A los 83 años murió el escritor, hombre de teatro y TV, autor de algunos de los mejores cuentos chilenos contemporáneos y de la mundialmente famosa novela breve “Ardiente paciencia”. “Gracias, maestro”, dijo el Presidente Boric. El mundo literario está de luto, porque ha perdido a uno de sus animadores culturales más generosos.
Legendario. El 25 de mayo de 1989 apareció una noticia en el Fortín Mapocho. “Un seminario de creación narrativa de siete meses de duración con dos sesiones semanales de tres horas realizará en el Instituto Goethe el escritor chileno Antonio Skármeta”. Y anuncia que un invitado de honor sería el antipoeta Nicanor Parra.
- Ese taller se transformó en una leyenda. De él salieron escritores como Alberto Fuguet, quien contó que admiraba los cuentos de Skármeta “hasta que, sorpresa de sorpresas, me invitó a su taller. Y pude ser su alumno y después, espero, su amigo y de algún modo su colega. Le debo harto a Antonio. Todos. En especial los jóvenes. Skármeta, con su entusiasmo, ha hecho muchísimo por la literatura de este país”.
- Alberto Fuguet dictó una conferencia en 1994 en la Biblioteca Nacional, a propósito de los 25 años de Desnudo en el tejado, el volumen con el que Skármeta obtuvo el Premio Casa de las Américas. Recordó que en 1989 “me tocó leer en su taller. En el Goethe. Leí lo que después, con grandes correcciones, se transformó en el primer capítulo de mi libro Mala onda. Y me destrozaron. Los integrantes del taller me hicieron papilla. Varios incluso se enojaron. Me dijeron que no tenía el nivel para estar ahí. Hasta que le tocó el turno a Antonio. Y me barrió para adentro. Con su típica sonrisa y sus ojos achinados. Así que seguí adelante. Hasta que el propio Antonio le pasó mi manuscrito (de Mala onda) a Editorial Planeta”.
- Autor de cuentos fundamentales de la literatura chilena y de Ardiente Paciencia, un relato que se convirtió en obra de teatro (con cientos de versiones, en múltiples países) y en tres películas, Antonio Skármeta murió este martes, dejando una huella imborrable en quienes fueron sus discípulos.
Referente. María José Viera-Gallo también asistió a uno de sus talleres. “Yo asistí al primer taller que dio en el Goethe, que se llamaba Heinrich Böll. Estaba Alejandra Costamagna, Nona Fernández, Hernán Rodríguez, Patricio Tapia, Marcelo Leonart. Toda una generación que empezaba a escribir, post dictadura. Todos éramos muy jóvenes, yo tenía 19”, recuerda.
- “Para mí era encontrar una especie de refugio literario y al mismo tiempo un gran estímulo. La escuela de Skármeta en esa época era la anti academia. A él le gustaba la literatura contemporánea, entonces no quería que escribiéramos como la tradición o el canon chileno, daba mucha libertad para tratar temas, estilos y voces. Era fanático de Papelucho, le interesaba la literatura de la calle, con historias personales. Skármeta abrió la puerta a la literatura pop y eso fue muy importante. Poder sentirse cómoda, validada en un lugar que era único, me parecía impagable. El instituto Goethe era una isla, los talleres eran magníficos y Skármeta los gozaba, siempre escuchaba con una sonrisa. Sin los talleres de Skármeta toda una generación no se hubiera atrevido a escribir y me incluyo. Así que muchas gracias, Skármeta”, dice María José Viera-Gallo.
- Sus relatos de juventud asombran por su estilo con reminiscencias beat, inspirado, fluido, de frases largas que parecen improvisadas como el jazz. Una prosa moderna, a millones de kilómetros del costumbrismo local o de autores mayores de la generación del 50 como Edwards o Donoso.
Estilo libre. El inicio de La Cenicienta en San Francisco es un clásico de su estilo: “Así que cuando Garth Winslow y Suzie Sun sacaron la guitarra del desvencijado armario, y Winslow se escupió las manos y afinó un minuto después la guitarra tocando un prístino “la” en la primera cuerda, y Suzie no hacía otra cosa que humedecerse los labios que la fláccida cerveza americana había secado al fluir entre sus dientes, y todo parecía indicar que el asunto iba a andar bien, y que Winslow estaba dispuesto a poner patas abajo el mundo y estacionar el corazón en su justo lugar”.
- En mayo de 1983, en la Revista Mensaje, dio algunas pistas de su ética narrativa: “Me parecía que había que activar de tal modo la prosa para seducir al lector y distraerlo de la conciencia de que se le robaba su tiempo, digno de mejores tareas… Cortázar , en su interesante ensayo “Algunos aspectos del cuento”, definió su técnica. El cuento tendría que ganar por K.O. Si me propusiera acotar mi intención también en términos pugilísticos, tendría que decir que yo aspiraba, en cambio, a empatar o bien perder -como el seleccionado chileno de fútbol- honrosamente”.
- Descendientes de croatas creció en Antofagasta, se trasladó a Santiago, donde estuvo en el Instituto Nacional. Estudió Filosofía en la U. de Chile, donde tuvo a un importante mentor, el pensador español Francisco Soler, quien lo inició en Ortega y Gasset, Sartre, Camus y Heidegger.
- En 1964 obtuvo una beca Fulbright y realizó una maestría en la Universidad de Columbia con una tesis sobre Julio Cortázar. En Manhattan se vincula a la escena artística y estudia teatro con Paul Kozelka, del Actor’s Studio. También escribe sus primeros cuentos.
- De vuelta a Chile trabaja como director de teatro y profesor de Filosofía en el Instituto Nacional. Publica su primer libro de relatos El entusiasmo, 1967, que recibe elogios y distinciones. En la U. de Chile es ayudante de la cátedra de otro filósofo chileno clave, Jorge Acevedo. Luego enseña Literatura General.
Carrera internacional. En 1969 gana el importante premio Casa de las Américas, por Desnudo en el tejado, uno de sus mejores libros. Realiza algunas apariciones en TV (la semilla de su futuro programa de los 90, “El show de los libros”), participa de la política en el MAPU.
- Tras el golpe, pasa un tiempo en Buenos Aires y luego se radica en Berlín. Allí escribe una obra de teatro sobre un poeta llamado Pablo Neruda que ayuda a un joven a escribirle poemas a su enamorada. Primero es radio teatro, después pasa a las tablas y se transforma en un éxito rotundo y mundial. Se llama Ardiente Paciencia. La versión teatral chilena causa asombro en esos años por el desnudo frontal de sus dos actores, Amparo Noguera y Claudio Arredondo, dirigida por Héctor Noguera. “Mi padre estaba más nervioso que yo”, recordaría la actriz que tenía 20 años entonces.
- Ardiente paciencia se convirtió en una película dirigida por el autor, luego en un súper éxito de Michael Radford, El cartero y en 2022 llegó una nueva versión en Netflix. La historia mantiene su encanto pese a los años.
- Al cumplir 70 Skármeta declaró en El Clarín de Buenos Aires que seguía siendo un rocanrolero: “Siempre me he sentido un chico pop en mi corazón… Tengo una alegría por compartir con la gente y la curiosidad propia de un adolescente”.
El NO. Skármeta estaba en Alemania durante la campaña del NO en 1988, aunque viajó a Chile varias veces. La siguió de cerca e incluso su padre hizo una aparición como cura en la franja. Y realizó una obra llamada El Plebiscito, cuya idea central derivó en la película No, de Pablo Larraín, nominada al Oscar. Para algunos Skármeta era un mago risueño que lo convertía todo en oro.
- “Yo creo que muchas veces la gente más joven que disfruta de la democracia y la libertad no sabe lo que costó recuperarlas. Están en un paraíso donde pueden decir lo que quieren, sin miedo a que torturen a sus padres o que los degüellen o los exilien. Eso es lo que conquistó el No”, dijo a Revista Capital.
- Su novela El baile de la victoria en 2003 recibió el Premio Planeta, con 600 mil euros incluidos. Oscar Contardo escribió: “A Skármeta no le den ni las ligas menores ni el encierro. Tampoco le den la chimuchina literaria doméstica”. Sus últimos libros no tuvieron una buena respuesta de la crítica chilena, pero el asombro de sus textos fundamentales permanece. En 2014, no sin polémica, ganó el Premio Nacional.
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