-El Presidente Boric en su viaje a La Araucanía por primera vez dijo que había actos terroristas en la zona. ¿Qué importancia tiene esta declaración? ¿Llega demasiado tarde?
-Es importante, pero tiene un matiz de ambigüedad no forzada. Acto seguido dijo que ya no cabían más diagnósticos al respecto y anunció una Comisión por la Paz y el Entendimiento. La verdad es que yo no conozco diagnósticos previos de carácter oficial sobre la existencia de terrorismo en Chile. De haberlos, son de algún ministro o asesor que no hizo escuela.
La explicación de la omisión me parece clara: para los gobernantes democráticos siempre será difícil admitir que hay terrorismo en sus países. Es como confesar que no han sabido mantener el orden. Pero, mucho más difícil es si llegan al gobierno con una historia de luchas callejeras y/o ideológicas contra las fuerzas policiales y militares.
En este caso, admitir que hay terrorismo y no sólo “actos terroristas” los coloca ante una alternativa dura: mantener la brecha de desconfianza con la fuerza institucional del Estado para ser “consecuentes” o normalizar la relación, para poder defender la institucionalidad como corresponde. Esto lo sintetiza en forma menos complicada el aforismo clásico: otra cosa es con guitarra.
-Según el Indice Global de Terrorismo, Chile pasó del lugar 47 en 2020 al 18 en el 2021 en el mundo y segundo en Latinoamérica, detrás de Colombia. ¿Cómo definiría la situación actual? ¿Está sin control?
-Es un indicador que debe analizarse con prolijidad, pues terrorismo que no se diagnostica oficial y oportunamente es terrorismo que crece. Y si crece, puede llegar un momento en que sea irreductible, pues entrará en alianzas con las fuerzas del crimen organizado, especialmente las del narcotráfico. Ahora, como las palabras crean realidades, me niego a decir que en nuestro país ya es demasiado tarde.
-¿Qué ideologías mueven a los grupos violentistas que existen en La Araucanía? Usted ha señalado coincidencias con Sendero Luminoso, que sin embargo usaba un nivel de violencia superior.
-Las ideologías revolucionarias ya no son las que eran. En su época, Sendero fue una versión extrema del maoísmo de la revolución cultural china y Cuba, una versión personalista del marxismo-leninismo. Pero ahora, tras la implosión de la Unión Soviética y el abandono chino de la economía centralmente planificada, existe una amplia oferta de marxismos con incrustaciones vernáculas. En la región tenemos el marxismo indigenista de Bolivia y el marxismo degradado de quienes gobiernan en Venezuela y Nicaragua. Son versiones que antes habrían sido rechazadas como “herejía” o “revisionismo”, tanto en Moscú como en Beijing.
-¿Qué rol juegan el narcotráfico y el crimen organizado?
-Pienso que los jefes del narcotráfico y del crimen organizado están viviendo un momento estelar. Basta ver como sus tropas se pavonean con sus armas ante las cámaras. Son beneficiarios directos del efecto-distracción que implica, para la policía, tener que combatir el delito común en expansión y asomarse al terrorismo en la Macrozona Sur. En Colombia -uno de los paradigmas en la materia- llegaron a tener poder político formal, con Pablo Escobar, como lo sabe cualquier aficionado a las teleseries de Netflix. Ahora, si están o no infiltrados en el movimiento mapuche, sólo puedo responder que lo ignoro. En todo caso, no creo que exista un movimiento representativo de toda la población mapuche, como podría desprenderse de la pregunta.
-¿Cuál es su opinión de Héctor Llaitul, líder la CAM, quien llamó a “tomar las armas”?
-Según mi información fue formado en la vertiente castroguevarista del marxismo-leninismo y ello explicaría su repudio a los gobiernos “huincas” y sus conexiones con jóvenes revolucionarios criollos. Las cifras de las encuestas y del Rechazo del 4-S me agregan que lidera una fracción muy minoritaria del pueblo mapuche. Por cierto, tiene el tipo de carisma que requiere un jefe antisistémico de acción. Ahora, como la política no transcurre en el vacío social, su futuro depende del rol que jueguen los actores políticos que defienden la democracia realmente existente… por imperfecta o débil que hoy nos parezca.
-¿De qué manera se conectan las aspiraciones de algunos grupos indígenas chilenos con las de grupos indígenas de países vecinos como Argentina, Bolivia y Perú?
-La protesta argentina por nuestro uso de la voz “Wallmapu” y el rechazo de la diplomacia peruana al Proyecto Runasur de Evo Morales, indican que hay un movimiento real en esa dirección. Sus estrategos postulan una América Latina plurinacional, con base en alianzas entre pueblos originarios transfronterizos.
Aunque han conseguido apoyos importantes -nada menos que el del jefe de Estado en el Perú-, por el momento han fracasado. Creo que su sola existencia nos compromete a formalizar el reconocimiento de las culturas diferenciadas de nuestros pueblos originarios y a no subestimar los valores nacionales como sucediera “en tiempos de la Convención”. No hacerlo, ha favorecido que políticos plurinacionalistas del vecindario traten de instrumentalizar a nuestros políticos e indígenas, colocándolos en lo que yo llamo “el lado contrafactual de la Historia”.
-Raúl Labarthe ha dicho que el indigenismo es un neoimperialismo, que contribuye al debilitamiento de los países latinoamericanos. ¿Está de acuerdo?
-Es una tesis imaginativa de un intelectual peruano contemporáneo. No conozco su obra mayor, pero sí conozco la del clásico marxista peruano José Carlos Mariategui, el indigenista mayor de la región. Este, ya en los años 20 del siglo pasado, advertía contra la instrumentalización política de los indígenas y sobre el riesgo de caer en el extremo opuesto: “el de que la creación de una nueva cultura americana será esencialmente obra de las fuerzas raciales autóctonas”. Para Mariátegui, tal tesis era caer “en el más ingenuo y absurdo misticismo”.
-¿Cómo evalúa la labor de Cancillería en estos ocho meses de Gobierno? ¿Qué le parece lo sucedido con el Consejo de Política Exterior, que renovó a sus integrantes?
-Conocí el tema por un texto de mi brillante exalumna Paz Zárate, publicado en Ex-Ante. Es cierto lo que dice: nadie me avisó que se modificaba ese Consejo y quizás sea un olvidable olvido de Protocolo. Sólo puedo decir que agradezco la deferencia que me dispensaron los cancilleres Teodoro Ribera y Andrés Allamand y antes todos sus predecesores. Dentro o fuera de cualquier Consejo siempre estaré a disposición de Cancillería, como lo estuve desde mi retorno del exilio. Básicamente porque su misión es -debe ser- defender orgánicamente el interés nacional.
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