-Participaste del Tratado de Paz y Amistad de 1984. ¿Qué fue lo más difícil?
-Fue un proceso muy prolongado, muy tenso. Durante la mediación hubo un momento de mucha tirantez. No parecía existir ninguna solución posible más que una guerra. En 1977 se había hecho un laudo arbitral, con la reina Isabel II, pero Argentina no aceptó la sentencia. Entramos en negociaciones directas, y en ese momento parecía que no había solución. Y finalmente, de manera muy providencial, surge la mediación del Papa Juan Pablo II que hace un mes y medio había iniciado su pontificado en octubre del 78.
-¿Los argentinos eran un poco reacios?
-En 1978 los argentinos lo que querían era imponer una solución que considerara alguna de las islas o parte de las islas que estaban en disputa para su soberanía. De acuerdo a la perspectiva chilena todas las islas que estaban al sur del Beagle, como lo dice el Tratado de 1881, estaban bajo posesión chilena. Entonces había una diferencia de la cual no salíamos.
-En 1978, Argentina vivía una dictadura, al igual que Chile. ¿Eso afectó las tratativas?
-A los militares les costó aceptar la mediación, porque además en Argentina el poder estaba dividido: lo que decía el presidente y lo que decía el resto de la Junta Militar. El canciller de la época, Washington Pastor y el presidente Jorge Rafael Videla aceptaron en diciembre que el mediador sea la Santa Sede. Pero la Junta Militar dice que no. Y además decía que había que establecer ciertos límites sobre lo que podía hacer el mediador. Y Chile, por supuesto, no quería poner esos límites.
Una vez que se acepta la mediación, la cosa se calma un poco. Pero para Chile siempre lo más difícil fue imponer el criterio de negociar la delimitación marítima de las jurisdicciones a partir del límite que había establecido el laudo arbitral del 77. Lo que teníamos que discutir eran aguas, no tierras. Argentina decía que ese laudo era insanablemente nulo.
-¿Cómo fue el rol de Juan Pablo II?
-Hasta que el Papa presenta su propuesta, el 12 de diciembre de 1980, pasaron 22 meses. Por lo tanto, tampoco para el Papa y para el cardenal Samoré, que era su representante, fue muy fácil buscar puntos de encuentro. La propuesta del Papa Chile la acepta, porque básicamente todas las islas quedaban bajo soberanía chilena. Pero Argentina no la aceptó. Chile la acepta en enero del 81. Argentina en marzo del 81 responde con una respuesta que era un “no si es no”. Pedían explicaciones, aclaraciones, etcétera.
-¿En ese momento aparecía el fantasma de la guerra?
-Deambulamos en ese fango, que no avanzaba para ningún lado, hasta la guerra de Las Malvinas. Ahí Argentina cambia el switch. Su preocupación va para otra parte, no para el lío chileno argentino. Además, después de la derrota se acaba en la práctica el gobierno militar. Pronto llegan las elecciones que gana Raúl Alfonsín. En 1984 se firma el acuerdo.
-La celebración por los 40 años ha sido opacada porque no estuvo el canciller de Argentina ni ninguno de los presidentes. ¿Qué te pareció esta polémica?
-Considerando lo mucho que uno podría haber celebrado, es desilusionante que no se hubiera realizado en un nivel de equilibrio en las legaciones de cada país. Para la Santa Sede era importante. El acto se hizo en la misma sala donde se firmó el tratado con el Papa Juan Pablo II.
La delegación chilena estuvo de muy alto nivel. Y es lamentable que por el lado argentino no existiera ese balance. Esperemos que las diferencias entre los jefes de Estado, que todos conocemos, se vayan superando, porque aquí necesitamos miradas de Estado, miradas relevantes y no quedarnos en dificultades personales.
-¿Fue un desaire para Chile de Argentina?
-Más que para Chile, fue un desaire para el Papa, que es argentino. Es la Santa Sede la que estaba invitando al Vaticano. Aparte de Francisco, estaba el Cardenal Parolin, secretario de Estado; con el Cuerpo Diplomático. Me parece que el desaire no lo tenemos que mirar solo de nuestro lado, sino del Papa.
-Fuiste embajador en Argentina. ¿Habías visto en tu larga carrera diplomática una contraposición tan fuerte como la que hay entre Boric y Milei en términos ideológicos?
-A lo largo de nuestra historia entre Chile y Argentina hemos tenido presidentes con muchas diferencias ideológicas. Estuvo Allende con Lanusse y se firmó el compromiso que lleva el caso del canal Beagle a una corte arbitral de su majestad británica. Pueden existir jefes de Estado con distintas visiones ideológicas. Pero siempre con el interés en tener una buena amistad como la hemos tenido por 200 y tantos años.
-¿Milei privilegia una mirada ideológica en las relaciones exteriores?
-Me parece que él es claro en todo lo que dice: tiene una visión especial respecto de quiénes pueden ser sus colaboradores, sus amigos, con quiénes puede vincularse y a otros que son sus adversarios los trata demasiado duro. Dice cosas que no se dicen entre los jefes de Estado, salvo excepciones. Pero ahora es más común que antes.
-¿Hay una tendencia a ser un poco más deslenguado como Trump o el mismo Milei?
-En nuestra región también hemos tenido jefes de Estado que respecto de Chile, no han guardado la compostura, la prudencia, con la cual debe comportarse un jefe de Estado. Pienso en ciertas declaraciones de Hugo Chávez, en ciertas declaraciones de Evo Morales sobre Chile en su momento.
-El tema de trasfondo es quizás la mala relación de Milei con el Papa. De hecho, el Papa recordó a Cristina Fernández, que es una de las principales adversarias de Milei.
-Esos son los mensajes que uno podría leer entre líneas. Efectivamente, el Papa mencionó que durante la conmemoración de los 25 años vinieron a Roma Cristina Fernández y la presidenta Michelle Bachelet. Se puede tomar como una frase dirigida a Milei.
-¿El Papa estaba molesto?
-Francisco hace un esfuerzo, porque tiene dificultades de movilidad. Leyó su discurso. Escuchó al embajador argentino y al de Chile. Después tuvo la enorme gentileza de saludar a las delegaciones. Yo tuve algún intercambio con él un poco más largo, porque justamente le recordé que había estado 40 años atrás en esta misma sala en la firma del tratado. Me dijo: “Eres una memoria viviente del tratado”.
-¿Crees que hay una antipatía entre Milei y Boric?
-Es claro que hay una diferencia ideológica que a veces se transforma en alguna dificultad para hacer actividades conjuntas, como me parece que ha sucedido con esta celebración.
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