Se entiende la satisfacción de gran parte del mundo político con el acuerdo constitucional. Fueron meses de intensas y agotadoras negociaciones que concluyeron en un pacto que no dejó del todo contento a ningún partido, pero que firmaron desde la UDI por la derecha hasta el PC por izquierda. Un acuerdo que superó en amplitud (dimensión cuantitativa) al de noviembre de 2019 y que, a diferencia de aquél, concertó en el mismo propósito de lograr una nueva Constitución (dimensión cualitativa) a todos los firmantes.
La suma de logros cuantitativos y cualitativos incorporados, harían tan poderoso al acuerdo que la complacencia de los firmantes podría razonablemente proyectarse al resultado final. Visto así, sería cosa de tiempo, pero a fines del próximo año Chile tendría una nueva Carta Magna refrendada por la ciudadanía.
Pero, ¿será tan así? ¿Tendrá un acuerdo tan amplio del mundo político la legitimidad social y la seducción suficiente para convencer a las y los chilenos de aprobar la nueva propuesta? ¿Podrá el nuevo proceso resintonizar el cambio constitucional con las inquietudes de la ciudadanía? Veamos.
José Antonio Kast, excandidato presidencial de la derecha, triunfador en la primera vuelta y quien obtuvo 3.650.000 votos en el balotaje, impugnó el acuerdo alcanzado por estar desacoplado de las preocupaciones centrales de la población: “han sido tres años muy difíciles para Chile y ni la paz ni la nueva Constitución llegaron. Hoy Chile es más pobre, inseguro y violento, lo que no se resuelve con una segunda fracasada Convención. No es una nueva oportunidad, sino un nuevo y profundo error”.
Franco Parisi en tanto, tercera mayoría con un 13% de los votos en la reciente elección presidencial, dedicó parte de su programa “Bad Boys” de esta semana a hablar de la “cocina política” en relación al pacto alcanzado. Además, lanzó una encuesta en twitter con la siguiente pregunta; ¿estás a favor del acuerdo constitucional? Con más de 10.000 respuestas, su caja de resonancia le respondió en un 75% que no.
Fabiola Campillai, la senadora más votada de la Región Metropolitana, zona que concentra casi la mitad del padrón electoral del país, señaló respecto del acuerdo constituyente; “los independientes y movimientos sociales no fuimos parte de este acuerdo escrito a espaldas del pueblo, en donde la voluntad popular se ve limitada por los intereses de los partidos”.
Podríamos seguir con la diputada Jiles y un largo etc. Kast, Parisi, Jiles y Campillai más allá de sus motivaciones por posicionarse en oposición a los partidos tradicionales frente al acuerdo, apuestan a que la capacidad de conducción social que tienen hoy los partidos políticos es acotada. Que el dedo de éstos ya no mueve montañas, y que lo que sí tiene capacidad de movilizar, son aquellas narrativas que sintonizan con subjetividades ciudadanas en curso.
La senadora, de la mano de grupos radicales de izquierda y algunas fracciones pro Jadue en el PC, delineará el nuevo proceso como uno articulado contra el pueblo y a espaldas del pueblo para favorecer a los grupos privilegiados de la sociedad. Un relato que durante el estallido social cobró mucha fuerza al oponer al pueblo (abusado) contra las élites políticas y empresariales (abusadoras).
Parisi y sus boys jugarán una carta similar, pero contra los políticos y los partidos tradicionales. Una narrativa que ya le conocemos y que esta vez apuntará como operadores políticos o lobistas de grandes corporaciones a los expertos designados por el Congreso para el proceso. Un despilfarro de tiempo y recursos financiado con los impuestos pagados por la clase media.
La línea discursiva del líder del Partido Republicano, en tanto, desacreditará el proceso por no tener relación alguna con la agenda de preocupaciones de las personas y por estar al servicio de un gobierno empecinado con refundar el país a través de una nueva Constitución.
Es de estos relatos impugnadores, con alto potencial de sintonizar con una sociedad cansada de esperar y descreída de las motivaciones últimas del mundo político y sus parlamentarios, de los que más deberá resguardarse el nuevo proceso constitucional.
Y, para extender la satisfacción de ese mundo político que alcanzó el acuerdo, sería mejor esperar los resultados del próximo plebiscito de salida en diciembre del próximo año.
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