Tras la elección del domingo 7 la coalición gobernante realizó un nuevo cónclave en Cerro Castillo. No hay información definitiva acerca del debate que se pudo haber generado allí, pero la sensación térmica es que si bien pudo ser acalorado terminó en una tranquila y esperable reafirmación del Programa. Tal como lo dijo el día anterior de las elecciones la vocera Camila Vallejo ”el gobierno no torcerá su dirección sean cual sean los resultados”.
Los resultados, es evidente no fueron sólo malos para el gobierno, sino que junto al del 4 de septiembre 2022, marcan un corte radical en la opinión pública y un terremoto en el sistema político, dejando al hasta ahí outsider partido republicano como la principal fuerza política del país.
El oficialismo no podrá volver a hacer lo que hizo tras el plebiscito, esto es, culpar a las fake news o a la estupidez de los chilenos. El giro conservador, hacia los valores de la seguridad y el orden es demasiado profundo como para ignorarlo. De hecho, el gobierno lo sabe y por eso ha dedicado desde que asumió la ministra Tohá buena parte de su energía a abordar la crisis de seguridad implementando estados de excepción, facultando a las fuerzas armadas a vigilar la frontera norte, fortaleciendo a Carabineros y aceptando concurrir a la aprobación de una agenda compleja de nuevas normas para actualizar la legislación a la nueva realidad del país en materia de seguridad.
Los resultados, sin embargo, no pueden pretenderse a corto plazo. Posiblemente recuperar el vigor del estado de derecho será una tarea que ocupará años.
El problema es qué va a pasar con la “agenda transformadora” dada la actual correlación de fuerzas, agenda que incluye una reforma tributaria, una reforma al sistema de pensiones y una reforma al sistema de salud. Se trata de propuestas y objetivos demasiado ambiciosos para un gobierno de minoría social y política que además perdió el que iba a ser su principal instrumento: una nueva constitución habilitante de esas reformas. Nunca debe olvidarse la lección de la Unidad Popular: Insistir en democracia en reformas profundas sin mayoría electoral equivalen a un suicidio. Como les vino a decir el admirado Pepe Mujica: a veces por quererlo todo nos quedamos sin nada.
La cuestión entonces no es la discusión ociosa de si acaso el programa si o el programa no. El tema es qué va a quedar de este gobierno al que quedan tres años. Quizás lo primero sea reconocer la necesidad de abordar con urgencia los problemas de gestión que hay en casi todos los ministerios.
En el más importante, obras públicas el problema es mayor: no hubo una sola licitación convocada por el actual gobierno en 2022, solo la Orbital Sur publicada el 4 de marzo, es decir, por el gobierno anterior. Muchos anuncios, nada concreto. En vivienda lograr el objetivo propuesto por el ministro Montes es un desafío gigantesco que le cambiaría la vida a miles de familias. Ahí hay que poner energía. En salud, no se entiende el fiasco vacunatorio. En Educación, la prioridades del ministro andan muy descaminadas.
Por otro lado, reconocer que si no se va a poder hacer la reforma tributaria soñada, al menos una para financiar el aumento de la PGU y el inicio de un sistema de cuidados; si no va a ser posible eliminar las AFP, al menos mejorar las pensiones actuales a través de un aumento real de una pensión universal e incrementar las cotizaciones para evitar el colapso futuro; si no se va a poder crear un sistema único de salud, al menos evitar una crisis de salud pública. No sería poco que también en este período se dé un gran impulso a la explotación del litio y a la producción del hidrógeno verde, dos promesas que interesan a todos.
La acción del gobierno se puede contener en el relato (un poco infantil, sin embargo) de que avanzamos de acuerdo a nuestros valores y sin transar los principios. Nadie pide renuncias, solo adecuaciones a la realidad, el principio más importante en política. Aún más sensato sería tomar decisiones consistentes, ampliar la base de sustentación del gobierno con nuevas fuerzas disponibles y que impliquen un cambio en la orientación idealista hacia una más pragmática; es urgente, el tiempo corre.
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