-¿Cuál es su diagnóstico sobre las altas cifras de deserción escolar? Se habla de 50 mil estudiantes que dejaron este año las escuelas, lo que implica un aumento del 24% con respecto al año pasado.
-Este es un fenómeno al cual no se le puede atribuir una causa única; es un cierto deterioro social que tiene múltiples factores. Partiendo por una anormalmente grande prevalencia de patologías mentales y depresiones, tanto en apoderados y profesores, como en niños, niñas y adolescentes. Hay que sumarle la crisis económica, los efectos de la pandemia, y una cierta desesperanza en muchas familias. Entonces, se produce una situación donde ni el joven está muy entusiasmado con ir a la escuela ni los padres están muy entusiasmados, porque a lo mejor necesitan que el adolescente trabaje también. Es decir, se suma una serie compleja de factores que confluyen en este fenómeno, que es por cierto extremadamente grave. Sin duda van a aumentar las cifras de trabajo infantil.
-¿Qué aristas observa en esta problemática?
-La primera arista es la que afecta a los propios niños y niñas. No terminar la escuela les deparará un futuro bastante negro en materia de preparación, empleo, acceso a la educación superior, y capacidad para generar ingresos, además de la pérdida de los vínculos afectivos que la escuela les daba. Van a terminar pateando piedras, como en la canción de Los Prisioneros. El fenómeno es grave para ellos y es grave, por cierto, la segunda arista, para la sociedad en su conjunto, que va a sentir los efectos de este verdadero ejército de jóvenes desolados, con poca esperanza sobre su futuro y de la sociedad, y que pueden caer en la delincuencia y en manos de los narcos muy fácilmente, como una forma de sobrevivir.
-Usted dice que esos niños van a estar pateando piedras. ¿también van a estar manifestándose en las calles?
-No todos, pero un cierto porcentaje, obviamente que sí. Esta es una verdadera inyección a la vena para futuros estallidos sociales. No quiero pensar en la felicidad que le da a los narcos tener un imprevisto contingente de futuros soldados para sus tropas, porque un cabro que se salió de la escuela, que no tiene esperanza y se le acerca un narco y le ofrece plata, lo llena de lucas, está en una condición muy vulnerable, lo que puede llevarlo a comenzar una carrera delictual. Si entra al ejército narco, ahí sí que no lo rescatamos nunca más y eso es gravísimo.
-Este año se habla de 50 mil, pero ¿cuántos más hay en realidad?
-Por las cifras que se han difundido, entiendo que ya habían cerca de unos 200 mil y que este año se sumaron 50 mil, entonces, en total estaríamos hablando de unos 250 mil, aunque no tengo certeza sobre la cifra precisa.
–¿Cómo se revierte esta tendencia? Porque un niño que abandona la escuela es difícil reinsertarlo en el sistema escolar.
-Mientras más tiempo pase, es más difícil rescatarlos, por lo cual hay una urgencia para que el gobierno reaccione. Veo la necesidad de generar un gran consenso, políticamente transversal, con muchos recursos para las escuelas de reingreso, que están diseñadas precisamente para recibir a chicos que salieron del sistema escolar regular. Hay que aumentar la subvención per cápita de esas escuelas de reingreso y apoyar a los establecimientos regulares, para absorber a esos cerca de 200 mil niños. Es un esfuerzo mayor del gobierno, para generar estas instancias y proveer los recursos.
Esto tiene que venir acompañado además de apoyos muy fuertes en materia de salud mental y de conexión con la familia. Es decir, no es solo abrir una escuela y poner profesores adentro para que ellos puedan retomar sus estudios, sino que tiene que haber un apoyo muy integral a la salud mental de los chicos y de sus familias, lo cual se suma a un monto de recursos financieros y humanos bastante monumental.
-¿En qué postura ve al gobierno ante este desafío?
-No veo hasta el día de hoy disposición clara del gobierno para asumir esta tragedia, más allá de declaraciones de buena crianza, pero en verdad desconozco sus planes. Me temo que se está haciendo poco, comparado con la magnitud de esta suerte de terremoto silencioso. Esto, que quede bien claro, es un terremoto silencioso, con daños mayores y más duraderos respecto a lo que fue el sismo grado 8.8 y tsunami del 2010.
-La UDI advirtió que está dispuesta a presentar una acusación constitucional por este tema en contra del ministro de Educación, Marco Antonio Ávila.
-No estoy de acuerdo con una acusación constitucional mientras no veamos todos, la UDI y todo el mundo, cuál es la dimensión correcta de los esfuerzos y compromisos del ministerio. Creo que la UDI está politizando esto. Lo que debiera proponer la UDI no es una acusación constitucional, sino que una interpelación, un llamado del Congreso al ministro, para informar integralmente, antes que entrar en estas peleítas políticas estúpidas vía acusaciones constitucionales.
Ya llevamos varios ministros de Educación acusados constitucionalmente sin ningún mérito, era cosa de contar los votos. Eso es un mero gustito político, que va a desviar la atención de lo importante: un consenso nacional sobre el tema.
-¿Cuál es la magnitud de los recursos que se requieren para afrontar este problema?
-Hay un sitio, www.cadadiacuenta.mineduc.cl, muy bien diseñado, que es el sitio web que el ministerio montó sobre este tema, donde ofrece oportunidades y beneficios para la reinserción. La gran pregunta justamente es ¿cuántos recursos financieros hay para esto? Porque aquí estamos hablando de mucha plata. Si abordamos, ojalá, a 200 mil niños en esta situación, e invertimos por lo bajo unos 200 mil pesos mensuales por cada uno, el esfuerzo de reingreso debiera costar del orden de 450 millones de dólares anuales.
Mientras el gobierno no comprometa una cifra de esa magnitud, que tiene que ir directamente a las escuelas y/o a las escuelas de reingreso, no es posible avanzar mucho en este tema. Lo grave de esto, además, es que cuando una escuela pierde a un niño, pierde también la subvención escolar regular y, por tanto, eso también deteriora las finanzas de los establecimientos. Es un efecto en cadena. Por ello, no hay que descartar recurrir al 2% constitucional destinado a catástrofes. No me cansaré de decirlo: esto es más grave y de efectos más duraderos que un terremoto o tsunami de los peores que hemos tenido.
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