No se puede negar ni ocultar: en la designación de los ministros de la Corte Suprema opera el cuoteo político. Y es lógico que así sea pues el Senado es el lugar donde se busca garantizar que —en la composición del máximo tribunal— exista un equilibrio razonable entre las distintas visiones ideológicas, valóricas y culturales que forman parte de una nación. Porque si bien la justicia se supone que es ciega, los jueces no son eunucos políticos, seres neutrales carentes de preferencias valóricas, filosóficas, ideológicas o religiosas. Por supuesto el lobby tiene limites y el factor de las capacidades y credenciales de los candidatos es importantísima.
En el ojo del huracán. El sistema de designación de ministros de la Corte Suprema esta nuevamente en el ojo del huracán, a raíz de revelaciones sobre presuntos tráficos de influencia en los nombramientos de sus integrantes y organismos auxiliares de la justicia, como notarios y conservadores, en cuya designación participan.
- El tema no es nuevo y fue objeto de apasionados debates en ambos procesos constitucionales, que formularon propuestas que modificaban radicalmente al actual sistema. Como sabemos ninguna fue ratificada.
- Se pretendía eliminar el “cuoteo” político que se produce inevitablemente en el Senado, que debe aprobar por dos tercios de sus miembros la propuesta que le formula el presidente de la República; quién, a su turno, escoge de una quina que le presenta la Corte Suprema.
- Es decir, se trata de un mecanismo mixto, en el que intervienen los tres poderes del Estado y que tiene un importante componente político. Lo que obliga a una negociación entre el Ejecutivo y el Senado para garantizar la aprobación del candidato.
- Todo el proceso requiere que los interesados hagan una especie de “campaña”, no tan distinta a la que hacen los políticos cuando postulan a un cargo. Primero para ser incluidos en la quina, que elaboran sus pares del Poder Judicial, luego para ser propuestos por el presidente y finalmente, para juntar los dos tercios en el senado.
- Esto último es un proceso complejo que requiere que el postulante rinda “examen” en las comisiones del senado. Son muchos los intervinientes que actúan a nombre de los postulantes, algunos por encargo y otros de manera oficiosa. Haciendo llamadas telefónicas a personajes influyentes para pedir ayuda, quienes a su turno contactan a sus amigos o correligionarios en el gobierno, en el partido, en la corte y en el senado.
El principal lobista. Hay abogados, dirigentes políticos, parlamentarios, ministros, magistrados, que se mueven pidiendo apoyos. Desde luego el principal lobista es el ejecutivo, que por medio de sus ministros políticos debe persuadir a los senadores que voten favorablemente su propuesta.
- Los partidos políticos también negocian entre sí y a veces reclaman si creen que les toca designar a un ministro más afín a sus ideas, considerando nominaciones anteriores.
- Naturalmente, que las credenciales y la trayectoria de los magistrados es un factor importantísimo. Pero, solo hasta cierto punto, porque la competencia se da entre personas altamente calificadas, con mucha experiencia en el Poder Judicial.
- También está el factor político. Entonces el lobby es fundamental, porque como le dijo una ministra de la Corte Suprema a sus colegas en un pleno, ninguno de ellos fue nombrado por el espíritu santo.
- Este “cabildeo”, dependiendo de quien lo haga y sus motivaciones, se puede parecer mucho al tráfico de influencias que según el artículo 259 bis del Código penal se aplica al que “ejerciere una influencia indebida sobre un funcionario público para que éste ejecute u omita una acción en el desempeño de su función o cargo, de modo favorable al interés del hechor o de un tercero.
- Estamos hablando de intervenir en el proceso de nominación, como quien dice “por fuera” sin tener legitimación activa para hacerlo. Para el ministro de Justicia y Derechos Humanos se trata de “contactos impropios” que podrían ser constitutivos de delitos.
- Sobre todo para los abogados porque no hay duda de que ayudar a que un ministro de la suprema sea designado lo puede favorecer directamente en el ejercicio de su profesión, dándole una ventaja eventual frente a su contraparte.
La judicialización de la política llegó para quedarse. El meollo del asunto, lo que desata el cabildeo, por sobre cualquier otro factor, es la participación del senado en el proceso. Porque absolutamente todo lo que ocurre, se discute y resuelve en el Congreso estará siempre influenciado por la política.
- La participación de Senado en el nombramiento de los supremos es muy común en otras democracias, como por ejemplo en Estados Unidos.
- Y es lógico que así sea pues el senado es el lugar donde se busca garantizar que en la composición de la corte exista un equilibrio razonable entre las distintas visiones ideológicas, valóricas y culturales que forman parte de una nación.
- Porque si bien la justicia se supone que es ciega, los jueces no son eunucos políticos, seres neutrales carentes de preferencias valóricas, filosóficas, ideológicas o religiosas.
- El poder de la Corte Suprema es inmenso. Tiene la capacidad de influir decisivamente en las políticas públicas. Como quedó demostrado en el fallo que declaró ilegales el alza de precios de los planes de salud, con efecto retroactivo y aplicable “ultra parte”, ósea a quienes no habían interpuesto recursos de protección. Un fallo que fue muy cuestionado, que dejó fuera de juego al congreso y que está precipitando cambios profundos al sistema de salud.
- La judicialización de la política llegó para quedarse y cada vez son más los temas que terminan siendo resueltos en sede judicial.
- Hay una batalla cultural por el control de las palabras, por su significado y por la manera de definir al mundo. Una disputa por el sentido de las creencias y los valores donde el “campo de batalla” se está trasladando a los tribunales.
- Es cierto y no se puede negar ni ocultar. En la designación de los ministros de la corte opera el cuoteo político, tal como ocurre con el Tribunal Constitucional.
Un cuoteo virtuoso y necesario. En ambos casos es un cuoteo virtuoso y necesario, que no debe ser estigmatizado por que busca que la corte sea, en la medida de lo posible, un reflejo de la diversidad que hay en el seno de la sociedad.
- En esto el Senado Juega un rol fundamental e irremplazable y no tiene absolutamente nada que ver con los vicios que se han denunciado en el último tiempo, sobre tráfico de influencias, en que los llamados “influencers”, ofrecen prebendas a cambio de nombramientos, atribuyéndose con frecuencia poderes imaginarios que no tienen.
- El sistema requiere sin duda de reformas, como por ejemplo aumentar significativamente en número de ministros que no hayan formado parte de la carrera judicial.
- Pero pretender que se puede prescindir del factor político, creando una corte aséptica, designada por un colectivo, que esté más allá del bien y él mal, es una ingenuidad, un auto engaño.
- El equilibrio ideológico es fundamental y confiere legitimidad social a la corte. Eliminar la participación del senado o reducir los quórums en los nombramientos sería un grave error, un enorme retroceso.
- La exigencia de los dos tercios de los votos para nominar un ministro, y que algunos buscan cambiar, es la mejor garantía de pluralismo en el más alto tribunal, aunque a veces haga menos expedita la designación.
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