-Llama la atención que el mayor rechazo al gobierno está en los grupos más pobres, es decir D y E. ¿Cuál es la relación entre nivel de ingresos y desaprobación a Boric?
-Primero hay que decir una cosa: cada día cuesta mucho más gobernar, no tan solo en Chile sino en todas partes del mundo. La ciudadanía es más exigente, pero también está más desinformada, por culpa de las fake news. Así, se va generando una disociación rara. Un dato clave es que casi al 56 % de la gente no le interesa la política y menos los partidos.
Las personas de segmentos medios y bajos viven el día a día. Tratan de solucionar sus problemas, y por lo mismo sus preocupaciones son bien concretas: la seguridad, orden público, la inflación.
-¿El alza de los precios es la mayor señal que explica la baja en la aprobación de Boric?
-Claro. Y peor aún: si la gente ve que el gobierno de alguna manera no produce acciones concretas, que su agenda no toma un foco fuerte en la delincuencia ni en la inflación, se desencanta muy rápido. Parece que el gobierno tiene otras prioridades, y esto se entrelaza con la Convención. El proceso constituyente va de la mano del gobierno, y la gente ve que las prioridades de la Convención son temas muy lejanos.
-¿Es sorprendente que la caída haya sido tan repentina y pronunciada?
-La gente vive una realidad con muchos problemas y hay una disociación con el gobierno de Boric, que encantó muy bien al principio, que tuvo una sintonía muy importante en una segunda vuelta electoral, pero que hoy en día no conecta con la masa. Esa es una razón de porqué ha perdido apoyo en el segmento medio bajo.
-¿Es una pérdida importante en la base de apoyo?
-Sí. Pero nunca hay que olvidar que no toda la gente vota en Chile. En la última presidencial votó el 58%. Fue un porcentaje alto, pero el gran sector que no vota son los segmentos populares. Es decir, no es que Boric haya tenido una gran afinidad con el pueblo, porque esa gente tampoco votó. La gran masa poblacional está concentrada en los segmentos medios bajos, cuyos temas, como te decía, son delincuencia, la inmigración, el narcotráfico. Y en todos esos temas el gobierno no tiene una agenda concreta.
Hay que ser justos: estamos hablando de un poco más de un mes de gobierno. Cada día cuesta más gobernar y cada día la exigencia es mayor. Ya no existe la luna de miel.
-¿Habías visto una caída tan rápida de la aprobación?
-No, nunca vi estos números. Pero hay que entender que este es el primer gobierno al que le toca gobernar en forma paralela a un proceso constituyente. Y eso le pone un matiz muy particular. Además, Boric es la génesis y casi autor del proceso constituyente. El propio gobierno definió una postura a favor del Apruebo. Toda la percepción negativa que exista sobre la Convención, afecta al gobierno. Es un proceso inédito.
-¿A Boric le ha costado mucho controlar la agenda?
-Sí. Por ejemplo, el gobierno intenta poner un proyecto para que los fondos individuales no sean estatizables. Por otro lado la convención define lo contrario. Eso genera una disociación compleja, que hace que la gente no tenga paciencia y se confunda respecto al mismo proceso constituyente. Al final, al que se le atribuye que hace las cosas mal es al gobierno.
El gobierno en un mes ha ayudado mucho a que las cosas no funcionen. La instalación le ha costado. Hay otro factor: el no tener una ministra del interior fuerte, que esté con los dos pies pisando, le hace muy complicado a La Moneda controlar la agenda. Porque hoy la ministra del Interior es una ministra debilitada.
-¿Hay una pata coja?
-De todas maneras, ella es la pata coja del gobierno. Un presidente necesita tener un ministro del Interior como jefe de gabinete fuerte, empoderado, con credibilidad, y que en definitiva sea el gran escudo para el gobierno. Hoy día Boric, a poco andar, ya no tiene eso y se percibe una debilidad importante. Si más encima la ministra del Interior tiene que liderar el tema de la delincuencia, que es central para la gente y se ve que no hay avances en ese tema, bueno, golpea al presidente.
Desde que tuvimos el estallido social en 2019, hasta el día de hoy, ha pasado mucha agua por el río. Las razones del estallido social parecían ser la desigualdad, las pensiones, la educación, la diferencia de oportunidades. Pero hoy los problemas son otros y tienen que ver con orden y seguridad.
-¿Cómo ha cambiado la percepción sobre la necesidad de una nueva constitución?
-Antes del plebiscito de 2020, el 70 % estaba de acuerdo en que había que cambiar la constitución. Ahora bajó al 45 %. O sea, de 2020 a 2022 hubo una caída de casi 30 puntos. Y es un cambio increíble de escenario. Eso se traduce en que, en el día de hoy, el rechazo le gana al apruebo. Y la paradoja es que el gobierno se está quemando por un tema que no le importa a la gente. No es una gran prioridad, en comparación a lo que era el 2019 o 2020.
-¿Es un lastre para el gobierno?
-Absolutamente. Hay dos efectos. En primer lugar, gobernar con una convención es como tener un gobierno paralelo. Y la gente no está en sintonía total con este proceso. En Chile un gran porcentaje no llega a fin de mes, tiene problemas de seguridad, le molesta la inmigración, etc. Entonces se produce una gran disociación: se está hablando de constitución, pero no hay una relación tan directa con la realidad.
-Hablabas recién de Izkia Siches, que baja mucho en la aprobación.
-Totalmente. Es una de las ministras más conocidas. Pero, a propósito de esto, otro problema del gobierno de Boric, es que tiene tan solo tres o cuatro ministros que son conocidos. El resto del equipo es muy poco conocido. No llega a más del 20% de conocimiento. Y eso es un problema. Le quita amplitud al gobierno. Y le concentra los fusibles en tres ministros que son el núcleo fuerte. Si uno de estos tres o cuatro ministros tiene un problema de conducción, de haber quedado herido, uno de los motores del avión ya falló y le genera un tremendo problema. Eso pasó con Siches.
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