-Este incidente en Puente Alto, bastante violento, que incluyó a menores de edad, ¿refleja ciertas conductas del crimen organizado o el narcotráfico?
-Esto podría obedecer a dinámicas de crimen organizado, de delincuencia común o simplemente de venganza. Estamos viendo un método de violencia irracional, que busca no solamente acabar con la vida del adversario sino enfrentarse contra cualquier persona que esté presente. La semiótica del mensaje criminal de disparar 150 tiros no tiene como objeto asegurar que mataste a alguien. La meta era demostrar capacidad de fuego, transmitir un mensaje de poder. Son indicios de pugnas de territorio o mercado delictual.
-Al parecer querían matar a una niña que estaba en una ambulancia. ¿Podría ser un ajuste de cuentas?
-Las dinámicas de violencia que terminan en homicidio tienen dos puntos importantes: el primero es que se deben hacer estudios bien profundos para entender si estos asesinatos son selectivos, dirigidos a rivales, testigos o informantes; si son para sembrar terror en algún sector o para enviar un mensaje mucho más amplio.
La segunda lógica es cómo la violencia se está convirtiendo en una forma de resolver conflictos y eso es un problema muy grave y que habla muy mal de cómo está funcionando nuestra sociedad. Estamos fracasando como sociedad porque la violencia se transforma es la única forma de resolver conflictos.
-Es preocupante que son niños o menores de edad, que usan esta violencia tan aguda.
-Una de las características del crimen organizado es la necesidad del reclutamiento temprano de niños y menores para actividades criminales. Mientras más jóvenes pueden involucrar dentro del circuito criminal, tienen varias condicionantes positivas para el hecho delictivo. Por un lado, el adolescente tal vez no discierne sobre el efecto de portar un arma. Por el otro, si es detenido no puede ser condenado por las leyes que protegen a la infancia.
-¿Hay también una debilidad del sistema educacional que no integra a estos menores?
-Un factor clave es la escolarización. El segundo aspecto, ligado a este último, tiene que ver con el influjo que generan las dinámicas de crimen organizado o delictuales, en los más jóvenes como una opción atractiva. Eso se relaciona con el estereotipo visual que significa la apología de la violencia.
-¿Existen indicios de nuevas bandas entrando en Chile, aparte del Tren de Aragua o de asimilación de tácticas ultra violentas de grupos locales?
-Por supuesto. Tenemos dos modelos que están surgiendo. La transformación de nuestra delincuencia común, que avanza a constituirse en organizaciones en red. Dejan de ser clanes familiares y se convierten en pequeñas asociaciones que se integran en diferentes mercados ilícitos. Por otro lado, tenemos el ingreso de dinámicas criminales desde el extranjero que vienen con sus propias modalidades. Es importante saber que hay estructuras criminales que a través de la migración irregular se han potenciado, ganando mercados ilícitos que de otra forma no podrían haber logrado.
-¿Los dos fenómenos pueden combinarse?
-Ambos fenómenos tienen que cruzarse en algún momento, y probablemente eso es lo que está sucediendo en muchas partes del país. El modelo que los dos fenómenos utilizan es una violencia desmedida e irracional.
-¿Qué opinas de esta polémica que hubo por las declaraciones de la ministra Carolina Tohá respecto a que en Fiestas Patrias había habido el mismo número de homicidios que otros fines de semana?
-Uno esperaría de las autoridades mayor cautela en las declaraciones. Pero creo que no es una normalización. Las políticas de normalización de la violencia son políticas de estado en países altamente criminalizados. Tiendo a pensar que es un error comunicacional, que desvía la atención y que puede generar una percepción de impunidad sobre los delitos.
-¿Qué países normalizan la violencia?
-Me refiero a zonas con alto nivel de criminalización que modifican las estadísticas para plantearse frente a la sociedad como exitosas ante la lucha contra el crimen. Se ha visto en regiones de Centroamérica, donde se suele decir que el problema de inseguridad de las personas no es grave. Son reacciones políticas que involucran al Estado para bajar falsamente la sensación de criminalidad, lo cual puede tener consecuencias bastante graves.
-¿Esta ostentación de la violencia tiene que ver también con el consumo de drogas?
-No lo centraría exclusivamente en el narcotráfico. Las organizaciones delictivas y de crimen organizado están en la búsqueda de diversos mercados, no solo el de la droga. Pueden ser pugnas por control de territorio, por negocios que no se lograron. El narcotráfico no es la única actividad con altos niveles de violencia. Hay múltiples factores y conductas. Los mercados criminales están hiperconectados en un ecosistema bastante complejo.
-¿Qué alarmas enciende este episodio de Puente Alto?
-Hay que poner atención en cómo ciertos lugares de atención al público pueden quedar en medio de pugnas entre organizaciones delictivas. Hoy día puede ser el Cesfam, mañana puede ser un centro comercial o una feria. Cuando eso suceda la posibilidad de que haya víctimas inocentes puede ser mucho más alta. Incluso por la reacción de la policía en un lugar densamente concurrido.
-¿Hay territorios en Santiago que están siendo dominados por el crimen organizado?
-Podríamos decir que hay control territorial de bandas en determinados sectores. Y también hay pugnas por ese dominio entre distintos grupos delictivos. Enfrentar esa realidad es un desafío que tiene el Estado chileno.
-¿Cómo ha sido la reacción del Gobierno ante estos hechos de violencia?
-Siento que hay un momento de aprendizaje que ya debería haberse superado y ahora tenemos que generar las políticas públicas y policiales para poder revertir estos índices de violencia. Existe demasiada evidencia de estas prácticas violentas. Hoy día deberíamos aspirar a tener medidas más efectivas que generen efectos contra el crimen organizado. Sin dejar de entender que sacar las personas de circulación para ponerlas en la cárcel podría solamete estar trasladando el problema si no tenemos las cárceles adecuadas.
-Esta discusión sobre la cárcel de alta seguridad que prometió el Presidente Boric, ¿es clave?
-La necesidad de aumentar la cantidad de plazas para sostener el aumento de la delincuencia en Chile tiene que ir de la mano de mejorar nuestras formas de persecución criminal. Es mucho más que construir cárceles.
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