Julio 26, 2024

Tan lejos, tan cerca: Chile y su tortuoso camino hacia el desarrollo. Por Juan Luis Ossa

Historiador e investigador de Horizontal
Imagen de archivo del izamiento de la Gran Bandera Nacional frente a La Moneda. (Cedida)

La centroderecha requiere una reflexión pausada, una suerte de congreso ideológico donde se presenten las trabas, desaciertos y triunfos que nos han acompañado desde el regreso de la democracia. Sin esa reflexión, un triunfo en octubre, e incluso en la presidencial del próximo año, no pasaría de ser una victoria pírrica. La ciudadanía pide y exige más.


Qué duda cabe: Chile es un país mucho más próspero y funcional que el de 1990, aunque bastante menos que el de hace diez años.

Estamos hoy en una mejor situación que en 1990 tanto por razones políticas, como económicas y sociales.

Para empezar, veníamos saliendo de una dictadura de diecisiete años, con una Constitución lejos de estar legitimada y un debate cada vez más polarizado sobre la importancia de los derechos humanos. En ese contexto, la centroderecha se encontraba en una posición particularmente incómoda, ya que, al mismo tiempo que una generación de nuevos líderes se desprendía de los resabios autoritarios de la Guerra Fría, otros muchos se resistían a hacer “concesiones” a la naciente Concertación de Partidos por la Democracia.

Asimismo, el despegue económico de Chile estaba aún en ciernes. Como un adolescente que quiere pero aún no puede, los chilenos confiaban que sus sueños alguna vez comenzarían a cumplirse, pero para eso todavía era necesario que el país despegara. En 1990 el porvenir era todavía una sumatoria de grandes interrogantes e incertidumbres.

Hasta que comenzamos a despegar.

No es necesario estar de acuerdo con cada una de las políticas de la Concertación para concluir que la apertura económica y la consolidación de la democracia representativa, luego de las reformas constitucionales de 1989 y 2005, trajeron efectivamente un enorme progreso. Y que, como resultado, logramos pasar, en una década y media, de ser un país del montón a uno de los más desarrollados de Latinoamérica.

¿Qué nos pasó? Si íbamos bien, ¿por qué caímos en la mediocridad y en la polarización desenfrenada?

Permítanme presentar algunos argumentos al respecto. Comenzaré diciendo algo sobre el primer gobierno de Sebastián Piñera, para luego continuar con el segundo mandato de Michelle Bachelet.

Entre 2010 y 2014, la centroderecha alcanzó una serie de triunfos notables: por de pronto, y luego de más de cincuenta años, volvió a La Moneda por la vía democrática. Además, el primer gobierno de Piñera retomó el sentido de urgencia que se había ido perdiendo en los últimos años concertacionistas a causa del inevitable agotamiento de los cuadros políticos que están demasiado tiempo en el poder. Así, visto en retrospectiva, el regreso de la centroderecha fue una apuesta programática bastante bien pensada y lograda.

La derrota contra Bachelet en las elecciones de 2013 fue, sin embargo, un balde de agua fría, y mostró hasta qué punto la Alianza y luego Chile Vamos requerían un ajuste ideológico para ponerse a tono con una sociedad que, producto de la propia economía de mercado que habían fuertemente apoyado, era ahora más compleja, pluralista y demandante que al comienzo de la apertura político-económica.

De los muchos problemas acarreados por esta paradoja, sobresalen dos en los que la centroderecha pudo haber hecho las cosas de manera distinta: por un lado, se debieron haber cuestionado algunas de las premisas enquistadas en el sector, como aquella que sostiene que el mercado es a todo evento un mejor actor que el Estado. En efecto, la pobreza es solo el primer paso hacia una sociedad más justa y libre, y en ese tránsito muchas veces el Estado puede asegurar mínimos de bienestar. Sebastián Piñera lo entendió, como muestra el ejemplo de la PGU.

Por otro lado, a la centroderecha le faltó más audacia para reformar la baja representatividad del sistema binominal. Craso error: por su lado izquierdo pasaron pingüinos y universitarios endeudados con el claro propósito de cobrar cuentas antiguas. Si a ello le agregamos una candidata, Michelle Bachelet, demasiado condescendiente con estos jóvenes que decían querer hacer la revolución, tenemos la mesa servida para la fiesta de la fragmentación y la refundación.

Porque eso, y más, fue lo que comenzó a ocurrir en el segundo gobierno de Bachelet. Renegando de su pasado, o quizás haciendo gala de su verdadera identidad, la entonces presidenta no solo lideró una nueva coalición con el PC incluido –la Nueva Mayoría–, sino que introdujo una serie de reformas que explican buena parte de por qué nuestro país es menos próspero y funcional que el de 2014.

Veamos algunos ejemplos.

El cambio de régimen electoral en 2015 fraccionó de tal manera el sistema de partidos, que actualmente es casi imposible llevar adelante una agenda legislativa coherente. Hay un amplio consenso técnico de que el sistema proporcional actual no entrega gobernabilidad y que, a raíz de esto, es muy difícil desarrollar políticas públicas de largo plazo. Cambiar el binominal era un objetivo necesario y deseable, pero no a cualquier precio.

En el área educacional, el ministro de Educación de Bachelet, Nicolás Eyzaguirre, quiso nivelar la cancha a través de las mentadas tómbolas, pero a costa de muchas familias de clase media que, con justa razón, querían que los colegios de sus hijos continuaran seleccionando por mérito o habilidades disciplinares.

Y, por último, una reforma tributaria que, pensada con un afán igualitarista, afectó irremediablemente el crecimiento y la inversión. Promulgada en marzo de 2014, sus efectos comenzaron a sentirse seriamente unos años después; y todavía nos persiguen.

Por supuesto, achacar todos y cada uno de nuestros males a hechos ocurridos hace una década no es analíticamente razonable. Muchas cosas han pasado desde esa fecha: el estallido social, la pandemia, los retiros previsionales, los procesos constituyentes, el surgimiento de nuevos partidos, la trágica muerte del expresidente Piñera, entre otras. No obstante, y esto es lo que más importa, a partir de 2014 la cultura política de los acuerdos fue abandonada y superada por la lógica adversarial.

¿Qué hacer? ¿Cómo mirar el futuro con optimismo y confianza, pero sin caer en los ánimos refundacionales de la primera Convención y sus aliados del FA? ¿Se puede avanzar sin retrotraer el tiempo, pero tampoco sin desmerecer la tradición que nos ha acompañado por más de doscientos años? Claro que se puede, lo indispensable es construir un diagnóstico claro y categórico de las causas y consecuencias de lo que hemos experimentado en los últimos años, por dolorosas que sean sus conclusiones.

En el caso de la centroderecha, que es el que personalmente más me interesa, ello requeriría una reflexión pausada, una suerte de congreso ideológico donde se presentaran las trabas, desaciertos y triunfos que nos han acompañado desde el regreso de la democracia. Sin esa reflexión, un triunfo en octubre, e incluso en la presidencial del próximo año, no pasaría de ser una victoria pírrica. La ciudadanía pide y exige más. De eso tampoco caben dudas.

Para seguir leyendo columnas de Ex-Ante, clic aquí.

Publicaciones relacionadas

Ex-Ante

Diciembre 6, 2024

El problema de Crispi: Privilegios, poder y el precio del fracaso. Por Kenneth Bunker

El Congreso, que ya sospecha que todos los problemas del gobierno pasan, de una forma u otra, por su despacho, lo citó a declarar esta semana, en medio de la crisis autogenerada del momento: la de Monsalve. Lamentablemente, sin embargo, el asesor no contestó nada. No aclaró nada. No contribuyó nada. Como el país pudo […]

Ex-Ante

Diciembre 6, 2024

Lo que hay que saber de Pablo Zenteno (PC), el director del Trabajo nombrado por Boric hoy denunciado por la Ley Karin

El director del Trabajo Pablo Zenteno el 28 de mayo de 2024 en Santiago. (Francisco Paredes / Agencia Uno)

Militante comunista y ex asesor de la CUT, trabajó con el entonces ministro Barraza en Bachelet 2. En 2022 se transformó en una de las 12 “balas de plata” o cargos nombrados por el Presidente Boric sin pasar por el sistema de Alta Dirección Pública. La salida de 42 funcionarios abrió un flanco para Zenteno […]

Ex-Ante

Diciembre 6, 2024

Por qué una candidatura de Tohá mataría a la centroizquierda. Por Jorge Schaulsohn

Pienso que Tohá será la candidata del gobierno, y pasará a la segunda vuelta donde hay una alta probabilidad de ser  derrotada por Evelyn Matthei. Porque su lealtad, y corazón, están con la tesis de Boric: la unidad de toda la izquierda sin exclusiones. Su única posibilidad sería que, contra todo pronóstico, José Antonio Kast […]

Por Ana Josefa Silva, crítica de cine

Diciembre 6, 2024

Cuatro películas imperdibles para ver en casa. Por Ana Josefa Silva

¿No alcanzaron a ver en cines el documental de Christopher Reeve? ¿O esa joya irlandesa, A Quiet Girl, que casi se lleva el Oscar hace menos de dos años? Aquí cuatro películas, recientes o de años pasados, para ver en  plataformas.

Por Juan Diego Santa Cruz, cronista gastronómico y fotógrafo

Diciembre 6, 2024

Algo es algo: Fresco como lechuga. Por Juan Diego Santa Cruz

Obviamente existe la tentación de ahogar la ensalada en sal, aceite y sus compañeros, pero si la madurez se impone, los aliños, como dicen los italianos, deben solo besar a las verduras. Pero una ensalada sin aliño no es ensalada. Al menos debe llevar sal, porque por eso se llama ensalada. Algo es algo.