Hace pocas semanas la Agencia de Calidad de la Educación dio a conocer los resultados de las pruebas Simce para 2024, donde participaron estudiantes de 4°, 6° básico y 2° medio y que son alentadores para 4° básico. Este nivel alcanzó los mejores puntajes en las pruebas de lectura y matemática desde 2002. Un mérito para esta evaluación de aprendizaje que aborda el logro de contenidos y habilidades del currículo vigente en diferentes asignaturas y áreas de aprendizaje. Una evaluación aplicada a todos los estudiantes chilenos que cursan los niveles evaluados.
Este logro demuestra el esfuerzo de docentes, familias y comunidades para fortalecer los aprendizajes. Sin embargo, el panorama en 6° básico es menos alentador. La caída en Matemática, especialmente en niñas, revela una brecha de género que el sistema educativo aún no ha sido capaz de abordar efectivamente.
La diferencia de rendimiento no es fortuita. La Agencia de Calidad de la Educación advirtió en 2024 que los estereotipos de género influyen negativamente en la confianza de las niñas en matemática, reforzando la percepción de que esta asignatura no es para ellas. En tanto, la socialización escolar y familiar sigue imponiendo barreras que limitan sus oportunidades de desarrollo en áreas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas).
Aulas que potencian o limitan
Si pretendemos revertir esta realidad, debemos entrar en las aulas y reconocer el rol fundamental de los docentes. Es imperativo generar entornos de aprendizaje donde las niñas desarrollen confianza en sus habilidades matemáticas. Esto se alcanza promoviendo referentes femeninos en ciencia y tecnología; como también utilizando metodologías activas que permitan a los estudiantes aprender haciendo.
Para optimizar el aprendizaje escolar femenino en matemática, se requiere una estrategia multidimensional. Entre ellas romper los estereotipos de género en la sala de clases, promoviendo modelos en ciencias y tecnología. Además de fomentar la participación de las niñas en talleres de ciencias, tecnología e ingeniería desde edades tempranas.
Una estrategia efectiva también es el aprendizaje basado en proyectos. Este se conecta a los contenidos matemáticos con situaciones del mundo real, incentivando el pensamiento crítico y la autonomía. Pero no basta con cambiar la metodología; se requiere una formación docente comprometida que permita desafiar los estereotipos de género en el aula diseñando experiencias de aprendizaje equitativas.
Asimismo, un sistema educativo desconectado de su contexto difícilmente podrá reducir desigualdades. Un enfoque inclusivo en las salas de clases implica reconocer y atender la diversidad del estudiantado, adaptando las estrategias de enseñanza sin bajar los niveles de exigencia. Para ello, es clave flexibilizar la evaluación, diversificar los materiales didácticos y asegurar que tanto niñas y niños tengan igualdad de oportunidades en el aprendizaje de matemática y ciencias.
En este sentido, los sistemas de mentoría docente han demostrado ser una herramienta efectiva en países con educación de calidad. Estos permiten que profesores experimentados acompañen a los más jóvenes en sus primeros años de ejercicio, generando espacios de observación de clases, retroalimentación y mejora continua de la enseñanza.
Y es que no se puede elevar la calidad educativa sin fortalecer el pensamiento crítico en los estudiantes. Aprender a cuestionar, argumentar y resolver problemas es esencial en todas las áreas del conocimiento. En matemática actividades como el análisis de datos en encuestas escolares o la simulación de proyectos de inversión pueden conectar los aprendizajes con la realidad y hacerlos más significativos.
Para que estas estrategias sean sostenibles, es urgente mejorar las condiciones laborales de los docentes y darles un rol protagónico en la toma de decisiones. Hoy, los profesores siguen siendo vistos como meros ejecutores de políticas educativas diseñadas desde la burocracia, sin una real participación en la planificación curricular y metodológica. La educación no cambiará si no se escucha a quienes enfrentan día a día los desafíos del aula.
Compromiso real, el desafío pendiente
Los resultados del Simce deben ser el punto de partida para una reflexión profunda y un cambio estructural en el sistema educativo. No podemos conformarnos con avances parciales ni normalizar brechas que perpetúan desigualdades.
Esta prueba evaluativa nos muestra que hay avances, pero la tarea está lejos de estar completa. La educación chilena necesita una transformación profunda que garantice un aprendizaje equitativo y de calidad para todos. Sin profesores preparados, empoderados y valorados, cualquier intento de reforma será superficial.
Es hora de actuar con visión y compromiso real. No podemos seguir esperando.
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