-Fujimori admiraba el modelo económico de Chile y tuvo cercanía con los gobiernos de Frei y Lagos. ¿Qué tan profundas fueron esas relaciones?
-Los primeros años fueron claramente interesantes desde el punto de vista del esfuerzo del presidente Fujimori por recuperar la economía peruana y poner fin al terrorismo en Perú. Eso siempre lo vimos con buenos ojos. Lo apoyamos.
-¿Luego, con el autogolpe, se enfriaron?
-No diría que se enfriaron, porque seguimos manteniendo una buena relación. El mismo año de la detención de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, Fujimori disolvió el Congreso, reorganizó el Poder Judicial y creó una especie de gobierno de emergencia que francamente fue algo parecido a una dictadura.
Sin embargo, todavía nuestras relaciones seguían siendo perfectamente normales en esa época. Después vino el asalto a la embajada de Japón. Y la verdad es que en ese momento la situación se volvió nuevamente a normalizar.
-¿Cuándo surgieron los problemas?
Los problemas surgieron con el intento de una tercera presidencia. Donde realmente ya se revelaron violaciones graves de derechos humanos, etcétera. Entonces hubo un cierto alejamiento. Pero fue en el último período. El conocimiento de los problemas de derechos humanos, incluso la posibilidad de que en la Embajada de Japón se hayan ejecutado a asaltantes que ya estaban rendidos, todas esas cosas nos alejaron un poco.
-¿Usted lo conoció bien?
-Sí, por cierto. El presidente Lagos no consideró adecuado ir a la inauguración de su tercer período. Y me correspondió ir a Lima. Conversamos muchas veces.
-¿Qué impresión le dio?
-Daba la impresión de ser una persona preocupada, fundamentalmente, por sus temas internos. Conversé mucho con él sobre el tema económico y sobre el terrorismo. A ambos nos interesaba la relación económica de Chile y Perú, que era muy buena. Las mayores inversiones de Chile en Perú vinieron durante el período de Fujimori.
-¿Nunca intentó pedir asilo en Chile cuando empezó a tener problemas en su país?
-No.
-Pero el 6 de noviembre de 2005 llega a Chile de improviso. ¿Cómo observa ahora esa visita intempestiva?
–Hay varias interpretaciones posibles. La primera es que pensó equivocadamente que podría tener algún apoyo político en Chile. Si fue así, quien lo aconsejó no le hizo ver que los temas de extradición no los veía el gobierno, sino que lo veía la Corte Suprema. Y la Corte le dio la extradición, después de casi dos años acá.
También le pueden haber dicho que estando en Chile el panorama era favorable, porque Chile era un país bastante poco amigo de las extradiciones. No se concedían demasiadas. Entonces pensó que tenía una oportunidad. O tal vez pensó que el juicio iba a durar más, y que iba a poder volver a Perú cuando el asunto estuviera mejor para él. Pero aquí no tuvo relaciones políticas con nadie, en ningún caso.
-Él llegó en 2005 porque venía desde Japón y en vez de irse a Perú se vino a Chile y estuvo hasta el 2007. ¿Sentía que Chile le iba a dar una mano, pero no se la dio?
-No había ni razón ni forma de darle una mano. Porque había una petición de extradición en su contra. Y esa petición tenía que revisarse. Fujimori ingresó a Chile como cualquier ciudadano normal. Me enteré tan sorpresivamente como todos los demás que se le había dado ingreso al país sin ninguna consulta.
-Usted decía que Chile generalmente no daba extradiciones. ¿Por qué en este caso sí se acogió?
-La Corte Suprema de Justicia no ha dado muchas extradiciones. Probablemente los abogados de Fujimori consideraron que podía tener alguna salida por ese lado, pero la verdad es que cuando se demuestra que hay acusaciones serias de delitos para ser juzgado en su país, la extradición se otorga.
-¿Fujimori se sintió decepcionado de Chile, porque había una buena relación entre los gobiernos cuando él fue presidente?
-Francamente, no veo por qué se podría sentirse traicionado. Estuvo tranquilo en Chile, no estaba en ninguna prisión. Vivió en Las Condes un tiempo. Cuando llegó el momento, partió a Lima sin ninguna queja.
Es cierto que con el gobierno de Fujimori, nuestras relaciones fueron bastante estrechas. Hasta que ocurrió el autogolpe. Y después, claro, con algún grado de crítica, pero todavía cordiales. A Fujimori le interesaba tener buenas relaciones con Chile. Venía a Santiago cada vez que podía. Abrió las puertas del Perú para que hubiera inversión chilena bastante cuantiosa y no tuvimos ningún problema en ese sentido. Le mentiría si dijera que tuvimos algo.
Cuando yo era canciller de Chile no recuerdo que hayamos tenido algún incidente. Hasta el punto de que suscribimos, cuando el canciller era Juan Gabriel Valdés, que me sucedió, los Tratados y Acuerdos de Lima, que ponían fin a todas las controversias que existían. El famoso Cristo del Morro de Arica, que apunta con un brazo hacia el Perú y con el otro brazo hacia Chile, se puso precisamente a raíz de eso en 2000.
-¿Se hizo alguna gestión para resolver la situación de Fujimori en Chile?
-Que yo sepa, no. Yo me fui a la OEA el 23 de mayo de 2005 y en 2007 el Presidente Lagos ya no estaba en La Moneda.
-Pero era Presidente en 2005, cuando Fujimori llegó a Chile.
-No creo que el Presidente haya tenido ninguna intervención al respecto. Por lo menos que yo sepa.
-¿Fue un momento complicado?
-Naturalmente fue un dolor de cabeza, sobre todo porque su ingreso a Chile fue como el de cualquier turista. Los peruanos pueden entrar a Chile con su cédula identidad desde hace bastante tiempo. Fujimori, por lo tanto, entró a Chile, como cualquier cristiano, sin que se tomaran en cuenta las órdenes de detención, que se podrían haber obtenido por vía de Interpol probablemente.
-¿En ese momento la relación con Fujimori era ya más distante?
-Cuando Fujimori intentó un tercer gobierno, la relación con Chile se enfrió. Fue muy curioso porque él renunció desde Japón. No consideramos ninguna posibilidad de trato especial con él. Sobre la extradición, no me corresponde pronunciarme. Fue una decisión de la Corte Suprema.
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Periodista, analista y economista peruano. Augusto Álvarez Rodrich (@alvarezrodrich) fundó y dirigió el diario Perú 21. Allí conoció de cerca a Alberto Fujimori. “Sonreía cuando le decían Chinochet, porque sentía que él puso orden en el Perú”, relata.https://t.co/gxuQXn7ZhU
— Ex-Ante (@exantecl) September 12, 2024
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