-¿Dio señales importantes el discurso de Boric? Algunos dicen que estuvo entre las dos vueltas, la radicalidad de la primera y la moderación de la segunda.
-Me pareció un discurso que refleja un momento que se abre en el país, una especie de transición que comienza. Reconoce que estamos en una crisis, un momento muy duro para Chile e invita a sumarse a este proyecto de transición. Fue un mensaje medio aylwinista. Efectivamente en su discurso hay pinceladas del Boric de segunda vuelta y algunos esbozos del Boric de primera vuelta. Pero en lo fundamental veo un Boric de segunda vuelta.
-Habló de terminar con el negocio de las AFP y de llegar a un acuerdo en el tema de los presos del estallido social. ¿Son temas del Boric más izquierdista?
-Claro, tenía que hacer guiños a ese público que pide No+AFP. Pero en lo grueso fue una invitación al diálogo, a la inclusión, a los acuerdos, a la gradualidad. La declaración de un presidente que dice: “voy a tener un gobierno transformador, pero sé que no tengo mayoría y que tengo que hacer esto gradualmente”. Eso lo vi muy claro.
-Recalcó la idea de aprender del pasado. ¿Ese es un guiño a la Concertación, a los padres o abuelos que participaron en la transición?
-Tiene el impulso transformador que tenía Bachelet 2, pero al mismo tiempo sabe y aprendió de lo que le pasó. Es decir, primero tienes que tener mayoría parlamentaria. Bachelet las tenía y él no. Y aun así las dificultades de Bachelet fueron enormes. En segundo lugar, tienes que hacer transformaciones que efectivamente conecten y estén en sintonía con las subjetividades de la sociedad, porque de lo contrario te vas a pegar un portazo. El programa no puede ir a contrapelo de nociones que están culturalmente instaladas.
-Cerró con una frase de Allende, sin nombrarlo.
-Él se siente en un momento de recuperación de ciertas tradiciones de la izquierda. Hubo algunos pincelazos de Aylwin, algunas cosas muy propias de Bachelet, alguna alusión a Allende. O sea, en su discurso dejó entrever: yo soy de una familia amplia y grande. Incluyó al mundo que había estado en contra de Pinochet, que votó No, y a la Concertación. A los padres y a los abuelos, se podría decir en términos generacionales.
-¿Qué papel jugará Kast en el liderazgo de la oposición?
–José Antonio Kast en la evolución de la derecha liberal fue un paréntesis, una anomalía. Su candidatura fue un caso raro en una derecha que se estaba renovando, adecuando a los tiempos, entendiendo que los cambios podían ser a favor de la gobernabilidad y no contra ella. Una derecha que había votado apruebo, la derecha que votó por Sichel. Por imprevistos del destino, Sichel devino en un candidato malo y el otro que estaba parado era Kast. Así de fortuito. Su nominación, además, no puede explicarse sin un contexto de incertidumbre muy grande, donde los cambios que prometía Boric podrían generar aún más inestabilidad. Y se asustaron.
-¿Fue una decisión apresurada, marcada por el miedo a la izquierda?
-Sí, absolutamente. Pero para mí es un paréntesis producto de malas decisiones, un candidato que no fue lo que era y en una circunstancia política y social muy particular, una tremenda crisis. En ese sentido, la derecha se vio compelida y se plegó. Ahora se va a producir una fragmentación de esa derecha, porque son dos mundos distintos: Kast y Chile Vamos.
-¿Qué tipo de oposición podrá ser?
-La derecha está en una encrucijada muy compleja, se va a fragmentar. Kast va a ser el líder de una oposición, pero no de LA oposición. Van a ver varias oposiciones, tal como vimos con este gobierno. Bajo Kast sería la pérdida de la derecha de ser gobierno por mucho tiempo.
-Un dato relevante es la cantidad de jóvenes que votaron y no lo hicieron por la derecha. ¿Tiene que tomar nota de eso Chile Vamos?
-La señal más potente, a mi juicio, es que la juventud que no votaba nunca, se volcó masivamente a votar por Boric. Esa es la lectura más relevante que tiene que mirar la derecha, porque esa juventud no es por defecto de izquierda, sino que abraza valores que hoy representó Boric. Pero no es una juventud de izquierda. Si la derecha se distancia de esa juventud está perdida.
-¿La izquierda conectó mejor con valores que marcan a las nuevas generaciones?
-Es una juventud que encontró en Boric la representación de los valores que le son los más propios: diversidad, medioambiente, renovación, futuro, inclusión, sostenibilidad. Y encontró que Kast estaba en las antípodas de eso. Si la derecha se sigue metiendo bajo el paraguas de Kast, tiene un tremendo riesgo de irse desacoplando de las nuevas generaciones. No porque las nuevas generaciones sean de izquierda (ese es un gran error de diagnóstico si lo piensan así), sino porque no están encontrando en las opciones de derecha bajo el liderazgo de Kast alguien que efectivamente los empiece a representar. El gran riesgo de la derecha hoy día es quedar en las antípodas de los valores de los jóvenes. Tiene que aprender a representarlos.
-Aparte de los jóvenes, Kast tampoco tuvo suerte entre las mujeres. Así ¿se hace cuesta arriba ganar elecciones?
-Distanciarse de las nuevas generaciones, de las mujeres, sería un gravísimo error. Por lo demás, esa no es la derecha que había hasta hace poco. En la primaria ganó el candidato más liberal de todos. Era una derecha que entendía que había que adaptarse a los nuevos tiempos, al nuevo contexto. Si esa nueva derecha no es capaza de volver a representar a las mujeres, a las nuevas generaciones, está en riesgo de una debacle electoral.
-Un foco de atención clave del próximo gobierno es la Convención Constitucional. Boric participó en el acuerdo del 15 de noviembre y se juega parte de su capital político en el éxito de una nueva carta. ¿Lo ves así?
-Parte del legado de su gobierno inevitablemente pasa por la aprobación de una nueva Constitución y por lo tanto necesita que tenga legitimidad, apoyo político, para cuando sea votada. Tiene que extender lo más posible su luna de miel, para que la decepción y las frustraciones propias de los gobiernos no coincidan con el plebiscito. La luna de miel dura unos nueve meses. Si el momento del plebiscito de salida se produce justo en el fin de esta luna de miel puede transformarlo en un plebiscito sobre su gobierno. Por eso, Boric va a cuidar mucho que las señales sean de mucha sintonía con la ciudadanía por lo menos hasta ese minuto.
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