Fiesta en Ñuñoa. En su cumpleaños en diciembre pasado estaban Fernando Atria, Claudia Sanhueza y Lucía Dammert, además de sus dos hijos veinteañeros y su pareja, el arquitecto Genaro Cuadros, uno de los impulsores de una nueva constitución con el movimiento “Marca tu Voto por una Asamblea Constituyente”, que también integró Javiera Parada. En la fiesta, muy bien organizada en su casa de la calle Juan Moya, sector emblemático de la Ñuñoa progresista, había dos carritos provistos de bebidas y comidas.
Descrita como matea y aplicada, segura de sí misma, Marcela Ríos no se esperaba la llamada del Presidente electo al filo de la hora, en enero, para decirle que sería ministra de Justicia. Tenía casi todo listo para irse a Europa, donde la esperaba un importante upgrade profesional.
“Yo pensaba que se iba a ir al extranjero”, dice una cercana de la ministra. “Entiendo que ella no fue la primera opción, que antes se había barajado el nombre de Patricia Muñoz. Pero Boric la convenció poco antes de que fuera anunciado el gabinete el 21 de enero. Ella tiene convicciones públicas, sobre todo con la idea de perfeccionar la democracia, la igualdad y el feminismo”.
La misión. Una persona que ha trabajado directamente con Ríos, dice que entre el Presidente y la ministra “había cercanía, porque ella lo apoyó programáticamente en la campaña. Fue un nombramiento entre comillas sorpresivo. Pero tomó mucho sentido para Marcela cuando Boric le explicó cuál era el objetivo de ponerla a ella (que no es abogada sino socióloga) en ese lugar: darle un carácter mucho más ciudadano a el Ministerio de Justicia”.
La misma fuente explica: “El Ministerio de Justicia siempre ha sido un ministerio que funciona por y para abogados. Si le preguntas a cualquier ciudadano de a pie a qué se dedica el Ministerio de Justicia, no lo sabe o lo confunde con el Poder Judicial. Incluso personas con alto nivel educacional se equivocan. Ha sido un ministerio que no ha abierto las puertas lo suficiente como para dejarse ver. Es opaco. Y cambiar eso, es lo que Boric le pidió a Marcela”. Otro tema que le ha preocupado como ministra es la situación de los presos del estallido social.
Cosmopolita. Nacida en 1965, se fue al exilio a Canadá junto a sus padres. Vivió en México y EEUU, estudió sociología en la Universidad de York y luego cursó un doctorado en ciencias políticas en la Universidad de Wisconsin-Madison, Estados Unidos. También hizo un magíster en ciencias sociales en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), lugar donde se desempeñó como coordinadora del Programa de Gobernabilidad desde 2005 hasta 2007.
Durante 14 años estuvo en el PNUD, el emblemático programa de las Naciones Unidas, donde prácticamente se escribió el relato autoflagelante sobre el modelo chileno. Fue el primer centro en el que comenzaron a estudiarse las grietas de la transición. Ríos forjó una identidad feminista e igualitaria, pero no es una crítica acérrima de la Concertación. “Puedo tener la mejor de las ondas con ME-O, pero de ahí a votar por él hay un trecho”, dijo alguna vez.
Redes. Milita en Convergencia Social y tiene una relación fluida con Ana Lya Uriarte y Carolina Tohá, por una cuestión generacional. Y también con Hernán Larraín, ex ministro de Justicia de Piñera. “Muchos de los proyectos que se tramitaron en el gobierno anterior requerían su ayuda y le tocó coincidir con Hernán Larraín. Y más cuando la nombran ministra y hubo que hacer el traspaso con él. Fue un traspaso muy cordial, muy amable. Han hablado desde entonces”.
“La ministra tiene un perfil Naciones Unidas”, dice otra colaboradora. “Muy transversal, muy diplomática. A mí me sorprende que a veces tiene mucha más llegada con sectores que no son de Apruebo Dignidad. Pese a que criticó el trato a veces descortés del Congreso, con todo el espectro político tiene redes. Con Matías Walker tiene una muy buena relación. En la derecha tiene muy buena relación con Rodrigo Galilea. En el PPD, con Jaime Quintana y Ricardo Lagos Weber. En el PS con José Miguel Insulza”.
Las críticas. “Quisiera hacer un llamado a todos los involucrados a las instituciones del Estado a cuidar la Fiscalía de Chile”, dijo el domingo la ministra de Justicia, luego de que José Morales acusara una “guerra sucia” en su contra para frustrar su elección en el Senado como Fiscal Nacional.
Sin duda la caída de Morales ha sido uno de los tragos amargos más duros de la ministra. Durante la votación el oficialismo se dividió y surgieron fuertes críticas a Ríos y a la Ministra Ana Lya Uriarte. El Presidente tuvo que salir a respaldarlas públicamente. Parlamentarios del oficialismo confidenciaron que le habían advertido a la ministra que no estaban los votos. Ella les respondió que sí estaban los 33.
La hasta ahora fallida elección del nuevo fiscal ha dirigido las críticas hacia Ríos, a quien incluso le han pedido la renuncia. Fuentes del ministerio señalan: “Son pocos lo que piden eso, Iván Moreira, Rojo Edwards, y tampoco son muy representativos. No es mucha gente que esté pidiendo la renuncia, no es que la oposición esté pidiendo que se vaya”.
La ministra, sin embargo, tuvo otra lectura de los hechos. Fuentes de la cartera, comentan: “La elección de Fiscal Nacional reviste un grado de complejidad, porque no somos nosotros quienes formamos la quina. Nosotros no somos quienes seleccionamos. A nosotros lo que nos compete es ser un puente de diálogo entre el Ejecutivo y el Poder judicial. Nosotros vamos con antecedentes y los mostramos y transmitimos, pero el Presidente y el comité político son los que toman la decisión”.
Quienes la conocen dicen que Ríos es muy discreta, que nunca se va de lengua, pero que en la intimidad es muy coloquial, carismática. Le encanta cocinar en su casa ñuñoína. Y tiene un liderazgo. “Ella es una fortaleza y una energía bien impresionante. Para el equipo siempre es un desafío seguirle el ritmo”, concluye un cercano.
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