Frente a la pregunta standard “Si la elección presidencial fuera el próximo domingo, ¿por quién votaría usted?”, formulada por diversas encuestas, el resultado ha sido el mismo desde hace más o menos un año: Evelyn Matthei y José Antonio Kast ocupan los primeros lugares, con apreciable distancia del resto de los posibles competidores. O sea, si efectivamente la elección fuera el próximo domingo, podría pensarse que tal resultado se reflejaría en las urnas. Así, los dos representantes de las ideas de derecha pasarían a la segunda vuelta, lo que sería toda una novedad.
Pero la elección presidencial no será el próximo domingo, sino dentro de 17 meses, un tiempo en el que pueden pasar muchas cosas. Los flujos y reflujos electorales se han vuelto menos previsibles, están cada día más condicionados por los humores del momento, el impacto de las redes sociales, las famas sorpresivas. En fin, un conjunto de factores no sometidos a sistema y, por ende, con capacidad de desarticular los esquemas de la política tradicional. Al mismo tiempo, los electores se sienten más libres de decidir en cada momento concreto, en función de las opciones y las necesidades.
Por supuesto que los partidos siguen gravitando, pese al descrédito que exhiben en las encuestas. Mal que mal, hay líderes que inspiran cierto respeto. Pero, no podemos olvidar que, en la etapa previa a la elección presidencial de 2021, aparecían encabezando las encuestas varias figuras que habían alcanzado notoriedad por variados y hasta exóticos motivos, y que no llegaron a disputar la recta final. Por otro lado, en ese mismo período, no había señales de que el diputado Boric tuviera posibilidades de entrar a La Moneda. Y entró.
¿Pueden surgir nuevos postulantes? Desde luego. Por ejemplo, alguno que trate de ser la versión chilena del presidente argentino, o del presidente salvadoreño, o un izquierdista de la tendencia del alcalde de Valparaíso, o un representante de las corrientes conservadoras del cristianismo, etc. Es cierto que, en algunos casos se puede tratar de candidaturas testimoniales, saludos a la bandera, sin reales posibilidades de triunfo, pero podrían restar votos a otros y, de ese modo, modificar el cuadro final.
A primera vista, el camino aparece despejado para un triunfo presidencial de las corrientes de derecha. Con todo, no pueden dar por ganada una competencia en la que influirán numerosos factores, entre ellos, la propia evolución de las relaciones entre Chile Vamos y el Partido Republicano, en las que a veces parecen predominar los recelos, lo que es casi inevitable cuando se compite por un mismo espacio.
Será determinante el resultado de la elección municipal y de gobernadores, dentro de 4 meses. Todo parece indicar que se producirá un cambio radical del mapa político, que puede dejar a las fuerzas oficialistas no solo con un poder municipal bastante inferior al actual, sino también afectar “la moral de las tropas” para la batalla del próximo año. La propia cohesión del gobierno puede resultar dañada.
Con los antecedentes actuales, se puede afirmar que la extraña experiencia que ha encabezado Boric no tendrá continuidad, y que difícilmente se mantendrán unidos los partidos gobernantes. La expectativa de una candidatura de la expresidenta Michelle Bachelet que les permita, por lo menos, enfrentar la competencia parlamentaria bajo la sombra protectora de su figura, no pasa de ser una ilusión. Ella no será candidata. Y en ese momento, será difícil que el FA, el PC y el Socialismo Democrático coincidan en un nombre.
¿Cuánto puede erosionar la base electoral del PC su cuasi inmolación por Jadue? No poco, sin duda. Metidos en una trinchera sectaria, sospechosamente asociados a las embajadas de Cuba y Venezuela, sus dirigentes parecen no ver nada más, y eso puede tener un alto costo. Es posible que, para animar las candidaturas parlamentarias, convenzan a Camila Vallejo o a Karol Cariola de representar al partido en la primera vuelta presidencial.
Hay quienes creen que algunos triunfadores destacados en la elección de alcaldes y de gobernadores podrían entrar en órbita presidencial. Es algo que no puede descartarse. Lo saben Evelyn Matthei y José Antonio Kast, que están conscientes de que falta mucho tiempo para la votación. De todas maneras, tampoco puede descartarse que prevalezca entre los electores la inclinación a priorizar lo conocido antes que lo por conocer, el deseo de que el país avance por un camino previsible antes que nuevos experimentos dudosos. Puede incidir fuertemente el anhelo de orden como condición para los cambios bien pensados y el progreso sólido.
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