En pocos meses, la administración de Donald Trump ha generado cambios significativos en la institucionalidad económica de Estados Unidos, con consecuencias no solo para ese país, sino también para el resto del mundo.
Comencemos por la fijación de aranceles. La estabilidad y previsibilidad de los aranceles es clave para que las empresas puedan evaluar y concretar decisiones de comercio exterior y de inversión. Idealmente, los aranceles deben ser bajos, aprobados por el Congreso, en el marco de acuerdos comerciales y con mecanismos claros de resolución de controversias como los ofrecidos en su momento por la OMC o por los propios acuerdos.
Si bien la Constitución estadounidense otorga al Congreso la potestad de fijar aranceles, se han establecido excepciones que permiten al Ejecutivo intervenir en situaciones excepcionales, como conflictos armados o amenazas a la seguridad nacional. En lo reciente, sin embargo, estas facultades han sido utilizadas con una frecuencia y amplitud sin precedentes, y sin clara vinculación con las situaciones de excepción. Esto ha generado una elevada volatilidad y creciente incertidumbre respecto a la política arancelaria futura: no está claro cuál será el nivel final de las tarifas, su fecha de vigencia, ni los criterios para definirlas.
¿Importa este cambio? Sin duda. Más allá de los efectos de aranceles que se terminen aplicando, la incertidumbre por sí sola puede generar una significativa postergación de inversiones, afectando negativamente la actividad tanto en EE.UU. como en otras economías.
El segundo ámbito de transformación es la regulación y supervisión financiera. Numerosos países (incluyendo Chile) han delegado estas funciones a agencias técnicas e independientes, bajo la premisa de que una supervisión consistente, basada en criterios profesionales, genera beneficios sostenidos en el largo plazo. La autonomía es esencial para evitar que costos políticos de corto plazo desincentiven la adopción de medidas necesarias, pero potencialmente impopulares. Además, busca resguardar el ejercicio de funciones críticas —como la emisión de normativas, la entrega de licencias o la imposición de sanciones— del uso partidista o discrecional, asegurando que dichas atribuciones se ejerzan exclusivamente con criterios de estabilidad y eficiencia del sistema financiero.
En Estados Unidos, las instituciones autónomas más relevantes son la Reserva Federal (el banco central y supervisor de los mayores bancos), la SEC (el supervisor de valores), el CFTC (el supervisor de derivados) y la FDIC (la entidad de garantía de depósitos).
Los gobiernos de turno siempre han tenido cierto grado de influencia en estas entidades mediante la nominación de autoridades. No obstante, dos eventos recientes sugieren que la administración actual podría tener una mayor injerencia. En primer lugar, está el despido de comisionados de la Federal Trade Commission antes de completar sus mandatos. De ser ratificados por los tribunales, estos despidos podrían abrir la puerta a la destitución de autoridades en alguna de las agencias financieras clave.
De hecho, ya se ha producido la remoción de miembros del directorio en la NCUA, el ente supervisor de cooperativas de ahorro y crédito. En segundo lugar, una orden ejecutiva emitida en febrero obliga a las agencias supervisoras a obtener aprobación previa de la Casa Blanca para sus planes regulatorios, bajo amenaza de recortes presupuestarios. Esta orden incluye a la Reserva Federal, aunque su aplicabilidad es incierta debido a su independencia financiera.
¿Por qué esto importa para Chile?
Una dimensión adicional es la autonomía de la Reserva Federal. En los últimos días, el presidente Trump ha intensificado sus críticas hacia su presidente, Jerome Powell, llegando incluso a insinuar su remoción. Powell ha respondido que la ley —a través del Federal Reserve Act— y la jurisprudencia desde 1935 impiden su destitución por motivos políticos, visión respaldada por algunos miembros de la Corte Suprema. Sin embargo, el hecho de que este debate se esté dando públicamente ya representa un quiebre con prácticas institucionales.
El sólo deterioro en la percepción de independencia de la FED puede afectar su credibilidad en la conducción de la política monetaria y reducir su capacidad para controlar la inflación sin comprometer el crecimiento.
¿Y por qué debiese importarnos?
Porque una FED menos creíble implica mayor inflación o menor crecimiento en EE. UU., amplificando los efectos contractivos que ya van a tener los mayores aranceles y la menor inversión.
Una reflexión final sobre el dólar. La moneda estadounidense juega un rol central en la economía internacional. Ha llegado a este puesto de primacía por el tamaño de la economía norteamericana y su relevancia comercial, y también por la credibilidad de su política monetaria y su institucionalidad financiera.
Esa confianza se basa, en buena medida, en la autonomía de la Reserva Federal y en la acción coordinada de los entes reguladores para resguardar el funcionamiento estable del sistema financiero. Los cambios recientes en la gobernanza económica estadounidense y las amenazas a la independencia de la FED podrían tener consecuencias estructurales sobre dicho rol global del dólar.
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Aranceles de Trump y pensiones: que no cunda el pánico. Por Karol Fernández. https://t.co/4EOTskCqne
— Ex-Ante (@exantecl) April 17, 2025
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