-Fue un discurso largo, significativo, y como siempre pasa ha generado reacciones divergentes. Arturo Squella, de Republicanos, dijo que estaba inspirado en Fidel Castro. Pepe Auth señaló que abandonó la dimensión rupturista. ¿Cuáles fueron los mejores momentos del Presidente y los menos convincentes?
-Más allá de lo anecdótico, creo que lo largo del discurso obedece a que se percibe en este una oportunidad para retomar el control de la agenda. La primera cuenta pública tuvo un marcado impacto sobre la aprobación presidencial en las encuestas y, me parece, fue abriendo el camino para el cambio de gabinete que vendría después del 4 de septiembre. El mejor momento del discurso, en este sentido, fue cuando planteó que las prioridades del pueblo son las prioridades del gobierno. Hay allí tanto un reconocimiento de que el oficialismo debe abrirse a los temas que la ciudadanía le exige como prioridad y, a la vez, un llamado a la oposición a no anteponer la diferencias políticas por sobre estas prioridades.
-Se ha comentado que Boric dejó atrás el programa, buscando acercarse al mundo de la socialdemocracia, ejemplificado en las varias menciones a Bachelet. ¿Fue un discurso en el que “entregó” las banderas de la primera vuelta?
-Yo veo más de continuidad que de giro. La cercanía del presidente con la presidenta Bachelet ha sido una constante desde la campaña. Es más, no es difícil hacer el paralelo entre el gobierno actual y el segundo gobierno de la presidenta Bachelet, enfrentados a desafíos similares de gestión política de su coalición y de construcción de mayorías sociales. La idea de “entrega” o “renuncia” supone que había alguna manera de aprobar el programa de gobierno de primera vuelta. El día que fue la elección de primera vuelta, también fue la elección del Congreso actual y desde ese momento era claro que para aprobar cualquier reforma se iba a necesitar el apoyo de toda la ex Concertación y, al menos, un sector de la centroderecha. Los resultados del 4 de septiembre y 7 de mayo solo reforzaron esta situación.
-“Todos tendremos que ceder aceptar fórmulas híbridas, acuerdos sub óptimos, y no descansar ni levantarse de la mesa hasta encontrar un acuerdo”, dijo el Presidente. ¿Es un cambio estratégico?
-Este discurso está marcado por la antesala del nuevo proceso constituyente y de momentos decisivos para reformas importantes para el gobierno, como la tributaria. El discurso fue una profundización de la línea que ya se venía observando, con apertura a recoger las temáticas que aparecen como prioritarias para la ciudadanía, combate a delincuencia, costo de la vida, inmigración, y llamar a la política a alcanzar acuerdo en reformas principales, tributaria y de pensiones. De hecho, cuando se negociaba el nuevo proceso constituyente, el presidente tuvo declaraciones similares afirmando que “un acuerdo imperfecto es mejor que ningún acuerdo”
-Quizá por primera vez, Gabriel Boric asumió directamente su responsabilidad en el fracaso de la Convención anterior. ¿Qué implicancias puede tener este reconocimiento sobre el proceso actual? ¿Fue un mensaje a los consejeros?
-Mientras más autocritico es el progresismo sobre su rol en el primer proceso constituyente, más presión se pone sobre los consejeros actuales. Después del resultado del 7M se da la paradoja de que esta presión recae sobre todo encima del mundo republicano que liderará el nuevo proceso. A Republicanos les fue demasiado bien para sus objetivos iniciales, en el sentido de que, si el nuevo proceso fracasa, la derrota estará sobre los hombros de una fuerza política que desde un comienzo se opuso al proceso.
-¿Crees que los ganadores de la Cuenta Pública fueron Tohá, Marcel y Elizalde, es decir el Socialismo Democrático en desmedro de Apruebo Dignidad?
-No creo que haya habido un cambio significativo en la correlación de fuerzas internas. Quizás algunos temían un giro después del colapso electoral de la lista del PPD, PR y DC. No fue eso lo que ocurrió. Mas bien se mantuvo el tono conciliador y dialogante que habíamos visto antes. En algún sentido, no gana ninguna de las “dos almas” del gobierno, sino que se impone un relato similar al de la Nueva Mayoría, en que se busca hacer convivir continuidad con cambio, reforma con certeza.
-De todo modos, el Presidente hizo guiños a su ala izquierda como el fin del CAE y pagar la deuda histórica de los profesores. Pero para hacer eso necesitaría hacer varias reformas tributarias. ¿Es realista plantear algo así o solo fue una frase para la galería?
-El desafío que se le presenta al Gobierno, que ha estado presente desde la segunda vuelta pero se ha reforzado con la incorporación de nuevos votantes, es expandir su base de apoyo, sin perder su apoyo original. En este sentido, no es extraño que se presenten mensajes para esa base. Para un cumplimiento, aunque sea parcial, de estos compromisos, probablemente sea muy relevante el estado de la economía en los años de gobierno que quedan y de las arcas fiscales.
-El Presidente mencionó varias veces a las FFAA y a Carabineros, también destacó los símbolos nacionales y habló extensamente de la patria. ¿Es un giro importante, una lección aprendida de la izquierda que suele ser distante de esos conceptos, como reveló la ex Convención?
-Según la encuesta CADEM de hace algunas semanas, una de las causas principales del apoyo que mantiene el presidente ha sido su respaldo a Carabineros. Efectivamente, luego del fracaso del proceso constituyente anterior, se ha vuelto un acuerdo de bastante transversalidad que, más allá de las políticas públicas concretas, hay aspectos simbólicos que son fundamentales para la ciudadanía. Entre estos factores está la necesidad de valorar y respetar espacios identitarios de amplios sectores de la población. Se pueden defender los derechos y el reconocimiento de grupos oprimidos en la sociedad, a la vez que se respetan estas identidades tradicionales. La idea de patria, de una comunidad nacional inclusiva, no es algo que la izquierda pueda regalarle a la derecha.
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