Para llegar al poder, el presidente Gabriel Boric y su coalición de gobierno tuvieron que tratar con desdén a sus antecesores. Para que siquiera tuvieran la más mínima posibilidad de optar a ser elegidos, tuvieron que primero hacer el punto de que su mérito venía de la imposibilidad de la Concertación de hacer los cambios que se necesitaban y su dificultad para respetar los estándares éticos que se requerían para gobernar. En pocas palabras, tuvieron que tratar a la centroizquierda que los precedió de falsos socialistas y traidores neoliberales, además de corruptos, egoístas y mezquinos.
Ya en el poder, el discurso empezó a atenuar. No inmediatamente, pero de a poco. La punta de la lanza se comenzó a redondear y la primera línea se empezó a esconder. Al verse enfrentados a la tarea de gobernar, y notoriamente no dar el ancho, no les quedó otra que retroceder. Así, la dureza de las declaraciones se ha ido perdiendo ante la aparente realización de que ser oposición es fácil y ser gobierno es difícil. Así, a la luz de la perspectiva, quienes gobiernan implícitamente confiesan que solo ahora han podido enfocar de mejor manera, admitiendo también, al fin y al cabo, que su desdén no era más que una estrategia para ascender al poder.
Un buen ejemplo de este doble estándar de la izquierda que gobierna es su intención de conseguir competir en una sola lista con la ex vilipendiada ex Concertación. Han sido enfáticos en instalar la idea de que la unión es la única forma de conseguir cambios. Han incluso tenido que esconder a sus voceros más críticos de las luces para intentar conseguir el trato. Pero, pareciera que no ha resultado. Pues, la centroizquierda parece estar dándose cuenta de la hipocresía. Y con justa razón, si simplemente no tiene sentido que quienes los criticaron tanto ahora les pidan ir en una lista electoral conjunta.
Naturalmente, parte de la petición se debe a la condición de ser un gobierno fallido, que no logra conectar pie con bola. Pero, también es más que eso. Pues, si fuera solo lo anterior implicaría una realización honesta y consciente del error. Implicaría que la izquierda que gobierna entiende que la única forma de salir de su entuerto es girando hacia el centro. Pero, si bien hay algunas señales de eso, también parece ser mucho más que eso. De hecho, por lo que sugiere la historia, la petición de ir en una sola lista no sería más que otra expresión del oportunismo que ha permeado en el sector hasta ahora.
Por mera deducción, es evidente que la petición del gobierno de ir en una sola lista es solo para satisfacer la vulnerabilidad política por la cual atraviesa. Si la izquierda estuviera empoderada, es altamente improbable que le estaría pidiendo a la ex Concertación ir en una lista conjunta. Y, por lo mismo, no es equivocado especular que, si alguna vez el gobierno se recupera del mal momento que está pasando ahora, continuará por la misma senda que venía avanzando antes, y que le permitió llegar al poder: la senda del desdén. Es más, si finalmente se les excluye de la lista única, el desdén probablemente se intensificará.
Para algunos el paso del desdén a la comprensión es parte de la nobleza de quienes gobiernan. Para otros, deja una sensación de vergüenza ajena. Lo que ve el segundo grupo es un puñado de novatos teniendo dificultades para gobernar, avanzando sin rumbo claro, preso de la coyuntura, y visto en la obligación de esconderse de las consecuencias del caos que ellos mismos ayudaron a sembrar. Es, figurativamente, la misma sensación que deja ver al joven rebelde que se va de la casa condenando todo lo que se le dio solo para volver unos tantos años después pidiendo perdón con el rabo entre las piernas.
La foto de esta semana de los diputados del Convergencia Social, el núcleo central del Frente Amplio, tomando desayuno con la expresidenta Michelle Bachelet es elocuente en ejemplificar el estado de la situación. Pues, muestra cómo el discurso contra los 30 años era solo una herramienta para llegar al poder. Si los diputados que levantaron la consigna fueran consistentes con su crítica, no estarían sentados en la mesa con la persona que gobernó ocho de los treinta años que tanto han criticado. Tampoco estarían rindiéndole pleitesía a la expresidenta en redes sociales.
Lo que mejor resume todo el asunto, sin embargo, fue la declaración post desayuno que lanzaron los diputados. Dijeron que se sienten “herederos del mismo tronco histórico” que la expresidenta. Así es, el grupo que hace no tanto dijo que los chilenos habían sido “pisados y robados”, además de ser sometidos a un “capitalismo desgarrador”, por la ex Concertación, ahora se siente heredero de su obra. Increíble y creíble al mismo tiempo. Pues, es claro que no es más que una expresión de la hipocresía y el doble estándar que reina en el sector. Al menos pareciera que muchos en la ex Concertación ya se están dando cuenta del estado de la situación.
Diferente a lo que dicen, el Frente Amplio no es heredero de la socialdemocracia. Sí, son hijos de miembros de la ex Concertación, pero han probado una y otra vez no estar a la altura de sus antecesores. El tronco de la ex Concertación es un roble al lado del árbol de Boric. Al menos por ahora, al menos hasta que prueben que pueden producir resultados, seguirán las excusas y continuará la hipocresía. Y, para peor, seguirá el desdén. Pues es evidente que, si en algún momento la izquierda que gobierna llega a ser oposición de la socialdemocracia, harán todo lo posible para tratar de desbancarlos, una vez más.
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