No es sorpresa que el Presidente lo está haciendo mal y que, quizás por lo mismo, su gobierno está fallando. Luego de una pequeña luna de miel, de no más de un par de días en marzo de 2022, todo ha ido de mal en peor. El gobierno se encuentra preso de la coyuntura y no logra darle tracción a su programa.
Hasta ahora, la tesis que mejor parece explicar el fracaso es la de la ineptitud e inexperiencia, que sugiere que el mandatario estaría fallando por sus propias malas decisiones. Ya sea porque no quiere o no puede entender que su oferta está desfasada de la demanda de las personas, porque la cámara de eco, compuesta por militantes yes men, no tiene la capacidad de proporcionarle análisis de calidad, o bien porque los equipos políticos que lo rodean no entienden la importancia que tiene la negociación política en la secuencia de eventos que termina en resultados positivos.
Pero hay otra tesis, menos desarrollada, que es la tesis de la negligencia consciente. En esta segunda tesis, el fracaso no se debería ni a las malas decisiones del Presidente, ni a la ineptitud de sus equipos, sino que, sorpresa, sería parte del plan. Aquí, en esta segunda tesis, la popularidad presidencial sería irrelevante, considerada un costo hundido.
Dado que el Presidente sabe que debe gobernar cuatro años fijos, y que no será forzado a abandonar su cargo antes de eso, habría decidido prescindir de la aprobación presidencial como herramienta para fijar la agenda y conseguir resultados. En cambio, habría optado a hacer todo lo contrario a lo esperado. Habría optado por dejar de gobernar. Una tesis controversial, pero que no se puede descartar, en tanto, como se ha visto antes, la negligencia puede ser una forma notoriamente más efectiva y rápida para conseguir objetivos que la vía tradicional.
Un primer ejemplo de cómo opera la tesis en la práctica se puede ver por medio de lo que ocurrió con los tres retiros de fondos de pensiones que se hicieron en el segundo gobierno de Piñera. Para ejemplificar, habría que conceder dos premisas. Primero, que el sector de Boric siempre ha estado en contra de las AFP, buscando eliminarlas de raíz desde su inicio como coalición política.
Y segundo, que en la antesala de los retiros había una susceptibilidad especialmente alta por parte del grueso de la población, que simplemente no estaba en condiciones de rechazar, o condenar masivamente, los retiros como alivio financiero. Así, en ese contexto, la izquierda, oposición del momento, sin nada que perder y todo que ganar, correctamente aprovechó el contexto del momento para empujar una medida que no solo era popular, sino que evidentemente también serviría para avanzar hacia el fin de las AFPs.
Ahora bien, para que lo anterior funcionara, se tuvo que instalar la idea de que no había otra alternativa. Se tuvo que instalar la sensación de inevitabilidad e inercia: “dado que el gobierno no actúa, no queda otra alternativa que apoyar el retiro”. Así fue como el primer retiro, “único y excepcional”, se transformó en una serie de tres.
Al fin y al cabo, como se especulaba, fue más funcional para la izquierda que para cualquier otro grupo. La coalición de Boric se logró posicionar del lado de las personas mientras debilitaba a las AFPs. Lograron ganar la elección presidencial y llevar el debate de las pensiones a un lugar mucho más favorable para ellos. Ahora es mucho más fácil que antes hacer el punto de que las AFPs no funcionan y que se deben reemplazar.
Hoy, pero desde el gobierno, la negligencia opera de otra manera. Pues, ahora ya no es necesario esperar a que se den las condiciones precisas para omitir y conseguir resultados. Teniendo la iniciativa legislativa, y todo el control del Estado, se puede ser conscientemente negligente. Por ejemplo, se puede actuar y después no reaccionar. Hay varios ejemplos de esta variante, pero ninguno más elocuente que lo que ocurrió con los indultos de Boric a los 12 delincuentes y el ex frentista. Pues, los perdones presidenciales son un perfecto ejemplo de cómo se puede tirar la piedra, mirar para el lado, y dar en el blanco sin tener que dar explicaciones.
En secuencia: se hicieron los indultos, se recibieron las reacciones negativas, y se dijo que no podría revertir lo decidido. Simple: se tomó la medida, impopular pero ideológicamente consistente, y cuando la medida se volvió controversial, se dijo fuerte y claro desde el gobierno de que ya era imposible volver atrás. Que no hay resultado es otra cosa.
Un mejor ejemplo de la negligencia consciente es cuando derechamente no se actúa, con el fin de conseguir lo deseado. Y, eso es, precisamente lo que parece estar ocurriendo en el tema de las isapres. Es claro que para el gobierno de Boric el escenario ideal sería unificar los sistemas de salud, para tener uno solo, uno estatal. Básicamente lo mismo que se quiere hacer con las AFPs. Pero el gobierno sabe que sería imposible conseguirlo por medio del Congreso, la vía tradicional, considerando que alrededor de 70% de las personas desaprueba a Boric. Por lo mismo, la mejor forma de hacerlo es simplemente mediante la no intervención.
Y es precisamente eso lo que parece estar ocurriendo. Hoy, con las isapres al borde de la quiebra, el gobierno apenas se ha manifestado. Un mal precedente, siendo que es obvio que si quiebran las isapres, no solo se verían afectadas las tres millones de personas que allí cotizan, sino que también el sistema de salud público completo.
El subsecretario de redes asistenciales, Fernando Araos, dijo esta semana en una entrevista que recién se está estudiando el fallo, como si no se podría haber anticipado. La ministra de Salud, Ximena Aguilera, sostuvo que no se iba poner en ningún escenario hasta tener todos los datos sobre la mesa y que, como gobierno, no iba empujar la situación a una crisis. Pero la pregunta es, si no se están anticipando al fallo, ¿qué están haciendo? ¿No es acaso esa omisión funcional a la generación de una crisis?
Pareciera más bien que Boric se estuviera desanclando de las ideas de “demasiado grande para fallar” y más bien adoptando una postura a favor de la justicia política mediante la inercia. Al gobierno pareciera darle lo mismo que la red de salud que atiende a millones de personas colapse, en tanto el resultado les permitiría reconstruir el sistema a su pinta. Como con las AFPs: si caen las isapres, vendría con graves consecuencias, pero al menos sería una oportunidad para que el gobierno avanzara en su programa ideológico.
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