Entrevistado el sábado 24 de agosto por El Mercurio, el exsenador Camilo Escalona, secretario general del PS, formuló una pregunta enteramente lógica: “¿Por qué el PC se siente obligado a apoyar una dictadura como la de Venezuela?” Es lo mismo que se pregunta mucha gente a la luz del altísimo costo político, incluido el riesgo de aislamiento, que ha estado dispuesta a pagar la directiva de Lautaro Carmona por mantener una línea de apoyo cerrado al régimen de Maduro, la que ha chocado abiertamente con la posición asumida por el gobierno.
La explicación es ideológica, dicen algunos, lo que hace pensar que existiría una comunidad de principios y valores entre el PC y la camarilla gobernante en Venezuela, algo así como un nexo espiritual profundo, la identificación con una causa noble, de lo que habría que deducir que Maduro, Diosdado Cabello, los hermanos Rodríguez, el general Padrino y otros miembros del régimen, algunos acusados de narcotráfico en EEUU, o indagados por crímenes de lesa humanidad por la Corte Penal Internacional, representan de todas maneras ciertos ideales que deben inspirar a los jóvenes comunistas chilenos. ¿Es así? Y si no lo es, ¿cómo se justifica entonces una incondicionalidad tan vergonzosa?
Tiene que haber motivos muy sólidos, y muy turbios, como para poner las manos al fuego por una dictadura tan abyecta como la venezolana. Fue muy llamativa la reacción de la directiva del PC en febrero de este año, cuando fue secuestrado y asesinado el teniente venezolano Ronald Ojeda, quien era un firme opositor a Maduro.
Los dirigentes comunistas salieron de inmediato a enfrentar las primeras sospechas de que la dictadura chavista podía estar detrás del crimen. Hasta invitaron al embajador venezolano a un acto partidario en aquellos días. Con todo lo visto sobre los métodos de Maduro y sus cómplices, ¿quién duda hoy de que los asesinos de Ojeda cumplieron una misión encargada por la dictadura?
Esa manera de actuar fue reveladora. Todo lo que vino después no hizo sino reforzar la percepción de que existen compromisos que los dirigentes del PC no pueden romper sino al precio de recibir ataques semejantes a los lanzados por la dictadura contra Gabriel Boric.
Lo más lejos que pueden llegar respecto del fraude consumado el 28 de julio es sumarse al equilibrismo de Lula o Petro, pero criticar al régimen, jamás. Tendría para ellos un costo aplastante. Es como si mañana dijeran que, después de largos estudios, llegaron a la conclusión de que existen tendencias autoritarias en Cuba. Saben que serían castigados.
Hay una línea roja que la directiva del PC entiende que no puede traspasar porque significaría desatar las iras de los capos del régimen de Maduro, que no perdonarían un eventual acto de traición, y que probablemente estarían dispuestos a dejar en evidencia a los malagradecidos. Demasiado costoso, sin duda. El diputado Barrera, uno de los veedores confiables que viajaron a Caracas para observar la elección, lo tenía perfectamente claro.
¿Tiene algo que ver esa lealtad encadenada con lo ocurrido en Chile en octubre de 2019? Numerosos demócratas venezolanos que viven en nuestro país no tienen dudas al respecto. Y no las tuvieron desde el primer día de la ofensiva de destrucción y pillaje que llevó a Chile al borde del barranco.
Se cumplirán pronto 5 años del estallido antisocial, y será provechoso promover un debate franco, sin coartadas, acerca de cómo pasó lo que pasó, respecto de cuáles fueron las fuerzas político/delictuales que tuvieron la iniciativa, y también sobre cuánto dinero fue necesario para financiar las principales operaciones de destrucción, en primer lugar, el ataque al Metro. Será ya muy difícil aceptar el relato de la espontaneidad de las masas o la exasperación del pueblo. O el cuento de que, repentinamente, el deseo de igualdad se transfiguró en barbarie.
En algún momento, sabremos la historia completa. Es mejor que lo tengan claro todos los partidos, para que se dispongan a rendir cuentas ante los ciudadanos por lo que hicieron o dejaron de hacer en los días en que Chile estuvo a punto de perder la democracia que tanto le costó recuperar. ¿Cómo actuarían si llegaran a darse circunstancias semejantes a las de octubre de 2019? ¿Estarían dispuestos a defender las libertades por encima de los cálculos partidistas? ¿Qué idea tienen realmente de la República?
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