Inmediatamente después de la segunda vuelta de gobernadores regionales comenzó la carrera presidencial, que se irá intensificando hasta el domingo 14 de diciembre de 2025, cuando se realice la segunda vuelta en la eventualidad probable de que ninguna candidatura obtenga la mayoría absoluta el domingo 16 de noviembre, fecha de la primera vuelta presidencial. Ese día se elegirán también la totalidad de los diputados (155) y 23 de los 50 senadores (Arica, Tarapacá, Atacama, Valparaíso, Maule, La Araucanía, Aysén).
El domingo 29 de junio están fijadas por ley las Primarias Presidenciales y Parlamentarias, por lo que los distintos bloques políticos deberán decidir a fines de abril si eligen sus candidaturas de cara a la ciudadanía o las designan en sus eventos partidarios o en procesos de negociación.
La campaña de Primarias tendrá lugar en los meses de mayo y junio, por lo que, contrariamente a lo que suele decirse, queda muy poco tiempo (4 meses) para la expresión de voluntad definitiva de los distintos precandidatos, 6 meses para conocer resultado de las elecciones primarias y 8 meses (agosto, 90 días antes del 16 de noviembre) para conocer la nómina definitiva de candidaturas a presidente y las listas con sus respectivos candidatos a diputado y senador.
2025 será sin duda un año de campaña electoral y todas las conductas del gobierno y de la oposición no se entenderán cabalmente si no se alude a la búsqueda de ganar posiciones ante el electorado en la perspectiva presidencial y parlamentaria.
Como se sabe, ya van cuatro elecciones presidenciales consecutivas en las que gana la oposición, cualquiera sea el carácter de ésta. Sin importar la generación política, el género y ni siquiera la afiliación política, lo que tienen en común los presidentes Piñera I, Bachelet II, Piñera II y Boric I, es que todos representaban a la oposición. La alternancia ha sido la constante repetida sin gran incertidumbre en las últimas 4 elecciones presidenciales. Vencer esa constante histórica le será muy difícil al actual gobierno.
Quizás la única ventana entreabierta para que eso ocurra sea la concurrencia simultánea de dos condiciones, la primera que haya una sola candidatura oficialista y ésta sea de la centroizquierda, la segunda que Kast supere a Matthei en primera vuelta y se repita el escenario que produjo un resultado 56/44 en la segunda vuelta presidencial de diciembre 2021 y luego dos años más tarde cuando el Partido Republicano convirtió la ratificación del texto constitucional en un plebiscito a Kast, con idéntico resultado electoral.
El gobierno y el presidente aspiran naturalmente a que sus partidarios presenten una sola candidatura presidencial y una única lista parlamentaria, ojalá incluyendo a la Democracia Cristiana. Porque lo contrario podría redundar en la repetición del hecho inédito ocurrido al gobierno anterior, que su candidato (Sichel) quede fuera de la segunda vuelta y que sus electores se vean obligados a elegir entre dos opciones de derecha.
También correrían riesgo de un naufragio parlamentario, si el tercio de apoyo al gobierno se divide en dos mitades a la hora de votar para elegir diputados y senadores, posibilitando que por primera vez la derecha consiga constituirse en mayoría en ambas cámaras. Porque el fin del Binominal redujo la gravitación individual de los incumbentes, de manera que los electores tienden mayoritariamente a votar por la lista parlamentaria de su candidato presidencial, de manera que si Matthei y Kast arribaran en los dos primeros lugares, es altamente probable que sus respectivos pactos políticos sumen más de la mitad en el Senado y la Cámara de Diputados.
Ya sabemos que el 17 de agosto estará José Antonio Kast en la papeleta de votación para la primera vuelta presidencial, porque es fundamental para Republicanos en su propósito de aumentar el tamaño de su representación parlamentaria en ambas cámaras.
Desde su buen resultado (15,65%) en la elección de Cores, donde competían las marcas partidarias con escasa gravitación de los incumbentes, Kast desplegará una candidatura que está a la baja desde la derrota de su propuesta en diciembre 2023, pero que a ojos de la gente sigue muy fuerte en los dos ejes en los que se jugará la elección presidencial, que son la seguridad y la recuperación del crecimiento económico.
Su opción de ganar es baja, pero será un factor incidente en la disputa presidencial, y su probabilidad de ganar reaparece sólo si logra superar a la candidatura de Chile Vamos y compite con quien represente la continuidad del gobierno, más aún si se trata de una candidatura del ala izquierda del oficialismo.
Es muy probable, a juzgar por su despliegue territorial en la campaña municipal, que Franco Parisi también esté nuevamente en la papeleta de primera vuelta, a pesar de la evidente decadencia de su partido, que se quedó sin parlamentarios y un magro resultado electoral en octubre pasado. En todo caso, todo indica que estará lejos de repetir la votación que le permitió arribar en un sorpresivo tercer lugar en la carrera presidencial de 2021.
Las decisiones de Demócratas-Amarillos y de Socialcristianos serán relevantes también porque, de presentar candidaturas presidenciales a primera vuelta acentuarían la dispersión del voto opositor, aumentando la probabilidad del oficialismo de pasar a segunda vuelta. A contrario sensu, si optan por participar en la primaria de Chile Vamos, reforzarían la percepción de que en ella se decide la presidencia de la república.
Representando la franja ultraliberal y más radicalmente opositora al gobierno, el diputado Johannes Kaiser podría mermar significativamente la adhesión a Kast si, en lugar de participar en primarias, se inscribe a mediados de agosto directamente a la primera vuelta.
Para ello requiere culminar en los próximos meses la inscripción del Partido Nacional Libertario, aunque imagino que si su propósito es constituir una fuerza política con perspectiva de futuro no quemará las naves en una candidatura presidencial testimonial que lo dejaría fuera del Congreso, sin plataforma para continuar la proyección política de un liderazgo en proceso de formación.
La principal candidatura de la oposición será, sin duda, la de Chile Vamos, reforzado por su buen resultado en las recientes elecciones municipales y regionales. En materia de alcaldes, concejales y Cores es por lejos la primera fuerza política y los 6 gobernadores regionales opositores son de sus filas. Ello, además de contar con Evelyn Matthei, la candidatura presidencial ampliamente favorita según todas las encuestas, tanto en las preferencias espontáneas como en las hipótesis de segunda vuelta, sea contra las precandidaturas oficialistas o compitiendo con José Antonio Kast.
El desafío principal de Chile Vamos es reducir la potencial dispersión opositora en la presidencial a sólo dos candidaturas y en la disputa por el Congreso a sólo dos listas parlamentarias. Todo factor de dispersión adicional los alejaría de la opción inédita que se les presenta a las fuerzas de derecha de alcanzar mayoría en ambas cámaras.
Es evidente que la relación entre Chile Vamos y Republicanos está dominada por la competencia por la hegemonía, la cuestión es si junto con ello se darán espacio para coordinarse, lo que no hicieron sino de manera muy parcial en las elecciones de alcaldes y gobernadores regionales.
Coordinarse, por ejemplo, para que Chile Vamos pueda ampliarse hacia el centro incorporando a Demócratas-Amarillos y parte de la diáspora del PDG, mientras Republicanos hace lo propio con Socialcristianos y Nacionales Libertarios.
El gobierno, por su parte, debe intentar repetir el esfuerzo unitario que hizo en materia de alcaldes, que le permitió amortiguar la magnitud de su derrota, realizando primarias presidenciales que incluyan a la Democracia Cristiana. La llave la tiene el Partido Socialista, pues el PPD no tiene hoy la fuerza autónoma suficiente para emprender otro camino y la DC no se va a aplicar la eutanasia compitiendo solitarios en una lista parlamentaria y una candidatura presidencial propia.
Ya vivió la traumática experiencia con Carolina Goic, repetirla en las condiciones de debilidad actual sería suicida. No veo chance alguna, más allá de la opinión de algunos de sus líderes, que el PS se salga de su predicamento de unidad de todo el progresismo, por lo que se convertirá con toda seguridad en el pivote articulador de una lista parlamentaria que buscará incorporar desde el PC a la DC.
El problema lo tienen con los partidos pequeños de la coalición, porque buscarán espacios suficientes en la lista para alcanzar el 5% de los votos válidos en 8 regiones que exige hoy la ley para mantener su condición legal. Y si se aprobara la propuesta del Senado de que sus candidatos electos no ingresarían al Congreso de no acumular 5% de los votos nacionales, la presión por espacios en la lista haría prácticamente imposible estructurarse en un solo pacto parlamentario.
Al igual que para la oposición, la clave para el gobierno es el riesgo de dispersión, por lo que su suerte se jugará justamente en su capacidad de realizar primarias de amplitud suficiente para inhibir la presentación de otras candidaturas que se reclamen del progresismo.
No le será fácil, sin embargo, evitar que desde los partidos de izquierda decepcionados de la mutación gubernamental (Partido Alianza Verde Popular, Partido Popular, Igualdad, Humanista) surja una candidatura presidencial a primera vuelta, así como la presentación por cuarta vez consecutiva de la candidatura de Marco Enríquez- Ominami, a menos que lo acepten en la primaria oficialista.
Todo sugiere una primaria oficialista con incertidumbre derivada de la dispersión máxima de candidaturas, porque la improbabilidad del triunfo reduce a cero la voluntad de ceder espacio y oportunidad de perfilarse a los partidos y sus liderazgos.
Lo más probable es que tengamos una elección primaria con Tohá o Lagos Weber por el PPD, Paulina Vodanovic o Elizalde por el PS, Jadue o Jara por el PC, Mulet por el FRVS, José Antonio Gómez por el PR, Vlado Mirosevic por los Liberales, Beatriz Sánchez o Gonzalo Winter por el Frente Amplio y Huenchumilla o Undurraga por la DC. En un escenario como el descrito es muy difícil que surja una candidatura competitiva, a menos que la ex Concertación tenga la sabiduría y liderazgo para elegir una candidatura común a la primaria.
Los partidos políticos y los precandidatos presidenciales autoproclamados o en ciernes ya no pueden seguir refugiándose en la monserga de que queda mucho para la elección presidencial. Porque las decisiones relevantes deben tomarse el primer trimestre de 2025, es decir, a la vuelta de la esquina. Porque en abril ya sabremos quién hace o deja de hacer primarias, quiénes compiten y quiénes mantienen la incertidumbre de inscribirse para la primera vuelta, y de eso dependerá en buena medida también la estructuración de las listas parlamentarias.
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