-¿Te arrepientes de haber llamado a votar Apruebo?
– Llamé a votar Apruebo y escribí que estaba a favor del texto constitucional. Pero el proceso terminó siendo absolutamente cómico, triste, terrible. Fue una prueba bastante dura. Porque muchas de las ideas que ahí se decían eran cosas por las que uno había luchado toda una vida, pero encarnadas en su peor forma. Junto con temas que uno nunca había escuchado y con los que uno estaba totalmente en desacuerdo.
-¿Por ejemplo?
-El estado social de derecho es algo de lo cual estoy totalmente a favor. O la preservación de la naturaleza. Pero se juntaron con la idea de los derechos de la naturaleza o con la idea de los sistemas de justicia, o con la idea de la plurinacionalidad, que son una cantidad de ideas que nunca habían sido parte de la agenda de la izquierda. Y que venían de las universidades norteamericanas o de Becas Chile.
-¿Cuáles fueron los principales errores de la Convención?
-Yo creo que la Convención en sí fue un error entero.
-¿Has pensado a veces qué hubiera pasado en Chile si hubiera ganado el Apruebo?
-El proyecto constitucional era inaplicable. Después de un par de décadas quizá se hubiera llegado a una interpretación más o menos normal y lógica. Que es un poco lo que pasó con la Constitución del 80, que también era una constitución altamente ideológica y que después de un tiempo la gente empezó a interpretarla de una manera que servía.
-Hubo varios casos llamativos durante la convención como Rojas Vade, algunas excentricidades como votar en la ducha.
-Hay cosas que me parecen hasta buenas. Por ejemplo, la tía Pikachu, el tipo del baño, son situaciones que suceden cuando uno quiere ampliar el proceso hacia otra gente; hacia el mundo más popular o más fuera de la elite. Eso me parece una idea necesaria, que yo aplaudo. Lo de Rojas Vade no, por supuesto.
Pero la base esencial del error de la convención fue basarse en las ideas o el planteamiento psico moral del estallido. Que es la noción de que existe un mundo de víctimas absoluto, que hay que tratar como infantes. En el fondo todos somos niños del Sename. Y en la élite son todos como el cura Karadima. Esa visión de la inocencia versus la maldad de la élite que todavía se escucha en alguna gente. Siguen en esa misma onda. Pero el proyecto era altamente peligroso, en un marco teórico totalmente equivocado.
-¿Hubo un proceso en que la izquierda estaba afiebrada, se puso ultra?
-Eso también se puede decir de la reforma agraria, pero yo creo que era necesaria aunque tuvo muchos costos. Y los costos son duros. Yo he sido parte de esos costos, como mi generación.
Lo que me parece peligroso es el marco teórico: la idea de la inocencia del pueblo frente a adultos tramposos, coludidos y mentirosos. Yo creo que es un marco teórico que nada tiene que ver con la izquierda, sino que tiene que ver con una visión maniquea, infantilizante del mundo, que más bien proviene de las redes sociales.
-¿Cómo dirías que afectó este proceso al Presidente Gabriel Boric?
-Yo creo que cometió un error incomprensible de haber apostado el todo por el todo por el Apruebo, cuando él tenía más que nadie pruebas de que no había calado hondo en el pueblo. Y que nadie estaba satisfecho con la propuesta. Yo no entiendo muy bien cuál fue su cálculo, porque si hubo algún cálculo, se equivocó medio a medio.
-¿Falta mayor autocrítica de la izquierda sobre el proceso constituyente?
-Yo creo que la izquierda política, o sea, la izquierda institucional, sí tuvo una autocrítica que puede ser hasta excesiva. El Gobierno pasó de querer cambiar el mundo, a no cambiar nada, no querer cambiar una coma.
Pero dentro del grupo de intelectuales que más defendieron el estallido hay muy poca autocrítica. Hay una idea de que la ultraderecha es el enemigo, por lo cual hay que atrincherarse. Y veo que se publican muchos libros en que no hay siquiera notas al pie de página de lo ocurrido. Y ninguna explicación coherente sobre el fracaso.
-¿Cómo evalúas, por ejemplo, el papel Fernando Atria?
-Fue un poco víctima, se buscó en él un gran culpable. Creo que Fernando Atria ni siquiera pudo imponer dentro de la conversación sus ideas. El proyecto constitucional tenía bastante poco de la visión de Atria. Creo que fue un poco un cordero sacrificado. Pero en la idea de que el problema chileno era constitucional sí tuvo una gran contribución Fernando Atria. En la Convención misma su actuación fue bastante contradictoria. Y en cierto sentido demostró una gran impotencia.
-¿Que ganara el rechazo fue bueno para el país?
-Sí, fue esencial para el país. Fue esencial en muchos otros sentidos. Ideas como la plurinacionalidad o el experimento ecológico extremo en el resto del mundo circulan en las universidades y no tienen un correlato real. O sea, no se sabe si realmente son populares o no, ya que nunca se someten a elecciones.
Pero en Chile fueron sometidas a elección, con lo cual la pregunta de si son un buen camino para la izquierda o no lo son, ya quedó resuelta. Y eso es muy bueno.
-¿Reflejó un camino para la izquierda en el sentido de que tenía que reconectar con la gente?
-Sí, porque las ideas de la convención no eran populares. Lo mismo pasó con la segunda Constitución. Pero tampoco es que la gente se haya transformado en ultraderechista partidaria de marchar con paso de ganso en la parada militar.
Entonces, creo que el fracaso de ese proceso ha sido una gran lección para Chile y para el mundo. En el sentido de que quedó anotado con cifras que estas ideas que circulan como tesis universitarias no son un camino de solución para la crisis de la izquierda.
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