José Antonio Kast no necesita ser el más simpático, ni el más dialogante, ni el más versado en corrección política. Su ventaja radica precisamente en lo que lo separa del resto: su disposición a romper con el statu quo sin ambigüedades.
El oficialismo cojo. Pese a los esfuerzos de los candidatos del oficialismo por perfilarse, la contienda presidencial se ha ido configurando como un verdadero referéndum sobre la gestión y el legado de la coalición que sustenta al gobierno; lo que es bastante lógico pues ésta aspira continuar en el poder.
- En un ambiente donde la agenda está copada por escándalos y acusaciones de corrupción, abuso de licencias médicas del sector público y gastos millonarios en horas extraordinarias en la presidencia y en los ministerios, es el gobierno-y no los candidatos- el gran protagonista.
- Un clima en el que resulta muy difícil desplegar una agenda propositiva de campaña que tenga eco en la ciudadanía. La situación es tan precaria, que ha llevado a la candidata del socialismo democrático a advertir que una baja participación en la elección primaria le podría costar una derrota.
- Estamos ante un escenario en el que, por primera vez desde que se estableció la segunda vuelta para las elecciones presidenciales, no se puede descartar que en ella no participe ningún representante de las izquierdas; en la que tal vez terminemos con una presidenta de derecha elegida con los votos de la izquierda.
- En ese contexto, los intentos de algunos candidatos oficialistas por desmarcarse o renovar su imagen parecen poco convincentes ante la pregunta que se está instalando como central: ¿debe seguir gobernando la misma coalición por otros cuatro años?
La fortaleza de Kast. Si esa es la disyuntiva, José Antonio Kast no es simplemente un candidato de oposición: es la antítesis de todo lo que representa la “alianza de toda la izquierda unida sin exclusiones”. En un escenario polarizado, su radicalidad, que muchos ven como un problema, puede ser exactamente lo contrario, su principal fortaleza.
- Donde el oficialismo apuesta por una sensibilidad progresista, un Estado fuerte y una ampliación de derechos sociales y culturales, Kast reivindica el orden, el mérito individual, la autoridad y la tradición. Frente a un Estado garante de igualdad Kast aboga por la propiedad y la seguridad, incluso por sobre la libertad. Por eso admira a Bukele.
- Este contraste no es un matiz, es un clivaje, marcado por un ciclo político traumático y agotado que empezó en el 2019, que está llegando a su fin. Con una ciudadanía más inclinada a considerar propuestas que antes parecían demasiado extremas.
- Por eso Kast ha ido “pillando” a Evelyn Matthei en las encuestas. Para muchos ella representa una alternativa de derecha con experiencia institucional y un perfil más moderado y justamente por eso corre el riesgo de ser percibida como una opción de mejor “gestión”, no de transformación.
- Kast, en cambio, no busca agradar al centro, sino movilizar al bloque contrario al progresismo. En una elección “plebiscitaria”, eso puede valer mucho más que la moderación.
- Ahora bien, este posicionamiento de ultraderecha en tiempos normales habría tenido un enorme costo. Hasta hace poco, el rótulo de “extrema derecha” era un estigma, un obstáculo insalvable. Pero estos no son tiempos normales.
- El estallido social unido al triunfo de un gobierno de izquierda no renovada, que llegó al poder cuestionando los éxitos de los últimos treinta años e intentó refundar el país con un proyecto de nueva constitución, relativizaron la animadversión natural mayoritaria hacia las posturas de la extrema derecha.
- Es este “nuevo estado de ánimo” el que está beneficiando al candidato Republicano, quien dobla a Matthei entre los electores más jóvenes, lo mismo que sucede con Winter en el otro lado, que también dentro de su sector es un candidato extremo.
- A Kast se le asocia con líderes como Donald Trump, Viktor Orbán o Marine Le Pen, las grandes figuras de la ultraderecha mundial, con quienes se ha reunido en varias oportunidades. Sin embargo, los Republicanos no se ven a sí mismos como de ultraderecha y resienten ser “estigmatizados” como tales ¿Pero qué significa, en rigor, ser de extrema derecha en el siglo XXI?
Programa ultraconservador. La Oficina de Protección de la Constitución en Alemania considera varios elementos para calificar a un partido o agrupación como representativos del “ultraderechismo”: agresivo nacionalismo, el deseo de construir una comunidad sobre bases raciales, el anti-pluralismo, la xenofobia , las posiciones que apuestan por un Estado liderado por una figura autoritaria, el militarismo, la relativización o banalización de los DD.HH, y la difamación de las instituciones democráticas y de sus representantes.
- La extrema derecha contemporánea se caracteriza por un talante autoritario, un desprecio explícito hacia los mecanismos tradicionales del pluralismo democrático y una exaltación del orden por sobre la democracia. No se trata solo de defender ideas conservadoras, sino de plantearlas con una lógica de enfrentamiento, deslegitimando al adversario político y alimentando discursos que dividen a la sociedad entre “patriotas” y “enemigos internos”.
- Kast no ha llegado a esos extremos y tampoco es un “outsider” anti sistémico; pero comparte con ellos una visión del poder centrada en la confrontación, el orden vertical y la desconfianza hacia los contrapesos institucionales. Una visión que minimiza los riesgos del autoritarismo si este promete estabilidad y seguridad.
- Su programa es ultraconservador, como quedó demostrado en el segundo proceso constitucional. Frente a cada avance progresista, Kast propone una restauración. En lugar de ampliar derechos, promete restringirlos; en vez de fortalecer el pluralismo, refuerza una narrativa única de lo “correcto”. Por ello, el rótulo de extrema derecha no es un simple adjetivo peyorativo, sino una descripción razonada de una política que prioriza la exclusión por sobre la convivencia democrática. Kast no propone eliminar el Congreso, pero sí busca una hegemonía cultural e ideológica que aplaste al adversario más que integrarlo.
El reto de Kast. El verdadero reto para Kast será evitar que la etiqueta de “extrema derecha” se transforme en un techo electoral, sin diluir aquello que lo distingue. Si modera demasiado su discurso para ampliar su base, podría perder su mayor activo: la claridad identitaria. Si, por el contrario, mantiene su radicalidad, tiene la posibilidad de movilizar un voto de ruptura suficientemente amplio como para estar en la segunda vuelta.
- José Antonio Kast no necesita ser el más simpático, ni el más dialogante, ni el más versado en corrección política. Su ventaja radica precisamente en lo que lo separa del resto: su disposición a romper con el statu quo sin ambigüedades. En un país en el que más del 50% parece estar inclinado a votar por la derecha, su radicalidad puede no resultar una carga, sino ser vista como la promesa de un nuevo orden.
LEA TAMBIÉN:
Por qué Kast alcanzó a Matthei en la encuesta Cadem, según los analistas (y la inquietud en Chile Vamos)