de manejar una situación política y económica compleja, explicándole a la ciudadanía qué es lo que quiere y necesita, cuál es su visión de futuro, su nuevo proyecto político post plebiscito de salida.

Veo un presidente paralogizado, sin visión estratégica, improvisando como cuando anunció la designación de un embajador en palestina que ya existía, llamando al presidente de la Corte Suprema exponiéndose a un portazo como ocurrió, enviando nombres de postulantes a fiscal nacional sin que tengan piso en el Senado, tolerando maniobras que ensucian el prestigio de Chile en materia de tratados de libre comercio como las “side letters”.

Creo que Boric es un político honesto, un idealista pragmático; pero con una visión cuasi adolescente de la política que teme por sobre todas las cosas decepcionar a sus adherentes que no aprecian ni valoran su pose de estadista, que es incapaz de romper sus lazos afectivos con el octubrismo al que construirá un memorial en la estación Baquedano del Metro y ahora indultó a 12 condenados por delitos graves en el 18-O y a un ex FPMR condenado por asalto a un banco, poniendo en grave riesgo el acuerdo de seguridad con la oposición liderado por Carolina Tohá. Además de ignorar las denuncias de Sergio Micco que afectaban al INDH, negar el golpe de estado en Perú y decir que los que votaron rechazo “no querían una democracia más radical”.

El presidente enfrenta al año nuevo con el nivel más alto de rechazo de que se tenga registro para un gobierno que lleva apenas 10 meses; lo que complica aún más la situación es que los ciudadanos no le creen lo que dice y dudan de sus capacidades político-técnicas para resolver los problemas que los aquejan , como lo evidencian todas las encuestas. Este no es solo un tema ideológico sino algo personal, que no se resuelve con cambios ministeriales solamente. Es el presidente el interpelado y que tiene que hacer un esfuerzo por cambiar y terminar de asumir el cargo para el cual fue elegido.

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