Los días y acontecimientos transcurridos desde la reciente elección presidencial venezolana deben haber decantado algunas cosas.
Lo primero: los eufemismos, que por tantos años, décadas incluso, se han usado para disfrazar la realidad venezolana, ya no caben; al contrario, mancharán a quienes los usen. Pero su uso prolongado ¡vaya que sirvió, por tantos años, para sostener férreas lealtades y falsas expectativas! De otro modo, no podría explicarse el atraso de noticias de todos aquellos que expresaron sorpresa ante las deportaciones de veedores electorales y periodistas, y el descarado robo de esta elección. Todo era previsible.
En Venezuela el Estado de Derecho comenzó a ser desmantelado no ahora, ni hace cinco o diez años, sino que hace más de dos décadas, mientras las izquierdas del mundo sonreían a Hugo Chávez y celebraban su pachorra. Fue con Chávez que comenzó a hostigarse a la prensa opositora, a expropiarse la inversión extranjera, y a socavarse la independencia del poder judicial promoviendo a magistrados leales al régimen y persiguiendo al resto.
Mientras esto ocurría, Chávez, montado en la nube de la expropiación a inversionistas y el alto precio de los commodities, distribuía abrazos y compraba complicidades, repartiendo por el mundo, con extraña generosidad, grandes maletas con dinero y otros costosísimos regalos. Cómo olvidar esos ofertones de cirugías oculares masivas en el extranjero, con todos los gastos pagados. O el desparpajo para ofrecer subsidiar el transporte público de ciudades como Londres y Boston, donde la desfachatez del caudillo también tuvo alfombra roja.
Las instituciones internacionales acreditaron, año tras año, la degradación de Venezuela en sendos reportes: y después de la muerte de Chávez, la lista de fechorías se volvió aún más sombría. Las reformas electorales hechas a conveniencia. El matonaje a la oposición. La desaparición de la prensa libre. La transformación de las empresas estatales en simples cajas pagadoras de coimas y prebendas. La transformación de sus hermosos balnearios en resorts exclusivos para militares u oligarcas rusos. La expansión de la violencia del Estado contra sus ciudadanos, incluyendo encarcelamiento de años en prisión preventiva, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, apremios ilegítimos y vejámenes sexuales en infames centros de tortura. La huída del capital, y luego, la de millones de personas. El hambre de la población, en un país riquísimo en petróleo y metales preciosos.
En este espiral criminal se inscribe también el plebiscito fraudulento de diciembre 2023, hecho para justificar la anexión administrativa de dos tercios del país vecino (Guyana) con el propósito de quedarse, por supuesto, con los recursos y la inversión hecha en ese otro país, ante el silencio de los presidentes latinoamericanos.
Sólo el desparpajo para redibujar el mapa de nuestro continente debiera haber alertado acerca entonces de que la situación de Venezuela es muchísimo peor que aquellas de Cuba y Nicaragua, porque Venezuela, a diferencia de esas otras dictaduras, es y sigue siendo un país riquísimo. Lo que pasa es que hoy su riqueza no se nota, porque en 25 años se la embolsaron Chávez, Maduro y sus secuaces, que ahora aspiran a robarse también el país del lado. La anexión de Guyana podría dejar de ser administrativa y materializarse con soldados en cualquier momento, Cuando eso pase ¿quién detendrá a Maduro? ¿quién defenderá a Guyana, un país con 3 mil soldados, versus los 150 mil del ejército venezolano?
La transformación de la próspera democracia venezolana en una dictadura sangrienta y aliada con el narcotráfico sucedió mientras buena parte de la izquierda, en muchos lugares del mundo, hizo vista gorda. Y eso explica que algunos hayan creído, o quieren creer aún, que Nicolás Maduro, dictador, asesino y ladrón, accederá de algún modo a entregar el poder pese a que hoy tiene mucho más poder que ayer. Controla el poder judicial enteramente, controla la Asamblea Nacional (y por esa vía, las reservas de oro de Venezuela en el exterior), controla un ejército bien nutrido, pagado, y mayormente corrupto, que se mantiene moderno en su equipamiento gracias al apoyo de China. Y finalmente, tiene el pleno respaldo de dos potencias nucleares, Rusia e Irán, también regentadas por asesinos.
Lo segundo que decanta, es que sin eufemismos, tenemos real politik al desnudo. Brasil es el mayor comprador de hidrocarburos y fertilizantes de Rusia, y México invita al ejército ruso (el mismo que ha secuestrado miles de niños ucranianos) a desfilar a su parada militar. Las “negociaciones” lideradas por ellos serán una pantomima: llevarán a nada. El sufrimiento del pueblo venezolano se incrementará, por lo que una nueva ola migratoria es segura.
Lo tercero que decanta es que Venezuela es un parteaguas que va más allá de la mirada regional, porque debe ser leído en clave geopolítica. Los ejes hoy no son izquierda y derecha, sino democracia y dictadura, y Chile ha hecho bien, bajo Boric, en aliarse con las democracias occidentales en favor de Ucrania. Recibir insultos del matón que gobierna Venezuela es un honor. Pero esto tendrá consecuencias.
Por lo pronto, Chile y Brasil no han podido concordar una mirada sobre Venezuela, y eso no puede ser minimizado como un tema entre varios. El sueño de Lula es que Brasil integre, en calidad de miembro permanente, el Consejo de Seguridad de la ONU. ¿Puede aspirar a representarnos, como América Latina toda, un fuerte aliado de Rusia? ¿Un país cuyo Presidente sostiene que la elección en Venezuela es una contienda totalmente “normal”, y que las gravísimas violaciones a los derechos humanos, acreditadas por la misma ONU, son un mero problema “narrativo”?
Existe, además, un asunto clave para Chile: el país que puede fácilmente seguir el camino de Venezuela es Bolivia, que ha concluido amplios acuerdos de alianza con Rusia e Irán… ante el total silencio de Chile (en contraste con la reacción preocupada e indignada de Argentina, por ejemplo).
Las consecuencias del parteaguas venezolano serán internas y externas, y pronto comenzarán a vislumbrarse. Al menos en lo externo, es tiempo de que Chile piense estratégicamente en ellas, y en especial, en sus alianzas militares, con urgencia.
Para seguir leyendo columnas de Ex-Ante, clic aquí.
Ver esta publicación en Instagram
El Congreso, que ya sospecha que todos los problemas del gobierno pasan, de una forma u otra, por su despacho, lo citó a declarar esta semana, en medio de la crisis autogenerada del momento: la de Monsalve. Lamentablemente, sin embargo, el asesor no contestó nada. No aclaró nada. No contribuyó nada. Como el país pudo […]
Militante comunista y ex asesor de la CUT, trabajó con el entonces ministro Barraza en Bachelet 2. En 2022 se transformó en una de las 12 “balas de plata” o cargos nombrados por el Presidente Boric sin pasar por el sistema de Alta Dirección Pública. La salida de 42 funcionarios abrió un flanco para Zenteno […]
Pienso que Tohá será la candidata del gobierno, y pasará a la segunda vuelta donde hay una alta probabilidad de ser derrotada por Evelyn Matthei. Porque su lealtad, y corazón, están con la tesis de Boric: la unidad de toda la izquierda sin exclusiones. Su única posibilidad sería que, contra todo pronóstico, José Antonio Kast […]
¿No alcanzaron a ver en cines el documental de Christopher Reeve? ¿O esa joya irlandesa, A Quiet Girl, que casi se lleva el Oscar hace menos de dos años? Aquí cuatro películas, recientes o de años pasados, para ver en plataformas.
Obviamente existe la tentación de ahogar la ensalada en sal, aceite y sus compañeros, pero si la madurez se impone, los aliños, como dicen los italianos, deben solo besar a las verduras. Pero una ensalada sin aliño no es ensalada. Al menos debe llevar sal, porque por eso se llama ensalada. Algo es algo.