“Desde el estallido se produjo una pérdida del control de carabineros sobre las zonas de influencia de cada comisaría”, explica. “Esto disminuye la capacidad de respuesta que tienen ante los delitos. En distintos barrios y comunas la policía no aparece. Es un fenómeno que se vio alentado por los ataques que sufrieron las policías y por toda la violencia que se desató en las periferias”.
-¿En qué zonas por ejemplo?
-Toda la parte alta de Valparaíso, la parte norte de Antofagasta, todo lo que es el cono sur de Santiago, comunas como San Ramón, una parte de San Bernardo, una parte de Puente Alto, La Pintana, La Granja; el poniente de Quilicura, Melipilla… Está bastante extendido el problema y se traduce en que los vecinos no tienen presencia policial o muy poca. Lo que te dicen es que si llamas al 133 no van. En Lo Barnechea me tocó verlo, en el cerro 18, cuando hay conflicto los carabineros suelen no ir.
-¿Por qué no van?
-Bueno, porque están más vulnerables a ataques de bandas delictuales, de barras bravas, de narcos; o de vecinos enojados, que los apedrean. Entonces, tienen que ir con más gente. La típica patrulla o pareja de carabineros ya casi no se ve. Y eso deja en vulnerabilidad al grueso de los vecinos, que son personas que no cometen ningún tipo de delito.
-¿Cómo te diste cuenta de esto: fuiste testigo directo?
-Hace 20 años estamos recorriendo las ciudades, y después del estallido nos ha tocado hacer trabajos en algunas comunas. Por ejemplo, estamos trabajando con un campamento en Viña del Mar, donde hay tomas violentas cerca y los vecinos del campamento han sido amenazados. Llaman a la policía y no llegan. Hicimos un trabajo en Lo Barnechea y nos dijeron lo mismo. También estamos haciendo cosas en La Pintana y Puente Alto, nos dicen lo mismo. Nos hemos dado cuenta porque los vecinos nos dicen y porque se ve menos presencia policial, objetivamente. Si vas al centro de Maipú, San Bernardo, va a haber muy poca presencia policial, fiscalizando, para qué decir patrullando: cero. Por lo tanto hay una falta de control del orden público, bien generalizada y preocupante.
-¿Crees que no van porque tienen miedo?
-Hay dos factores que se combinan: primero, no van porque están más expuestos a ataques, o sea el costo de atacar a las policías bajó, hay mucha más impunidad al momento de atacar a policías. Se les perdió el respeto y perdieron legitimidad también, que es muy complejo. Esto último tiene que ver con todos los escándalos de corrupción del alto mando, lo que hizo que las policías se vieran muy afectadas en su prestigio y su capacidad para controlar delitos. Por otro lado, la violencia que se ha ido desencadenando desde el estallido, especialmente en la periferia, hizo que fuera más impune atacar policías. Entonces, no van nomás.
-¿Has hablado con alcaldes que reconozcan este problema?
-Los alcaldes lo conocen perfectamente… Mira, otro ejemplo, en Conchalí: estamos haciendo un jardín infantil, y los vecinos dicen que los carabineros simplemente no llegan. Y eso tiene que ver con la actitud de los jefes de comisarías, que no están preparados para administrar una comisaria de alta complejidad, reaccionan mal, tienen poco liderazgo con su gente. Y eso lo digo porque por ejemplo, la comisaría de Bajos de Mena cambió mucho el trato cuando llegó una mujer comisaria nueva. Cuando se habla de la refundación de Carabineros se olvidan de estas cosas cotidianas que está afectando la principal preocupación que tienen los vecinos.
-¿Se relaciona con el narco?
-Claro. Hay una percepción de que este control territorial que han perdido las policías y el Estado ha sido ganado por organizaciones delictuales, entre ellas el narcotráfico. El caso de Valparaíso, Viña del Mar, Antofagasta y la zona sur de Santiago. Eso es bien evidente y lo dicen los vecinos. Narcos resolviendo controversias entre vecinos, financiando actividades de beneficencia; prestando casas para que sean usadas para iglesias evangélicas; entonces, hay una cosa bien compleja, porque ese poder que se pierde es ocupado por otro tipo de organizaciones o fuerzas.
-¿Este fenómeno se relaciona con la llamada colonización del narco, que va ampliando su red de influencia?
-No creo que haya una red intercomunal del narcotráfico, creo que simplemente cuando la policía deja de controlar ciertos lugares, su área de influencia se achica y esa zona es ocupada por distintas organizaciones delictuales, no solo narcos. Por eso se produce en lugares tan distintos: la población Las Américas de Talca, que está fuera de control del Estado; la población Montedónico de Valparaíso; La Chimba alta de Antofagasta; o el sector de Santa Julia y Forestal en Viña del Mar. Allí son comunes los balazos, los fuegos artificiales, las muestras de poder y la ausencia completa del Estado.
-¿Lo que quieres decir es que hay una ausencia completa del Estado en muchas zonas del país?
-Absolutamente. No sólo en La Araucanía, que se ha llevado la atención porque los ataques son mucho más violentos. Pero estamos viendo que en los barrios el temor que sienten los vecinos, la sensación de desprotección, son muy grandes en muchas comunas de muchas ciudades, y eso se ha traducido en una actitud negativa hacia la policía. No les creen, piensan que no los cuidan, no existen, no van y eso perjudica aún más la legitimidad de la policía.
-El tema del orden público ha sido importante en la carrera presidencial. De hecho eso explica en parte el auge de José Antonio Kast, según varios analistas.
-Sí, Kast promete mano dura, pero ¿de qué sirve si los carabineros no pueden salir a patrullar? Es fácil decir: vamos a aumentar la dotación de carabineros. Pero si nadie quiere postular a la institución, ¿cómo lo haces? Son eslóganes y lo que necesitamos es una solución integral. Es un tema complejo porque si pierdes legitimidad, se pierde radio de influencia. Y luego si no te sientes orgulloso de ser policía, no te sientes querido por la ciudadanía, el riego de corrupción aumenta considerablemente.
-En otro plano, la alcaldesa de Santiago, Irací Hassler, ha tomado algunas decisiones polémicas como dar 2000 permisos para comercio ambulante y ahora está con el tema de Lollapaloosa, que hará una consulta para ver si se hace en el Parque O’Higgins.
-Han sido muy lamentables los primeros meses de la alcaldesa. En comparación con otros alcaldes de su misma coalición. Qué distinta ha sido la administración de la alcaldesa Macarena Ripamonti (RD) en Viña del Mar, o del alcalde Tomás Vodanovic (RD) en Maipú, respecto a la alcaldesa Irací Hassler (PC). No es una cosa de izquierda o derecha. Hassler ha sido lamentable, y alcaldes de su misma coalición lo han hecho mucho mejor.
-Sobre Lollapaloosa, ¿es correcto hacer una consulta?
-Esa es una manera de patear el asunto. Creo que es mucho más grave lo que pasó con el comercio ambulante y con el intento de paralizar la Línea 7 del Metro. Esto de Lollapaloosa ha sido más público porque afecta más al barrio alto. Pero es mucho más dañino lo del comercio ambulante y su intento de paralizar un metro que beneficia a medio millón de chilenos en la zona poniente, con total ausencia de debate. Ella se para y dice: “esto no se hace” y se jode a medio millón de vecinos y nadie dice nada; ni el gobernador (Claudio Orrego) dice nada ni la ministra Gloria Hutt. Y ahora por Lollapaloosa sí salen todos a hablar. ¡Hasta salió el gobernador!
La alcaldesa viene metiendo la pata con cosas mucho más graves que el festival. El centro está en un declive total y el comercio ambulante fuera de control. Ha sido muy negativa su gestión, tiene que cambiar urgentemente su visión. O si no, entraremos en un problema severo.
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