-¿Cómo has visto este ataque ruso a Ucrania? ¿Putin sorprendió a muchos que no esperaban una acción tan rápida?
-Yo lo miraría como una crónica anunciada. ¿Qué buscaba Putin con este movimiento de tropas? Es muy raro desplazar 250 mil efectivos a la frontera de otro país. Para entenderlo hay un antecedente importante que fue la invasión a Crimea en 2014. Desde esa anexión se había firmado un acuerdo entre Rusia y Ucrania, con respecto a dos repúblicas separatistas pro rusas, Donetsk y Lugansk, que se habían declarado en rebeldía con el gobierno ucraniano, donde vivía un buen número de rusos.
Esas provincias tienen un rol estratégico para la conexión de Rusia. Entonces se firma el acuerdo de Minsk, pero no dio muchos resultados. Luego se incorporó Francia y Alemania y firmaron un acuerdo Minsk 2, que tampoco se cumplió del todo. O sea, había una situación anormal, excepcional, que de alguna manera se transformó en “normal” durante siete años hasta que explotó. Por eso digo que puede ser una crónica anunciada. Era claro lo que perseguía Rusia respecto de esas dos repúblicas. Y ahora formalizó su reconocimiento de Donetsk y Lugansk.
-¿El afán por recuperar territorios de la URSS también está presente?
-Claro. Mira lo que sucedió en 2008 con Georgia, era una república transcaucásica en el entorno inmediato del área de influencia de la ex URSS y que en su momento también pidió su ingreso a la OTAN, con un gobierno muy pro europeo. Rusia reaccionó con un intento de invasión y luego reconoció a dos repúblicas separatistas rebeldes al gobierno central de Georgia, que eran Osetia del sur y Abjasia.
Lo que pasa en Ucrania hay que leerlo en una secuencia histórica, que para entender a Rusia es muy importante. Rusia es un país muy grande, muy antiguo, muy diverso, muy difícil de entender. Siempre dicen que los únicos que entienden a Rusia son los rusos.
-¿La figura de Putin es difícil de entender?
-La conocen bien en Occidente, que lo apoyó cuando él sube. Putin, que había sido oficial de la KGB en Alemania, era vicealcalde de San Petersburgo, cuando estaba muy disminuido el presidente Yeltsin. El poder lo llevó a Moscú en su calidad de primer ministro, luego asume como presidente interino y en mayo de 2000 como presidente de Rusia. A mí me tocó llegar en agosto de 2000 a Moscú. Así que fui coetáneo con la subida de Putin.
Fue un personaje que creó condiciones de confianza con EEUU y Occidente. George Bush hijo dijo que bastaba mirarlo a los ojos para saber que transmitía confianza. Es una persona que representa bien la idiosincrasia rusa, un hombre del establishment soviético.
-¿Qué lugar ocupa Ucrania en la imagen imperial de Rusia?
-Lo que sucedió es que en Rusia hubo una revolución con la misma gente del régimen anterior. Se cambió el régimen, se cambió el sistema, se cambió el país, pero la gente que quedó era la misma. No hubo guerra civil en Rusia. Toda la estructura de Rusia se traspasó a la Federación Rusa y en la Federación Rusa el tema de Ucrania obviamente es muy sensible.
Lo dijo el propio Putin: Ucrania es un país al que une con Rusia la historia y la sangre. La nación rusa propiamente tal se forma en Kiev, donde se establecieron como rusos en el siglo V. Después, en el año 988 Vladimir contrae matrimonio con la hermana del emperador de Bizancio y se convierte al cristianismo. Y ahí tienes otra clave para entender Rusia: la fe ortodoxa.
-¿Conociste a Putin?
-Sí, claro. Estuve solo con él cuando presenté credenciales. Es un hombre de mucha personalidad, asimiló bien el cargo. En Rusia el que no asimila el cargo pierde. Venía de un momento de mucha inestabilidad. Incluso antes de la desaparición de la Unión Soviética por la glasnost y la perestroika hubo cambios sucesivos de gobierno.
Putin heredó ese sentido imperial del poder. Es de personalidad fuerte, recia, mira a los ojos, con convicción. Siempre con traductor, si te cuenta un chiste tienes que reírte tres veces.
-Dices que el carácter ruso es indescifrable. ¿Qué aprendiste viviendo en Moscú?
-Estuve 4 años y creo que, mirando los sucesos de hoy, hay una constante idiosincrática, que son el concepto del poder, la ortodoxia cristiana que está muy arraigada y el valor del territorio. Cuando Putin empieza su ejercicio del poder, declara que esos son los tres pilares de Rusia. Y lo demuestra. Estas tres facetas culminan el año pasado con la reforma constitucional, con la cual puede seguir como presidente hasta el año 2035. Hay una consolidación de tradiciones rusas. Es un proceso que se ha consolidado.
-¿Qué te pareció el discurso de Biden tras la invasión? Fue bastante duro y enérgico.
-Me parece que las sanciones anunciadas son fuertes. La pregunta es cuánto tiempo va a poder resistir Rusia a este tipo de sanciones, si se cumplen íntegra y rigurosamente tal como están establecidas. Rusia tiene una influencia importante en el desarrollo de la economía mundial, dada su capacidad energética y de su provisión de alimentos, clave en las cadenas de valor, la interdependencia con Europa es importante, además es un país nuclear. Entonces, eso le da un peso específico y la guerra tendrá consecuencias graves.
Otra duda es cuánto tiempo su población podrá ser paciente, más allá de que por su idiosincrasia pueda resistir una cosa así. Hoy día estamos viendo el inicio de un enfrentamiento, que ojalá sea corto, porque cualquier otra opción es una tragedia grande.
-Biden fue amenazante cuando dijo que los países que apoyaran a Rusia también sufrirían consecuencias. ¿Una alusión a China?
-No necesariamente. Hay algunos países latinoamericanos, como Venezuela y Nicaragua, que dijeron algunas frases en favor de Rusia. Yo creo que el tablero de este conflicto nos cubre a todos. Hay que entender que el 80 % de la población no vive en Occidente. Sólo el 20% es occidental. Eso no significa, obviamente, que todo Oriente apoye a Rusia. Pero hay una grieta entre dos narrativas. Lo que sucede entre Rusia y Ucrania se ha transformado en un centro de atención donde se están jugando los elementos que estaban en la mesa del nuevo orden mundial. Un nuevo orden marcado por una globalización muy voraz, donde las instituciones intermedias han perdido fuerza: los parlamentos, los gobiernos, las familias, las iglesias, las academias.
Aparece anacrónico que en el siglo XXI, en el inicio del tercer milenio, estemos casi conformando una nueva guerra fría o una guerra fría versión 3.0. Ha habido antes violaciones al derecho internacional, pero no con el impacto que esta ha tenido, por la simbología, por su relación con Europa, por su historia. La agenda mundial va a sufrir modificaciones. Creo que todos los países están involucrados y el desafío que tiene EEUU puede sentar un precedente muy tremendo.
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