Productividad a propósito del bono de Minera Escondida. Por María Cristina Betancour

Economista especialista en minería

Si los trabajadores solicitan bonos en función de su productividad y no el de la compañía vecina, se contribuye a la sustentabilidad de las compañías en el largo plazo, con beneficios para todo el país. De lo contrario, se condena a matar a la gallina de los huevos de oro.


Es un poco triste (por decir algo respetuoso) ver a ciertos sectores tildando de precarización de trabajadores cuando una compañía ofrece un bono (esto es, adicional al sueldo) de $ 27 millones, sobre todo cuando la mayoría de los trabajadores chilenos gana menos de $ 1 millón mensuales. El bono de término de conflicto entregado por Minera Escondida a sus trabajadores finalmente fue por $ 33 millones, con ello se dio por finalizada una huelga que duró cuatro días.

Al menos es esperanzador conocer que, como parte del contrato, se incluyeron beneficios que permitirán incrementar la productividad, como fueron algunas iniciativas como la optimización de los cambios de turno, el aumento de utilización de equipos y la adecuación a la ley de 40 horas. Cuando se habla de tantos millones de pesos, se suele olvidar que los salarios (y los bonos) deberían adecuarse a la productividad para que las compañías sean sustentables económicamente en el largo plazo.

Ello es más problemático aun cuando este bono es el más alto en la historia de Chile y marca un precedente para otras compañías del sector. Sin embargo, los trabajadores deberían entender que las distintas compañías tienen distintas productividades. Y que ellas dependen, entre otros, de la mayor eficiencia de los propios trabajadores. Así, ellos se preocuparían de ser cada día más eficientes, para poder acceder a mejores salarios, cuya estructura debería moverse en esa dirección.

Y la mayor eficiencia y, consecuentemente, una mejor productividad debería ser un esfuerzo tanto individual como colectivo. Con ello se contribuye a la valoración de cada trabajador de acuerdo a su directa contribución al éxito de la operación y, finalmente, de la compañía como un todo.

La mayor productividad debería ser reflejo de procesos optimizados, de un uso eficiente de los recursos y de la adopción de tecnologías que permiten hacer más con menos. Y la productividad es heterogénea entre las distintas compañías, pero, por, sobre todo, es importante entender que viene cayendo en el tiempo, especialmente en la industria minera.

Chile ha cambiado. Y la población está entendiendo que no existen soluciones fáciles. Un ejemplo reciente es la presión sobre las compañías eléctricas para restablecer la luz a todos los usuarios de forma inmediata. No solo no fue posible, sino además dio cuenta de la necesidad de contar con una visión más completa, donde cada uno de los actores involucrados pueda entender su papel tanto en el problema como en la solución. Otro ejemplo es que se empieza a entender que no es cosa de eliminar las AFP para que mejoren las pensiones.

Y en este mejor entendimiento de la complejidad de los temas, la productividad debería ser un concepto más presente en los trabajadores y en la economía como un todo. La mayor escolaridad del país debería ayudar. De acuerdo con la Casen 2022, los años de escolaridad promedio alcanzaron a 12, lo que se compara con 9,9 el año 2000 o 9,1 el año 1992. Adicionalmente, la población que cuenta con educación superior completa alcanzó a 26,1% el año 2022, mientras el año 2006 alcanzaba solo al 12,4%.

Para mejorar la productividad existen distintos niveles, como dio cuenta un estudio de la Comisión Nacional de Productividad (actual Comisión Nacional de Evaluación y Productividad) del año 2017 para la Gran Minería chilena. En él se dieron recomendaciones en los ámbitos privado, de política pública y mixto. Muchas de ellas están muy vigentes en la actualidad.

Una de ellas es que se requiere de una visión global, de un proceso continuo y de largo plazo, con un óptimo que tenga una visión de la compañía como un todo y no una visión de “silos” trabajando independientemente. Se identificó que las faenas de mejor práctica en el mundo intentan reducir al mínimo la rotación de altos ejecutivos. Esto es, para reducir costos debería evitarse la práctica más fácil, que es reducir personal, especialmente de altos salarios, sino buscar soluciones más creativas, que permitan mantener el conocimiento adquirido.

También se observó que uno de los indicadores de baja productividad en las compañías nacionales es una alta proporción de horas-hombre (HH) de planta o apoyo, versus mina. Este aumento de dotaciones de apoyo se relaciona, entre otros, con el seguimiento y cumplimiento del constante cambio de normativa y regulación. Y ello se relaciona con una tercera recomendación que es mejorar el innecesariamente largo y engorroso proceso de aprobación o rechazo de grandes proyectos, que incide en que exista la alta proporción de HH de apoyo. Ello tendría efectos en facilitar la inversión.

Si los trabajadores solicitan bonos en función de su productividad y no el de la compañía vecina, se contribuye a la sustentabilidad de las compañías en el largo plazo, con beneficios para todo el país. De lo contrario, se condena a matar a la gallina de los huevos de oro. Ya es hora de que cada uno de los chilenos empecemos a asumir qué papel nos corresponde en el respectivo ecosistema en el que nos movemos.

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