La degradación de la política exterior chilena. Por Kenneth Bunker

Boric habló de los últimos eventos en Perú como si fuera un analista internacional de grado menor. Chile está perdiendo el lugar privilegiado que una vez tuvo gracias a grandes funcionarios diplomáticos de gobiernos de distintos signos políticos.

Debiese ser claro a esta altura que la cartera más débil del gobierno es la que maneja la ministra Urrejola. Pues, a diferencia de los otros ministerios, que han tenido altas y bajas, aciertos y errores, la cartera de Relaciones Exteriores ha sido la más consistentemente deficiente. Ha dado espectáculos a nivel internacional que han dejado la reputación de la diplomacia en el suelo. Y lo ya malo ha ido de a poco empeorando: desde la fatídica gira a Canadá y Estados Unidos en 2022 a las vergonzosas filtraciones de Whatsapp.

Para no repasar toda la historia, basta examinar el último de los incidentes para entender el origen del problema. Pues, qué otra explicación puede haber a lo ocurrido más que la falta de disciplina y la carencia de respeto. Si los funcionarios sienten que pueden grabar conversaciones privadas (y posiblemente compartirlas) sin temor a estar violando lo que en otras partes es considerado la primera normativa de la privacidad del Estado, es claro que es porque desde arriba así se los hacen sentir.

Donde manda capitán no manda marinero. Así de simple. La encargada de vigilar que los temas privados del Estado se resguarden con celos es la propia ministra. Es ella la que arma la cartera y contrata a los funcionarios. Y es ella la que debe diseñar y asegurarse de que la normativa se cumpla al rigor de la ley. Y cuando no se cumpla, es ella quien deberá asumir la responsabilidad. Si la ministra permite que este tipo de conducta ocurra dentro de los confines de la privacidad de su cartera, es ella quien debe asumir el costo.

Claramente no es la única vez que ha ocurrido algo así, y por lo mismo, la reprimenda debe ser severa. Las cargas a su labor son acumulativas, y, a esta altura, por lo reiterativo y por lo grave, es claro que la única solución posible es removerla de su cargo. Es, de hecho, increíble que, a esta altura, ella no haya entregado su renuncia voluntariamente. Pues, después de todo lo que ha pasado, es hasta sorprendente de que esté disponible para presentarse ante sus pares sin la vergüenza a ser vista como la más débil y menos preparada del lote.

El ex ministro de Relaciones Exteriores de Michelle Bachelet, Mariano Fernández, resume el asunto de una forma que simplemente no deja margen para actuar. Se refiere al asunto de los audios como parte de un problema mayor. Dice: “Lo que vimos tiene que ver con que ha habido mediocridad, falta de planificación, desorden y vulgaridad”. El senador del PPD, Jaime Quintana, lo redondea del siguiente modo: “Lo más preocupante es que la política exterior chilena está en manos de novatos irresponsables”.

En cualquier caso, es obvio que la salida de la ministra no resuelve el problema. De hecho, la misma analogía del capitán y el marinero se puede usar para describir la relación entre el presidente y la ministra. Si la ministra de Relaciones Exteriores actúa con tanta ligereza y soltura, es porque el presidente se lo permite. Si la ministra se da el permiso de dar un espectáculo global y puede seguir en su cargo sin problemas, debe pensar que el presidente encuentra que lo está haciendo bien, y, por lo tanto, debe continuar igual.

Lo anterior ayuda a entender que el presidente es el meollo del problema. El presidente, al fin y al cabo, es quien nombró a Urrejola, y por lo tanto la responsabilidad es suya. Y si se examina con mayor detalle su posición en los temas de relaciones internacionales, el problema se vuelve aún más notorio. Por ejemplo, no hay que ir tanto más atrás que los dichos del presidente en la VII cumbre CELAC que se lleva por estos días en Buenos Aires para percatarse que el presidente no conoce ni le importa mucho la etiqueta diplomática.

Boric habló de los últimos eventos en Perú como si fuera un analista internacional de grado menor. Comentó, obviando todos los protocolos implícitos de la diplomacia, lo que está ocurriendo al nivel de la política interna del país vecino. Y habló solo para criticar a las fuerzas armadas. Habló solo para condenar la violencia de parte de la policía, obviando que todo lo ocurrido ha sido dentro del marco y mandato de un régimen político de extrema izquierda que no ha logrado hacerse cargo de su propio territorio.

Primero, Boric no debiese comentar lo que hacen o no hacen las policías en los países vecinos. Y si lo hace, no debiese molestarse después si otros mandatarios comentan lo que hacen las fuerzas armadas que están bajo su propio mandato. Pero, segundo, y más importante, el presidente debiese actuar en base al bien común, y no la conveniencia ideológica. Al criticar a las policías, Boric evade olímpicamente criticar al gobierno que maneja esas policías. Y lo evade solo porque él y la presidenta de Perú, Dina Boluarte, representan lo mismo políticamente.

Todo esto conduce a pensar que el hoyo que se está cavando en Relaciones Internacionales será profundo. Chile está perdiendo el lugar privilegiado que una vez tuvo gracias a grandes funcionarios diplomáticos de gobiernos de distintos signos políticos. El ministerio que alguna vez fuera un orgullo para todos se está rápidamente transformando en una sucursal política de relevancia menor. La ministra debe salir por su responsabilidad en el declive. Pero, a esta altura, que quede claro que eso por sí solo no resolverá la catástrofe.