Dos de las principales y más violentas organizaciones criminales del continente, el venezolano Tren de Aragua y el brasileño Primer Comando de la Capital (PCC) son grupos nacidos en medio de las cárceles de sus respectivos países. La primera, como todos sabemos, ya está presente en Chile en casi todas sus variantes: el Tren de Aragua original, Los Valencianos, Los Orientales, El desastre y Los Gallegos, al menos.
Del segundo sabemos que, al igual que el primero, actúa en forma transnacional. De hecho, el PCC estaba siendo investigado en Paraguay por el fiscal Marcelo Pecci, quien fue asesinado en mayo del año pasado en Colombia.
En el caso del Tren de Aragua, la respuesta de los fiscales del Ministerio Público y de la Policía de Investigaciones no ha sido menor. En Arica ya se ha detenido a cerca de 45 miembros de Los Gallegos. En Iquique también son decenas los arrestados, a partir de la caída de uno de los jefes del Tren de Aragua en Chile, Carlos González Baca, y en Santiago la Fiscalía Centro Norte detuvo en los últimos meses a cerca de 20 sujetos especializados en efectuar secuestros extorsivos, entre otros delitos.
Por supuesto, hay muchos otros detenidos en esas ciudades y en otras como Valparaíso, Temuco y Puerto Montt. Según la última estadística mensual de Gendarmería, hoy existen 1.252 personas de origen venezolano en las cárceles chilenas (aunque por supuesto ello no significa que todas pertenezcan al Tren de Aragua).
Gendarmería ha actuado en forma muy inteligente frente a estos internos, distribuyéndolos en distintos penales, a fin de evitar que armen “carretas” o “trenes” (como les llaman en Venezuela); es decir, colectivos criminales, y al mismo tiempo mantiene estadísticas e información actualizada acerca de ellos, por medio de sus departamentos de Inteligencia penitenciaria y de investigación criminal.
Sin embargo, como advierten otros actores del aparato de persecución penal, nada de ello es suficiente, porque organizaciones como las antes mencionadas son muy difíciles de eliminar ya que, al no existir un control efectivo en los pasos fronterizos ilegales, los miembros de ellas que son privados de libertad son rápidamente reemplazados.
Además, la cárcel es su elemento natural, al punto que en Venezuela muchos presos prefieren no salir en libertad cuando han cumplido sus penas, dada la cantidad de dinero que ganan adentro.
En ese sentido, podría generarse una paradoja muy trágica: que a más arrestados del Tren de Aragua, más fortalecida se vea la organización en Chile, al crecer al interior de los penales.
Por ello, es necesario que los legisladores se tomen en serio a Gendarmería, institución que siempre ha sido el “hermano pobre” de los demás actores del sistema procesal penal.
Lo anterior significa no sólo más recursos, sino un cambio institucional más profundo: que deje de ser un servicio dependiente del Ministerio de Justicia y pase al Ministerio del Interior y Seguridad Pública, a fin de que tenga dependencia directa de la autoridad encargada de la seguridad interior del país.
Porque es necesario entender que lo que ocurre en los penales tiene directa repercusión en lo que sucede en las calles del país y, en este sentido, lo lógico sería que una institución como ésta opere bajo el alero de la misma autoridad que tiene a su cargo a las policías, sobre todo entendiendo que Gendarmería es una policía uniformada, pero especializada en prisiones.
El proyecto de Ley de Reforma al Sistema de Inteligencia del Estado (SIE) de algún modo reconoce la importancia que posee la institución, al incorporar su Departamento de Inteligencia dentro de aquellas que forman parte del SIE, pero hay que recordar que la inteligencia corre por un carril separado de la persecución penal.
Si bien desde hace años sabemos que en las penitenciarías se planifica todo tipo de delitos, la presencia de una organización criminal que es como un parásito, cuyo huésped es la cárcel, obliga a tomar medidas inmediatas. Ello, a fin de evitar que lo que ocurrió en Tocorón y otros penales venezolanos (es decir, el control interno del recinto) se repita acá, no solo de la mano del Tren de Aragua, sino por medio de la imitación de su actuar por parte de bandas locales.
Ello también implica, necesariamente, el fortalecimiento de las unidades de inteligencia e investigación criminal que posee Gendarmería y, especialmente, de sus sistemas de control interno, un aspecto crítico en cualquier sistema penitenciario o policial.
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