Juzgando por el ánimo del presidente uno pensaría que el país está mejor imposible. Uno pensaría que la economía avanza con viento en popa, la inmigración irregular finalmente se encuentra controlada y los problemas de seguridad pública son cosa del pasado. Por el optimismo del presidente, uno pensaría que además ya tiene resuelto las graves crisis que azotan el sistema de salud y a las administradoras de fondos de pensiones.
Claramente, no es el caso. Y ni siquiera hay que ir a las cifras para comprobarlo. Basta preguntarle a la gente qué les parece el trabajo que ha hecho el presidente en su casi año y medio de trabajo. Y bien, su respuesta es lapidaria: mientras que solo 30% de las personas aprueban su gestión, casi el doble, más de 60%, desaprueba. Una cifra relevante considerando el triste récord de haber hablado más que cualquier presidente anterior: dice mucho, hace poco.
Por supuesto que Boric no podía subir al podio a transparentar sus fracasos: no podía advertir las dificultades que ha tenido para reducir la inflación, ni para controlar la inmigración en el norte, ni menos para hacerse cargo de la dramática situación que se vive con la delincuencia. Pero tampoco tenía que convertir la cuenta pública, diseñada para da a conocer el estado de la nación, en una larga lista de promesas.
En vez de haber reportado el detalle de los avances de su gobierno, el presidente ofreció una lista de supermercado. Y para peor, una lista que solo depende de una cosa: la aprobación de su reforma tributaria. De hecho, por lo señalado, casi todo lo importante, casi todo lo que podría tener un impacto positivo en la vida de las personas, depende de eso. No es por nada que el presidente la mencionó 10 veces en su discurso.
Así, incrementar la seguridad pública depende de la reforma tributaria; terminar con las listas de espera depende de la reforma tributaria; saldar la deuda a los profesores depende de la reforma tributaria; cerrar la brecha salarial depende de la reforma tributaria; terminar con el CAE depende de la reforma tributaria; la creación de un Sistema Nacional de Cuidados depende de la reforma tributaria; y terminar con la violencia sexual depende de la reforma tributaria.
En definitiva, por lo anunciado por el presidente, todo o casi todo depende de la reforma tributaria. El presidente sugiere que, si no se aprueba la reforma tributaria, no se podrá hacer nada. La lectura política más obvia es que con aquello se deshace de la responsabilidad de gobernar. En vez de comprometerse personalmente a cumplir sus promesas, advierte que no depende de él y su gobierno, sino que depende de los parlamentarios.
Esto es probablemente el punto más importante y trascendente de toda la cuenta pública. No es el estilo de Boric, no es la duración del discurso y ciertamente no es la larga lista de promesas que ofreció. Es la hoja de ruta estratégica que señala. Pues, a todas luces Boric pareciera haberse dado cuenta que su gobierno por sí solo no puede y, por lo tanto, decidió dividir los costos de su fracaso con todos los demás.
Así, la nueva estrategia es avanzar en la idea de que, si no se aprueba la reforma tributaria, y por eso no se logra entregar sobre todo lo prometido, no será culpa de Boric y su gobierno, sino que será culpa de toda la clase política. Es, obviamente, un intento por revertir una situación drástica. Es, prácticamente tirar la toalla. Es, en el fondo, un intento primitivo por presionar a la oposición de encausarse para evitar los costos del fracaso. El problema es que la amenaza es vacía.
Mientras que es correcto que la oposición tiene el control del proceso político, también es correcto que las personas no los verán a ellos como los responsables del fracaso. Si el gobierno de Boric no entrega sobre lo prometido, los culpables, en los ojos de las personas, será el gobierno de Boric, no el Congreso. Por más que se quiera instalar la idea de que la responsabilidad es compartida, no será visto así.
En cualquier caso, el presidente pareciera haber pasado por alto lo más importante: la reforma tributaria. Condicionó todo a la reforma tributaria, pero no le dedicó ningún solo pasaje relevante a describir exactamente de qué se trata. En definitiva, anuncia todo lo que quiere hacer, pero no dijo cómo. Increíblemente, dijo que todo depende de la reforma tributaria, pero no dijo de qué se trata la reforma tributaria.
Si todo depende de la reforma tributaria, ¿por qué no se dieron más detalles sobre eso? El presidente pudo al menos haber mencionado la reforma como uno de los tres ejes de su gobierno, pero no lo hizo. Es el contraste a lo que hizo Bachelet en 2014, cuando puso la reforma tributaria al centro de su programa, preocupándose de explicar exactamente de qué se trataba antes de explicar por qué convenía.
Posiblemente esto se debe al fracaso del primer intento de reforma tributaria que no alcanzó ni siquiera a llegar a la segunda cámara. Si es así, el gobierno tiene un problema grave en sus manos. Pues, el problema con el primer fracaso fue su secretismo. En vez de anunciar esa reforma tributaria con tiempo, y transparentar sus ejes rectores y alcances, se presentó casi como un secreto, a último minuto, sorprendiendo a todos los actores relevantes.
Ahora, pareciera estar ocurriendo lo mismo otra vez. Si es así, la reforma se rechazará otra vez. El único secreto del proceso legislativo es alcanzar acuerdos antes de las votaciones. El secreto es nunca presentar un proyecto sin tener los votos. En este caso, Boric parece estar avanzando en esa vía, otra vez. Al menos perdió una oportunidad importante de mostrarle a todo el país el detalle de su propuesta, y así apelar también a su oposición.
Si todo depende de la reforma tributaria, Boric debe poner eso en el centro. En este momento es más importante la reforma que lo que financia la reforma. Por eso, el presidente debe hacer todo por alcanzar un acuerdo allí. Y debe cargar con esa responsabilidad. No puede traspasársela a los legisladores. Si no llegan las promesas de Boric, será responsabilidad de Boric y nadie más. Mientras antes entienda eso, antes podrá comenzar a cosechar resultados.
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