A esta altura es obvio que la idea del presidente Gabriel Boric de hacer los trece indultos el último día del año para dar vuelta la página y comenzar de cero no resultó. La decisión ha causado probablemente el mayor revuelo de lo que va del gobierno, y eso que la administración aún no cumple un año en el poder. Casi todos los sectores o personas políticamente relevantes se han pronunciado sobre el asunto y el balance no es positivo.
De hecho, son pocos los que abiertamente han defendido la decisión de bypassear a la justicia. Solo sectores extremos, que apoyan a Boric, le han aplaudido la aplicación de la medida. Casi todos los demás han cuestionado la sorprendente ligereza con la que el presidente se saltó el principio de la independencia entre poderes del Estado, entre ellos la Corte Suprema, que le pidió expresamente al presidente respetar su soberanía constitucional.
La recepción de la decisión por parte de la opinión pública no ha sido mejor. En medio de la crisis de seguridad, son pocas las personas independientes, moderadas y de centro que le vieron lógica a la medida. Y aunque la evidencia es solo anecdótica por ahora, es claro que hacer los indultos cuando la delincuencia está fuera de control no es la mejor idea. Si las personas ya desaprobaban a Boric por su mal manejo de la crisis, ahora será peor.
Para la mayoría silenciosa, la medida no puede ser positiva. Son demasiadas las personas que se catalogan de izquierda, pero que no han sido capaces de vocalmente apoyar al presidente. Han, en cambio, preferido permanecer en reserva ante la difícil alternativa de tener que salir a justificar lo hecho. Por supuesto, es perfectamente posible ser oficialista, de izquierda y estar en contra de los trece indultos, pero se debe permanecer en silencio.
Obviamente nada de lo ocurrido era parte del plan de Boric. El plan de Boric, muy por el contrario, era simplemente lijar asperezas dentro de su coalición y dar vuelta la página. Era extenderle un ramo de oliva a la mitad más de izquierda de su gobierno, que se sintió traicionada después del guiño del presidente a favor del socialismo democrático en su último cambio de gabinete, la firma del TPP-11 y el endoso al segundo acuerdo constituyente.
El plan de Boric era indultar a los reos, mostrarle al Partido Comunista, y a los movimientos independientes de izquierda (“la calle”) que lo increpan, que él los respeta y que ellos sí tienen voz y voto en su gobierno. Además, era hacerlo en ese minuto en particular, entre gallos y medianoche, porque solo así podría aspirar a dejar el asunto atrás, y comenzar el año nuevo con todos los favores pagados.
Pero, al final, no fue así. El plan falló. No solo no pasó colado por el primero de enero, sino que levantó sendas dudas sobre el mecanismo mismo. Pues, fue tan, pero tan mal aplicado el indulto, que ahora hasta se debate si la figura legal del indulto debe seguir existiendo constitucionalmente. Y con justa razón, pues si se usan herramientas jurídicas para ajustar cuentas políticas, es claro que algo no está funcionando.
En esta línea, es relevante preguntarse por el razonamiento que aplicó el presidente Boric para pensar que podría salir bien parado del asunto. Y aquí, lo único racional es presumir que Boric correctamente intuyó que aplicar el indulto sería una medida controversial, pero actuó de igual forma bajo la impresión de que no aplicarlo sería peor que aplicarlo. Un escenario difícil de imaginar, considerando la magnitud de la controversia ya causada.
Por indultar a trece reos, Boric abrió un debate innecesario sobre su capacidad de liderar. Ya cuestionado, con niveles de desaprobación nunca antes vistos y en medio de una crisis de seguridad, sigue abriendo flancos. Por sus acciones, ya hay agua en la piscina para preguntarse si debe ser acusado constitucionalmente. Por lo bajo, hay fundamentos para poner el caso de los indultos al centro de la coyuntura para entender exactamente por qué se tomó la decisión.
Hasta ahora, solo parecen haber tres explicaciones: la decisión se tomó a la rápida, sin importar si los reos efectivamente se merecían la clemencia; la decisión se tomó de forma premeditada, a pesar de que los delincuentes contaban con amplios prontuarios; o, lo menos probable, que se haya tomado estratégicamente, con la intención de liberar a uno o más de los reos en particular, y esconder la decisión bajo el manto de la duda generalizada.
En cualquiera de los casos, sería útil saber lo que ocurrió. Pues, es claro que la herramienta estuvo mal aplicada, y que el gobierno actúo a destiempo y en claro contraste con la realidad del contexto. Y a pesar de que es evidente que predominaron razonamientos políticos, aún quedan dudas sobre por qué exactamente el gobierno decidió tomar la decisión de indultar a los 13 reos (uno de ellos indultado por segunda vez).
Lo más lamentable de todo es que al preguntarle al presidente por los motivos de los indultos, nunca ha sido frontal con su respuesta. Para desgracia del público, solo se ha apoyado en las atribuciones que tiene para hacer lo que hizo, y a lo que han hecho otros antes que él. Así es, su respuesta es tautológica. Según él, indultó porque lo hicieron los presidentes que estuvieron antes que él, los de la Concertación y Sebastián Piñera.
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