Desde que el rotundo triunfo del Rechazo enviara de vuelta a la clase política la iniciativa constituyente, ésta se ha diluido lenta pero sostenidamente. Mientras algunos buscan que cada parte del proceso aleje el fantasma de una nueva convención histriónica, otros temen que el contexto que dio forma a la derrota de septiembre se mantenga o incluso que empeore en una siguiente elección. Así las cosas, los negociadores de lado y lado parecen estar de acuerdo en dos cosas: que sería mejor no hacer una nueva elección y que sería mejor no tener que ser el primero en decirlo.
Avanzan las tratativas entre las fuerzas políticas para llegar a una fórmula para nombra un nuevo órgano redactor para la nueva constitución a casi exactos tres años del acuerdo que diera forma al primer proceso. Los grupos que se congregaron a esta tarea llegaron, como es usual en política, precedidos de promesas, consignas y declaraciones altisonantes, acusándose mutuamente de no querer honrar su palabra, unos y de no entender que perdieron, otros. Con el correr de los días, el tono y recurrencia de esas acusaciones ha disminuido y cada parte intenta no volver a quedar presa de sus palabras.
Es posible que al culminar el mes en curso se arribe a un acuerdo. De hecho, las partes parecen coincidir en que ese sería el plazo para alcanzarlo y lograr entrar en un cronograma electoral sensato y realizable. Pero tras cada declaración, tras cada nueva propuesta y tras cada nuevo acuerdo, se trasluce un desgano propio de quien busca que el tiempo o un golpe del destino le permita salir jugando de una esquina en la que él mismo se ha acorralado.
Este compromiso constituyente a la baja es sin duda más gravoso en los sectores de izquierda -que han hecho del cambio constitucional su bandera por décadas- que en la derecha, donde la actual Carta Magna goza aún de buena salud. Más gravoso y por lo mismo más difícil de explicar, de ahí que la derecha, cazurra, ha tomado la iniciativa en todo lo que toca a las propuestas, poniendo cada tanto al progresismo en la incómoda posición de tener que concordar y proponer lo suyo, cuidando no pasarse al punto de quedar como los sepultureros de un acuerdo.
No es un misterio -de hecho, hay dirigentes que lo han dicho de forma explícita- que el momento “destituyente”, contexto fundamental para apalancar un proceso constituyente bajo las expectativas de la izquierda más radical, se ha diluido y que en la nueva correlación de fuerzas (como le gusta decir al PC) es poco probable un proceso con características refundacionales. Lo que esa misma izquierda no dice es que más que a un acuerdo mediano y moderado, le teme a una elección que borre por otros largos 30 años la posibilidad de hacer de la Constitución un espacio de revolución.
Ahí es donde la suma de los temores de cada parte ha generado la posibilidad de tener un nuevo proceso constituyente, ahora más acotado por bordes y expertos, asumiendo como ciertas las palabras del Presidente con ocasión del triunfo del Rechazo en el plebiscito de septiembre: que el mandato del plebiscito de entrada sigue vigente y que por tanto no se hace necesaria una nueva consulta sobre si los chilenos quieren o no una nueva Constitución.
La derecha le teme a la respuesta afirmativa y teme que ésta vuelva a insuflar aliento a los espíritus de la hoy dócil izquierda que hasta hace poco la ninguneó de forma inmisericorde. La izquierda, en tanto, le teme a un nuevo rechazo y que éste cierre, con la voz del pueblo, la posibilidad de continuar haciendo del problema constitucional un motivo de movilización y de lucha.
Es mejor, parecen decir, alcanzar un mal acuerdo, que permita mantener viva la llama, volver a recurrir al pueblo para que presione temas concretos durante el debate o incluso pasar a la más natural posición opositora si el texto que emana del nuevo órgano -como es presumible- no responde a las expectativas que supuestamente alberga la mayoría.
Y quién sabe, tal vez pasa algo, tal vez la derecha se pasa en sus pretensiones y vuelve a abrir un filón por sobre el cual ingresar una consigna o simplemente se acumulan suficientes piedras para poder culpar al empedrado. Y es que los tiempos no dan para gritar patria o muerte, a lo sumo, será, por ahora, patria o lesiones leves.
El canciller Alberto van Klaveren y las subsecretarias Gloria de la Fuente (RR. EE.) y Claudia Sanhueza (Subrei) enfatizaron ante los senadores que funcionan de modo “coordinado”. Marcaron así una diferencia con la gestión de Urrejola, Fuentes y Ahumada.
“El Ejecutivo da por cerrado este capítulo”, afirmó el ministro Luis Cordero al abordar el fallo dividido en que el TC rechazó el requerimiento de inconstitucionalidad por 7 de los 13 indultos que otorgó Boric. “Me remito al ministro Cordero”, diría después el Presidente, quien no se ha hecho cargo de la gravedad del contenido […]
En el libro “Desafíos globales para la democracia en la nueva Constitución” publicado en mayo de 2022, Nancy Yáñez, actual presidenta del Tribunal Constitucional abordó en un capítulo el derecho a la protesta social, el marco del estallido social de 2019 y la falta de legitimidad del texto constitucional. Allí señala que “parece razonable que […]
La decisión se acordó este martes, a 81 días de que Boric anunciara los indultos para 12 presos del estallido social y para el ex FPMR Jorge Mateluna. La Moneda espera dar por zanjada esta discusión al menos en el ámbito jurídico, aunque están conscientes de que la oposición prepara una fuerte ofensiva en la […]
Los 8 ministros del Tribunal Constitucional actuaron mayoritariamente en bloque, de acuerdo a sus afinidades políticas, en torno al requerimiento de Chile Vamos y los Demócratas para declarar la inconstitucionalidad de los indultos en contra de 12 presos del 18-O y Jorge Mateluna, el ex FPMR que fue condenado por el asalto a un banco. […]