-Feedback fue la primera en dar al Rechazo un porcentaje levemente superior al Apruebo. Luego se sumaron Cadem y Pulso Ciudadano. ¿Es una foto pasajera?
-Sí, es algo que está pasando, pero yo creo que es temporal, a menos que la Convención o el Gobierno lo hagan muy mal. La encuesta la hicimos el 18 de marzo, es decir dos semanas antes que el resto, con una muestra, no probabilística, de 1.804 casos. En cierta forma fue un salto a la piscina, en el sentido de que nadie había dicho que el Rechazo podía superar al Apruebo. Aunque sea leve, el dato es claro y refleja un hecho que hasta el Presidente Boric comentó.
-¿El alza del Rechazo desde cuándo viene? ¿Cuáles son los hitos que explican este cambio?
-Yo personalmente no adscribo a la tesis de que el Rechazo esté ganando. Primero, por una cuestión técnica: no hay ninguna encuesta que muestre sobre el 50% de la gente que dice que va a votar. En segundo lugar, veo ese porcentaje de leve superioridad muy influenciado por la agenda cotidiana de la política y los medios, que dan cuenta de la entropía al interior de la Convención. Transmiten una imagen de mucho conflicto interno, de poca coherencia, incluso de estar proponiendo cosas que no tienen visos de realidad.
-¿Cuál es la sensación ambiente sobre el proceso constituyente?
-En este minuto hay un estado de confusión y expectativa. Nadie sabe bien qué está resultando de esta iniciativa porque algunos mensajeros, incluyendo a los mismos convencionales, se han encargado de transmitir cosas muy descabelladas que pasan en las comisiones, pero que se caen en los plenos. Entonces, hay una percepción pública de mucho caos y poca coherencia. De alguna manera yo leo estos datos no como una amenaza que vaya a ganar el Rechazo, sino como una advertencia de rectificación del trabajo por el cual votó 78% a favor.
-¿No es usual una caída tan brusca, desde el plebiscito a la actualidad?
-El principal dato es la brecha entre el plebiscito del 25 de octubre de 2020 y lo que están diciendo las encuestas actualmente. Si pones papel y lápiz, hay un 20% que votó por la nueva constitución y hoy día está expectante o está rechazando. Como lo dijo el mismo presidente: que en sus conversaciones cotidianas hay gente que le manifiesta inquietud. A mí me pasa lo mismo: si uno observa los espacios cotidianos, tu familia, tus amigos, existe una creciente decepción o preocupación. Hay gente que está enojada, porque tenía fe y confianza que esto iba a resultar en un proceso que iba a sacar a Chile del conflicto, pero resulta que no se está cumpliendo.
-Algunos convencionales dicen que es problema comunicacional, pero parece ser más compleja. ¿Falta autocrítica?
-Ese es otro pelo a la sopa: la incapacidad que ha tenido la Convención para comunicar sus logros. Porque los ha tenido. Pero no hay liderazgo visible, más allá dela formalidad de la presidenta y el vicepresidente. No se observan liderazgos ni voceros de las comisiones. Hay un fenómeno muy raro, que le juega en contra. Y también falta autocrítica.
-Ascanio Cavallo decía que la mayor anomalía de la Convención era la falta de liderazgos. ¿Piensas igual?
-Es evidente. Pasa algo paradójico: cuando en la encuesta tú vas a la evaluación de los contenidos, la gente está favor de las propuestas generales, pero cuando te metes en el articulado fino, en los detalles, todo se va al tacho. Además, un sector de los convencionales cree que va a refundar el sistema político del país, haciendo desaparecer a los partidos, y eso es básicamente la anarquía. Los gobiernos funcionan con sistemas políticos fuertes que pueden ordenar a sus adherentes y ofrecer garantía a sus adversarios. Si cada uno sigue a su santo, nos vamos a convertir en la selva.
-Los pueblos originarios, la ex Lista del Pueblo, no son la mayoría pero parece que dominan una parte del discurso. ¿A qué se debe?
-Desde el mismo proceso de instalación ha sido así. Yo creo que son ejercicios de empoderamiento movidos mucho por la ira, por la rabia, de haber sido ninguneados durante mucho tiempo. Hay una deuda histórica con los pueblos originarios y con la paridad de género, de eso no cabe duda. Hay mucha pasada de cuenta, pero con un elenco de dudosa calidad. Sé que hay muchos abogados, pero otros vienen a plantear cosas de Narnia, de otro planeta.
-¿También hay una corriente académica muy crítica de la modernidad?
-Lo que pasa es que el sesgo academicista es fatal y si se ve en la Convención, también en el gobierno. Tienen el mismo sesgo. Lo cual es peligroso, porque no puedes ser 100% tecnócrata en la decisión de gobierno, porque hay que meter la política, para expresar el consenso. Mucho tecnócrata que viene con teorías súper actualizadas, mucha gente de Londres, algunos con posgrados en EEUU, pero hablando desde la utopía misma. Eso pasa en el Gobierno y en la Convención. Están en el terreno de la teoría. No todos. Yo sé que hay gente muy sensata dentro de los convencionales, y que me imagino que se agarran la cabeza de las dos manos, porque está percibiendo que esto puede ser una oportunidad perdida.
-¿Hace falta una mirada más de conjunto en la Convención?
-Creó que después de la elección se fueron de vacaciones. Aquí el gobierno electo, de Boric, tendría que haber intervenido desde el principio alineando a su sector político, para llegar a consensos. La amenaza del fracaso de la Convención es la amenaza del fracaso de Boric. Es muy complejo el escenario. Sé que ha habido múltiples intentos por transmitirles a los mismos convencionales de los riesgos que se corren. Y ya hay dos o tres que han salido a decir que no es cierto, que las encuestas están haciendo la campaña del Rechazo, que el empresariado de derecha está detrás.
Pero si tú miras la evaluación temporal del trabajo de la Convención siempre ha estado en un terreno de lo regular nomás. De nuevo te lleva al contraste con el 78%. Eso es muy raro.
-¿Está mal aspectado el asunto o tiene posibilidades de solucionarse?
-Yo entiendo todas estas señales como una advertencia de la opinión pública. Es imposible para mí que gane el Rechazo cuando un 78% votó a favor de una nueva Constitución. Te insisto: es muy loco. Tendríamos que mandar a todo el mundo al siquiatra. Seríamos un país desquiciado si somos capaces de cambiar en dos años tan radicalmente. Lamentablemente, hay algunos que todavía no ven la amenaza en el horizonte, pero creo que eso está cambiando.
-¿Ves cierta soberbia en convencionales que no aceptan las críticas?
-Hay algo de factor humano también, parte importante de los convencionales se han visto de un día para otros investidos de un poder que nunca soñaron y se sienten autoridades del país. Y están arriba del bote, en el sentido que se la están creyendo mucho y no están viendo el horizonte de tierra de este proceso. Puede ser terrible porque observo una baja conciencia del rol histórico que tiene este momento para el país.
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