El momento Stingo del PPD. Por Camilo Feres

Director de Estudios Sociales y Políticas de Azerta
La presidenta del PPD, Natalia Piergentili, durante el Consejo Nacional del partido este sábado. Foto: Agencia UNO.

Alejada del partido y sometida a sus instancias disciplinarias, Paz Suárez devino en el perfecto chivo expiatorio de una directiva que no ha dado pie con bola, pero que ha tenido en su presidenta a una figura dispuesta a sacar un conejo de cada sombrero que ha perdido en el camino.


Obnubilados por la renovada centralidad del Socialismo Democrático al interior del gobierno, dirigentes del PPD confundieron el movimiento táctico del oficialismo en busca de mayor gobernanza con un clamor popular por el retorno de la Concertación y sus figuras. Con esa idea peregrina en mente, su directiva emprendió una cruzada electoral para capitalizar lo que, erróneamente, interpretaron como un llamado a la restauración transicional. El resultado de ese arrebato es por todos conocido: a las figuras emblemáticas de los 30 años nadie las echaba de menos y el PPD dio un paso decisivo hacia la total irrelevancia.

Pongamos las cosas en su lugar: tampoco es que el PPD fuera antes del episodio en comento un partido brioso y ascendente, pero al menos podía contar entre sus activos ser la tienda de la ministra del Interior y haber con ello logrado lavar la afrenta del plantón que se pegaron cuando quisieron ir a una primaria conjunta con la coalición del Presidente. Sin embargo, imbuidos por la borrachera del triunfo momentáneo, decidieron dejar en la estacada a la propia Tohá y de paso romper con el partido que, cuando los vetó Apruebo Dignidad, se retiró con ellos de la sala: el PS.

Y como en política no hay más verdad que la realidad, el efecto de tanta soberbia no tardó en cobrarse la cuenta y los días posteriores a la debacle no han sino empeorado el cuadro en el que quedó el partido. Y aunque por estos días una desconocida Paz Suárez ha arrastrado las marcas, al punto de permitirle al partido ratificar a la directiva que la llevó al despeñadero, lo cierto es que la presidenta de la tienda, Natalia Piergentili, carga con muchas más velas en este entierro.

Auscultar la agenda política de la presidenta del PPD no resulta nada sencillo ya que cultiva el milenario arte de arrancar para adelante. En la campaña para el plebiscito de salida quiso ser el rostro del “apruebo crítico”, una posición pivotante que, entendió conversando consigo misma, le permitía salir airosa del proceso no obstante el fracaso de la opción electoral que enarboló. Como entendió que del rechazo salía fortalecida, llevó a su partido a la ruptura con los apruebistas puros y mantuvo esa posición, aunque sus socios más importantes no la acompañaron en eso.

En el mismo espíritu, Piergentili quiso ser la candidata principal de su apuesta, exacerbando la tendencia a ser la cumpleañera en todos los cumpleaños y, una vez derrotada, se recetó una entrevista en la que intentó poner en valor esa derrota, ofreciéndose a sí misma -nuevamente- como frontera derecha del oficialismo con el que quiso competir.

En el recién desarrollado Consejo General del partido, Natalia Piergentili logró ser ratificada como timonel al menos por unos meses más. Es probable que en esa decisión haya pesado bastante el ataque artero de Paz Suárez a Carolina Tohá. Alejada del partido y sometida a sus instancias disciplinarias, Suárez devino en el perfecto chivo expiatorio de una directiva que no ha dado pie con bola, pero que ha tenido en su presidenta a una figura dispuesta a sacar un conejo de cada sombrero que ha perdido en el camino.

Ahora, el llamado es a la unidad de todas las fuerzas de la centroizquierda, misma unidad que era inviable para la elección de consejeros constitucionales y que parecía evolutivamente imposible dado el carácter simiesco de los hoy socios imperativos. Si algo hay que reconocerle a la presidenta del PPD es su disposición a liderar cruzadas que, no obstante su poco tiempo de elaboración, asoman como la única forma posible de acción inmediata. Todo un talento.

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