El presidente Gabriel Boric, el candidato que consiguió ser elegido con menor edad en la historia de la república, el que logró conseguir más votos en la historia de las elecciones, y el que ha sido denominado como la esperanza del progresismo global, se ha ido instalando en el poder de a poco.
Sus icónicas gafas, su carisma y sus repentinas citas a poetas perdidos en el tiempo han hipnotizado tanto a sus seguidores como a sus detractores. Los primeros han sido vocales en agradecer su llegada como la de un mesías en medio del caos, mientras que los segundos han jugado el rol de escépticos, alumbrando las dudas que les provoca el particular estilo del mandatario.
Mientras tanto, medios liberales con oficinas en todas las grandes capitales de occidente no han escatimado en elogiarlo. Para ellos, la historia es clara: es la historia de un muchacho nacido en el extremo sur del mundo que llegó a la capital ideológica de Latinoamérica para darle inicio a un proceso de redención política.
Algunos incluso han hablado del “experimento chileno”, tratando de justificar la necesidad de adoptar políticas heterodoxas, para arreglar todos los males del capitalismo que se ha ramificado por décadas por culpa de la dictadura. Todo en la misma línea de la consigna que cristalizó al estallido social: el neoliberalismo nació y morirá en Chile.
¿Suena bien? Sí. ¿Funciona? No. Simplemente, no hay resultados. En siete meses, el gobierno no ha logrado presentar ningún solo resultado. Las promesas del presidente han sido inconclusas. Nada de lo que prometió en la campaña se ha hecho, y para remate, todos los indicadores que dependen de la administración de turno han tomado una dirección para peor. Es cierto que hay tendencias a la baja que vienen del gobierno anterior, y al gobierno anterior a ese también, pero que nada de lo que se haya podido mejorar haya efectivamente mejorado es una señal tremendamente potente de que nada está funcionando.
Boric sabe esto. Sabe que no ha entregado resultados, y por lo mismo, ha forzado su agenda a ocuparse de temas que no le son naturales. Casi por obligación, se ha tenido que mover de ser el joven revolucionario del que los medios internacionales hablaban en marzo a ser un sencillo administrador público que no aspira a lograr más que resolver el alto número de demandas sociales que se le van acumulando sobre el escritorio de forma exponencial. De otra forma, simplemente no se explican los giros que ha dado el presidente, y que tienen confundidos tanto a oficialismo como a oposición.
Para hacer lo correcto, y despejar dudas, Boric tiene que actuar decididamente y hacerse cargo de lo urgente, postergando lo importante. Lo urgente es la crisis de seguridad y la crisis económica, y lo importante es todo lo que se prometió en la campaña electoral, como las reformas estructurales que se supone que (erróneamente) traerían dignidad al país.
Claramente, por el fracaso del proceso constituyente que oxigenaba las promesas de cambio, y por la inexactitud e ineficiencia que ha mostrado el gobierno hasta ahora, nada de eso sigue siendo posible. El diseño de política original está marchito.
El problema actual es que la decisión del capitán, de privilegiar lo urgente sobre lo importante, no parece haber encontrado ecos entre los marineros. Una parte importante de su coalición, simplemente no le acomoda tener que hacer lo urgente. Para ellos, es más importante empujar su ideología que sucumbir a una “agenda cortoplacista”. Y se están imponiendo. Por ellos, por ejemplo, se impusieron las side letters en el TPP-11, por ellos el gobierno está involucrado en profundidad en negociaciones políticas del nuevo proceso constituyente, y por ellos no se puede reforzar la autoridad que las fuerzas armadas necesitan para combatir la delincuencia con eficiencia.
Ahora bien, es cierto que ocuparse de lo urgente a costo de lo importante es como tener una sábana corta: uno se puede tapar los pies pero no la cabeza, la cabeza pero no lo pies, y nunca los pies y la cabeza al mismo tiempo. Por lo mismo, no parece haber una solución política fácil. Si Boric se modera, pierde apoyo en la base política que lo ayudó a ascender al poder, pero si se queda en la trinchera, pierde apoyo entre los sectores de centroizquierda que hasta ahora lo sustentan pero que no dudarán en darle la espalda cuando toque el momento de levantar su propia opción electoral.
Aun así, con todos los problemas de esa tensión, no quedan dudas de que la única forma de salir adelante es entregando resultados. Los problemas políticos se podrán arreglar en el camino, pero hoy se necesitan resultados. Más adelante Boric se podrá ocupar de opinar sobre la sociedad que le gustaría tener, las memorias de Pepe Mujica o la lista de canciones que recomienda para el verano, pero hoy necesita sacar de las calles a los delincuentes que se pasean con metralletas por centros comerciales y autopistas sin ningún respeto por la autoridad. Si no hace eso, su legado será inequívoco: un legado de fracaso, crisis, caos y confusión.
Es fácil decir y difícil hacer. Ese es el peligro. Boric habla mucho, cada vez más, de la importancia que le quiere dar a la seguridad. Habla de lo prioritario que es para él compartir la delincuencia, y cada vez que pueden, salen detrás de él personeros de primera línea como minuteros a repetir lo mismo. Pero mientras no haya resultados concretos, mientras no se rompan las tendencias, toda coordinación será en vano. Será para alimentar más frustración, más descredito político, y más dudas de que la clase política, especialmente la que está en el poder, pueda resolver cualquier cosa.
Salvo unos pocos medios, reporteros, académicos, y la base política de Boric, que han invertido emocional o profesionalmente en la gestión del presidente, nadie quiere saber más de las capacidades artísticas del presidente, o las razones de por qué no ocupa corbata o por qué no se lustra los zapatos. Las personas quieren resultados. Quieren optar a casas propias, quieren vivir en paz, y quieren salir a la calle con sus familias sin sentir que los van a asaltar en el semáforo de la esquina. Las personas quieren trabajar y pagar sus deudas sin ser bofeteadas por tasas de interés que suben todos los días un poco más por la irresponsabilidad de los políticos.
Boric será recordado por su capacidad de sacar adelante al país. Será recordado por su capacidad de hacer lo mínimo: de permitirle a los chilenos vivir en tranquilidad y paz. Será recordado por su capacidad de ponerle fin a la violencia. Pero para eso, debe actuar con decisión. Debe repetir con fuerza, dentro de su coalición política, lo misma que dice en los foros del sector privado a los que asiste cada vez con mayor regularidad: que ya no hay espacio para experimentar. Que lo único que importa es entregar resultados.
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