Mientras el cabo primero de Carabineros Álex Salazar agonizaba en el hospital por las heridas derivadas que sufriera por haber sido atropellado, el Presidente Gabriel Boric le daba suma urgencia a la tramitación de un proyecto de ley que buscaba establecer el 9 de julio como el día de visibilidad lésbica. Fue solo después de la muerte de Salazar, que el gobierno decidió retirarle la urgencia a su proyecto.
¿Por qué el gobierno encontró razones urgentes para tramitar el proyecto antes de la muerte de Salazar, pero no después? ¿Qué le hizo cambiar de opinión?
El contexto más amplio de la crisis de la seguridad por la que atraviesa el país ayuda a entender la contradicción. Pues no se puede ignorar que el episodio ocurre en medio de un momento de violencia pronunciada, ni que la aprobación del gobierno se encuentra en niveles históricamente bajos mientras que los niveles de aprobación de Carabineros se encuentran en niveles históricamente altos.
Quizás por lo mismo, las personas ven al gobierno como el antagonista de la historia. Y con justa razón, si se acuerdan del rol que cumplió Boric como diputado, votando en contra del estado de excepción, la ley del cabo segundo Eugenio Nain, protestando contra las Fuerzas Armadas en plaza Baquedano y en contra de militarizar la frontera en el norte. Se acuerdan también de que ya siendo Presidente, negó de forma tajante la mera posibilidad de una crisis de seguridad.
Si como diputado se le permitió ser displicente, era porque el contexto era diferente. Antes, el país no se encontraba sumido en la crisis en que está ahora. Protestar contra las fuerzas del orden resultaba gratis. Estar en contra de Carabineros, los militares y el Estado, rendía beneficios. Y si como Presidente se le permitió negar que las cosas estaban empeorando, era porque a pocos meses de entrado el gobierno aún había esperanza de que las cosas podían cambiar.
Pero ahora, con la violencia al alza, las personas han vuelto a apoyar a Carabineros. Y ante un gobierno que ha brillado por sus fracasos, han dejado de apoyar al Presidente. Es una inversión completa en el balance caos/orden que dominó los años posteriores al estallido social, y es evidente en los altos niveles de confianza a las fuerzas del orden y los bajos indicadores de popularidad del Presidente Boric y su gobierno.
Esencialmente, las personas se dieron cuenta que, si los Carabineros son los buenos, entonces los que no los apoyan deben ser los malos. La historia dirá si la lectura es justa o no, pero lo que es claro es que mientras las fuerzas del orden se vean limitadas en lo que puedan hacer para combatir la violencia, no habrá resultados. Y si no hay resultados, las personas culparán a quienes pusieron las limitaciones.
El gobierno entiende esta lógica sólo parcialmente. Lo entiende, en tanto no hay otra forma de explicar el paso de la estrategia del diálogo y la negación frontal de la crisis de seguridad al envío de militares a la frontera con Bolivia y la frase grandilocuente tipo “a los delincuentes se les perseguirá por cielo, mar y tierra”. Tampoco se podría explicar la inauguración del matinal unidireccional filo chavista “Gobierno informa”.
Pero es obvio que no entiende la totalidad de la lógica, pues si la entendiera, no le habría dado suma urgencia a su proyecto identitario el mismo día que el cabo primero Álex Salazar agonizaba en el hospital. Si entendiera la lógica, le hubiese dado suma urgencia a la Ley Nain y no a la moción parlamentaria de visibilidad lésbica. Hubiese sabido que el 14 de marzo era un día para prestarle apoyo a Carabineros, no para restarles importancia.
El balance lleva a pensar que el gobierno no sabe cómo resolver el asunto. De hecho, comete un error fundamental cuando propone que el problema es comunicacional. Pues presume que la crisis de seguridad es un asunto de percepción y no de hechos reales. Pero es obvio que eso no es cierto. Es obvio que la percepción de las personas no está tan alejada de la realidad. Los índices de percepción de delincuencia son altos porque los índices de delincuencia son altos.
Contrario a lo que propone el gobierno, la erradicación de la violencia viene condicionada a la adopción de medidas reales, ancladas en programas de largo plazo. La seguridad se recupera con castigos ejemplares para criminales y con apoyo para las instituciones del orden, no con matinales. Si no se flexibiliza el uso de la fuerza, y se apoya a los distintos agentes de del Estado a hacer pleno uso de su legitima fuerza, la crisis solo se profundizará.
Evidentemente todo esto es un problema político, no de gestión. No hay otra forma de ponerle fin a la delincuencia que potenciar a las instituciones que están diseñadas para ponerle fin. Entramparse en un debate ideológico de lo que significa o no significa endosar el uso de la fuerza podrá resolver diferencias políticas internas, pero casi ciertamente no resolverá la grave crisis de seguridad que azota al país.
En solo un par de meses el gobierno pasó de no creer en que había un alza en la delincuencia a tener un matinal en donde explica lo que está haciendo para combatir la delincuencia. ¿Dónde estará en un año más? Es una pregunta que no solo apunta a la seguridad, sino que a todo lo demás también. Pues, si no resuelve esto, no podrá resolver nada más. Simplemente no tendrá suficiente apoyo para hacerlo.
Los resúmenes del primer año de Boric hablan mucho del cambio de estilo y de la renovación de las élites, pero poco del porcentaje de promesas cumplidas y el número de proyectos aprobados. La explicación es sencilla: no hay mucho que informar. En parte, el fracaso se debe a la alta desaprobación de Boric, la cual a su vez se explica por la incapacidad del gobierno para contener la violencia. Si el Presidente no se ocupa de ello ahora, el segundo año también será perdido.
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