Hay al menos tres defectos de la candidatura de José Antonio Kast que parecieran haber influido decisivamente en el resultado electoral. Es imprescindible tomar en cuenta esas falencias para delinear– desde la identidad del sector – un proyecto de transformaciones creíbles. Una tarea en la que falló Sebastián Piñera y que también explica el desfonde de la candidatura de Sichel.
La aproximación errónea a la historia reciente. Aunque Kast nunca negó explícitamente las torturas o desapariciones de personas, matizó la persecución política al compararla con Nicaragua y su tono, sus énfasis y sus matices nunca transmitieron plena conciencia acerca de los brutales crímenes cometidos por el régimen de Pinochet.
- Todo esto facilitó la retórica de que nuestro país experimentaba algo así como un revival del plebiscito de 1988, y también la caricatura de que Chile se debatía entre el fascismo y la democracia.
- Es plausible pensar que parte del rechazo que generó su campaña y de la movilización en su contra fueron una reacción a este enfoque. Mientras algunos confiaban en la profundidad del anticomunismo, el antipinochetismo terminó mostrando mayor vigencia.
Una candidatura de nicho. El segundo aspecto que dificultó el despliegue de la campaña de Kast fueron las secuelas derivadas de haber articulado originalmente una candidatura de nicho.
- Esto se notó en su carencia de respuestas sólidas al ser interrogado sobre su propuesta relativa a los estados de excepción constitucional, pero sobre todo en los exabruptos, las salidas de madre, las fake news y los dichos impresentables de algunos diputados electos por el Partido Republicano, que llegaron incluso a poner en duda el voto femenino (impulsado en Chile, dicho sea de paso, por el mundo conservador).
Resistencia a la pulsión de cambio. El tercer aspecto que atentó contra un eventual éxito de JAK fue su resistencia para aceptar la pulsión de cambio arraigada en la sociedad chilena y, en consecuencia, para articular un giro análogo al que realizó Gabriel Boric de cara al balotaje.
- Si en su mensaje de primera vuelta Boric enfatizaba la necesidad de transformaciones sociales e ignoraba el anhelo de seguridad en el sentido más tradicional del término —lucha contra la delincuencia y el narcotráfico—, en la segunda vuelta el Presidente electo incorporó esta variable.
- Desde sus propias ideas, Boric ofreció seguridad en las distintas dimensiones de la vida. Kast, en cambio, se mantuvo fiel a sus prioridades iniciales en cuanto al orden público y la batalla contra la violencia, pero nunca logró complementar este mensaje con propuestas que asumieran de modo prioritario el anhelo de mayor protección y seguridad social. Algo análogo ocurrió con los problemas de las AFP, las políticas para la mujer, los temas territoriales particulares y varios otros asuntos.
Kast en perspectiva. Ninguno de esos problemas debería llevar a creer que las dificultades del sector comienzan con José Antonio Kast. No deja de impresionar que éste, pese a todo, consiguiera una cantidad de votos bastante cercana a la que obtuvo Sebastián Piñera en su categórico triunfo frente a Alejandro Guillier en la segunda vuelta del año 20173.
- La derecha ahí alcanzó una victoria que entonces se consideró histórica y Kast, con todos sus ripios, volvió a llevarla a un caudal de votos similar.
- Pero más allá del antecedente inmediato de esta elección, que es la paliza sufrida en la elección de convencionales constituyentes, el hecho exige preguntarse qué pasó entre ambos balotajes.
El factor Sichel. Lo cierto es que Chile Vamos/Chile Podemos Más se desfondó luego de una primaria que, paradójicamente, parecía revitalizar a la centroderecha.
- Hay aquí responsabilidades compartidas: si los partidos oficialistas tejieron un lazo meramente instrumental con Sebastián Sichel, al punto de abandonar de facto a su candidato oficial, este último tampoco ayudó a establecer un nexo constructivo con sus bases.
- En cualquier caso, en términos discursivos y estratégicos la campaña del ganador de la primaria terminó olvidando que se trataba precisamente de eso: de la campaña de una coalición política.
- En palabras simples, moderación no era sinónimo de progresismo. Pretender articular un proyecto de centroderecha sin conciencia de que el impulso conservador es inherente a este sector fue un grave error, del cual deberían tomar nota las distintas derechas.
- Sebastián Sichel debía encarnar un cambio profundo y creíble respecto del oficialismo y de la política en general. Pero sin descuidar en demasía al votante de derecha tradicional. En ambas tareas, como es sabido, Sichel reprobó.
El factor Piñera Sichel repitió a pequeña escala y en apenas un par de meses algunos de los graves problemas del segundo gobierno de Sebastián Piñera.
- Para encarnar un cambio creíble el eje fundamental es el socioeconómico y, en especial, el ámbito de la protección social, para lo cual se requería un proyecto político sólido y no sólo apelar a sus atributos personales.
- Ahí se ubican gran parte de las prioridades ciudadanas: educación, salud, pensiones. y ahí estuvo precisamente el mayor déficit no sólo de la candidatura de Kast, sino también (y antes) de Piñera.
- Piñera ganó con un mensaje centrado en la “clase media protegida” y sus voceros programáticos subrayaban la necesidad de articular el ideal del mérito con la solidaridad.
- Sin embargo, el gobierno actual fue incapaz de cumplir sus promesas (y todo esto antes de la crisis de octubre de 2019): primero vino la borrachera electoral, luego las prioridades políticas cambiaron con frecuencia y terminó su primer año sin articular un proyecto de transformaciones sociales contundentes.
- En paralelo, Piñera cambió de opinión y apareció cediendo o incluso golpeando a parte de su electorado (y sin ningún rédito político visible) en temas sensibles, desde el cambio de sexo en los menores de edad hasta el aforo permitido para el culto religioso, pasando por la objeción de conciencia institucional y varios asuntos adicionales.
- Desde el punto de vista político y comunicacional, este problema sólo confirmaba la dispersión de agendas y objetivos de su administración.
- Sus atisbos de narrativa fueron contradictorios desde un inicio. No logró dibujar ni transmitir un proyecto creíble, consistente y basado en prioridades claras.
El proyecto que le falta a las derechas. Después de un gobierno de centroderecha el sector tendrá un legado que dista de los anhelados “tiempos mejores”, marcado por una Convención Constitucional con mayorías de izquierda, y por la necesidad de articular una oposición firme pero también leal, capaz de colaborar en aquello que sea posible con los cambios que espera el país.
- Todo esto exigirá diálogo tanto al interior del sector como con la sociedad, un recambio generacional, renovados esfuerzos y trabajos a nivel territorial, una mirada estratégica realista de cara a los desafíos más inmediatos, etc.
- Con todo, lo fundamental sigue siendo aquello que asomaba como una tarea indispensable al iniciar el segundo mandato de Sebastián Piñera: delinear un horizonte de cambios sociales significativos, creíbles y coherentes entre sí, que entregue un camino de esperanza y que se haga cargo de las prioridades ciudadanas.
- Es decir, un proyecto de transformaciones imaginado desde la propia identidad, que apunte a disminuir la incertidumbre y el costo de la vida de las familias chilenas y, por supuesto, que se distinga del proyecto de la nueva izquierda.